En un reportaje de La Vanguardia, donde se repasan las oscilaciones en el padrón de varios pueblos costeros o de interior, en puntos tan distantes como Ger (Cerdanya) o Torredembarra (Tarragonés) el número de vecinos se ha disparado. El patrón es común: familias de Barcelona que convierten a su segunda vivienda, vacacional, en su residencia fija. En Torredembarra, el 60% de los 750 nuevos vecinos vienen de la capital, y el 60% contaba ya con una propiedad.
Ger, Meranges e Isòvol (tres municipios próximos de la Cerdanya próximos entre sí) sumaban 833 habitantes a mediados del año pasado. Hoy son más de 930, muchos de ellos padres con hijos que han revitalizado la escuela local. En Fontanals, el número de vecinos ha superado los 480, frente a los 444 de 2019; en Puigcerdà, las altas superan ya las 250 desde marzo. Cruïlles, Cambrils, Cadaqués. El aumento de vecinos supera hasta en un 20% el de años previos.
Además, las búsquedas de fincas rústicas se han incrementado un 46% desde enero, según datos del portal Fotocasa, y el interés por vivir en zonas rurales se ha disparado desde abril, según fuentes de Servihabitat.
¿Estamos volviendo a los pueblos? Salvo algunos casos, como los expuestos anteriormente, parece que este éxodo urbano todavía no se está traduciendo en tendencia. Sobre los motivos para abandonar la ciudad y las oportunidades que la España vacía ofrece hablamos con Pedro Tomé, jefe del departamento de antropología del CSIC, y a Luis Antonio Sáez, director de la cátedra de la Diputación Provincial de Zaragoza sobre despoblación y creatividad.