Las emociones en el deporte suelen aflorar sin ser invitadas previamente, eso lo asumimos todos. Son muchas las veces en las que hemos contado en este oficio la cara y la cruz de una victoria y de su derrota aparejada. En un mismo espacio, en un mismo estadio.
Lágrimas de distinto sabor según los colores de la mejilla por la que se deslizan. Lágrimas que ponen al ser humano delante de las cosas que le hacen sentirse vivo.
Rafa Nadal es un ser excepcional que se esfuerza por hacer cosas que él considera normales. Trabajar, aplicarse, mejorar… pero lo hace con unos resultados que se escapan a la comprensión humana.
Es un deportista único capaz de medio paralizar un país a base de raquetazos y de llevarte al hermoso lugar donde las pasiones campan a sus anchas.
Como tantos millones de españoles, me vi afectado por su poder, por la incidencia de sus actos. Por ese virus contagioso que se llama admiración sincera y gratitud eterna.
Mola mucho llorar con gusto por un paisano como él. Las lágrimas nadalinas también son las número uno.
Así vivió Edu García los instantes finales: el director de 'Radioestadio', en pie y con la tensión del punto final, acabó con lágrimas para celebrar la victoria de Rafa Nadal.