Ignacio Varela: "El síndrome del impostor no es una patología ni una enfermedad mental sino un rasgo de personalidad"
Nuestro sospechoso de sábado reflexiona en Por fin no es lunes sobre el síndrome del impostor por el cual establece una visión introspectiva de las personas que lo sufren.
Uno de los síndromes más extendidos en nuestra sociedad es el del impostor, aquél que aparece cuando se tiene que asumir grandes responsabilidades por el temor a estar por debajo de lo que se espera de ellas pero ¿de qué se trata realmente?¿quién suele poseer esta cualidad?
Según Ignacio Varela, "el síndrome del impostor no es una patología ni una enfermedad mental sino un rasgo de personalidad, por eso no existe una terapia o un tratamiento conocido para curarlo" y "consiste, básicamente, en desconfiar de tu propia competencia, mejor dicho, en pensar que no eres ni de lejos tan capaz o tan valioso como los demás te consideran. Es el miedo a resultar un fraude y, en los casos agudos, la convicción de que lo eres". Además, asegura, "los auténticos impostores, los timadores profesionales o vendedores de crece pelo, disfrutan de su impostura y celebran que les resulte la estafa", un sujeto que "es más consciente de sus limitaciones que de sus capacidades. Cree conocerse mejor que nadie y se ve muy por debajo de la opinión que los demás tienen de él. Creen que le valoran por encima de sus posibilidades y eso le sucede a pesar de los hechos visibles muestren persistentemente buenos resultados en su actividad".
Para ello, el colaborador hace un retrato robot donde se trataría "de un hombre o una mujer con bastante experiencia, generalmente reconocido como muy competente en su trabajo. La actividad a la que se dedica es muy exigente, con un alto grado de exposición pública, y para ella no existen marcadores objetivos salvo el juicio que merezcan a los demás". Esto se puede visualizar comparando un atleta, al que se le medirá sus capacidades por las marcas que realice en una distancia donde "no hay espacio para la impostura", y una profesión de cara a un público (político, periodista, enseñanza, ciencia, etc.) que se medirá por juicios de valor. "Los expertos dicen que el 70% de la clase de personas se han sentido fraudulentas en algún momento de su vida y que, 2 de cada 5, lo sienten constantemente", añade el autor.
"Si el valor que tu te concedes es mucho menor que el prestigio que te otorgan y esa contradicción te perturba, estamos ante un caso típico de síndrome del impostor", afirma Ignacio Varela. Para conocer esta cualidad, recalca algunos síntomas que pueden denotarla como la incomodidad de los elogios y la dificultad para valorar sus logros; percibe la vanidad como un enemigo que propicia errores y sus éxitos se atribuyen a factores ajenos a su propio mérito o a una percepción de los demás equivocada; se compara con las personas que le rodean, sobre todo las que realizan su misma actividad; le resulta incomprensible que una persona que le considera superior, le trate como un igual o más que un igual; y teme decepcionar por su 'incompetencia'. "Por eso vive cada tarea como un desafío que lo pondrá a prueba", puntualiza.
Por último, el sospechoso comenta que, de todo esto, derivan comportamientos como "postergar los compromisos y sin embargo, a veces, termina asumiendo más compromisos de lo que es prudente" al mismo tiempo que "procrastina todo lo que puede y deja el arreón para el último momento" teniendo que hacer un gran esfuerzo al final aportando un enorme trabajo y concentración. "Las cosas suelen salirse bien pero él o ella lo pasa fatal, y cuando mejor le va a juicio de los demás, peor lo pasa en su cocina interior" aunque "a veces encuentra un territorio en el que se siente realmente cómodo y seguro de lo que hace", apunta.