Hace un año, se publicó un informe sobre el conocimiento de la historia de ETA en España. 1.200 entrevistas con las que se repasaba la historia del terrorismo etarra y su impacto en la sociedad vasca y española.
Las conclusiones fueron demoledoras. El 95% de los españoles desconocía el número de víctimas de ETA, más del 20% aseguraba que la banda terrorista seguía activa y solo un 40% afirmaba que se había disuelto definitivamente. Datos que se acentúan entre los más jóvenes.
Han pasado diez años del fin de la violencia de ETA y la eterna pregunta sigue ahí: ¿Cerrarán algún día las heridas? El escritor y dramaturgo Borja Ortiz de Gondra intenta dar respuesta a esta cuestión en la obra 'Los últimos Gondra', que se puede ver en el Teatro Valle-Inclán de Madrid hasta el 21 de noviembre y con la que pone punto y final a su exitosa trilogía teatral.
Asegura que en su familia, todos han encontrado la forma de vivir juntos y que la gente tiene que existir una manera de convivir siendo distintos en la diversidad: "Como sociedad, debemos aprender a convivir con la diferencia y permitirnos respetarnos y sintiendo distinto porque estamos empeñados en tirarnos los trastos en lo que nos separa. ¿Por qué no podemos pensar que debajo de eso hay algo que nos une?".
Asegura que le "duele" lo que pasó en el País Vasco porque es su lugar en el mundo, pero que en su obra habla de algo mucho más universal: "cómo se puede llegar al perdón y al olvido". Afirma que en su novela quiso preguntarse qué era mejor, recordar para no olvidar y que siga doliendo o, por el contrario, guardar silencio hasta que todo caiga en el olvido y deje de doler.
En su opinión, "quien conoció la herida, reconoce la cicatriz" y para él, es imperativo que la historia se conozca: "Los jóvenes deberían saberlo, pero para poder olvidarlo. El hecho de no saberlo va a hacer que tal vez lo perpetúen y lo miren sin distancia crítica, pero cuando lo sepan, podrán integrarlo como algo que pasó".