El éxodo en pandemia: razones para cambiar la ciudad por el pueblo
La pandemia y el teletrabajo han fomentado un hecho insólito como es el éxodo de las ciudades a los pueblos. En Más de uno hablamos con Edu Galán sobre este fenómeno y las razones que alegan muchas personas para cambiar el bullicio de las urbes por el silencio de la naturaleza.
La pandemia ha cambiado nuestra vida en muchos sentidos, empezando por la manera de relacionarnos en nuestro día a día, aunque también ha otorgado nuevas oportunidades. El coronavirus, junto con el teletrabajo, han fomentado que muchas personas hayan decidido cambiar sus rutinarias y estresantes vidas dentro del núcleo urbano por la paz del campo y la naturaleza. Los pueblos, que durante años habían vivido una despoblación agresiva, han visto cómo han llegado nuevos habitantes en busca de una nueva vida alejada del bullicio. Hoy en Más de uno hablamos con Edu Galán del éxodo en pandemia y de por qué mucha gente está cambiando la ciudad al pueblo.
Para entender un poco más que lleva a una persona a abandonar su vida para mudarse al campo, hablamos con Gabriela Calvar, una mujer a la que la pandemia dejó sin trabajo y que abandonó su vida en Casteldefels (Barcelona) para dirigir una tienda de alimentación en un pequeño pueblo del pirineo catalán, Gósol (Lleida).
Su historia ha sido portada de The New York Times, cuando Nicholas Casey, corresponsal del diario estadounidense en España, decidió escribir una historia sobre cómo el pueblo había salvado su escuela gracias al empadronamiento de varios urbanitas. Gabriela explica que cuando perdió su negocio –un bar de copas– y su trabajo en una compañía aérea, decidió buscar una casa que entrase dentro de su nuevo presupuesto. "Busqué una casa en toda Cataluña, donde hubiera un colegio o un médico y donde pudiéramos estar a gusto y Gósol encajaba en todo", explica.
Mayor libertad
Gabriela tiene dos hijos y asegura que el cambio lo han llevado perfectamente, especialmente después de estar mucho tiempo encerrados en casa. "Ahora están sueltos como unos pajaritos, porque van para arriba y para abajo sin problema, tienen libertad absoluta", relata, aunque añade que si no hubiera sido por la pandemia, nunca habría tomado la decisión de dejar la ciudad. Ahora, nos cuenta, trabaja en una de las dos tiendas que hay en el pueblo, que adquirió a una señora que llevaba el negocio de su familia. "Es una tienda de alimentación, aunque no hace falta más. Tenemos comida, cerámicas, mieles… Está dando bastantes frutos, a ver cuando acabe la pandemia si hemos remontado y salimos mucho mejor", puntualiza.
Valorar el silencio
Afirma que ha aprendido a valorar el silencio frente al ruido de la ciudad y que ahora se pregunta cómo la gente puede vivir allí con tanto estrés. Dice que hasta le desagrada el olor del combustible y las fábricas cuando vuelve, aunque era algo que ignoraba cuando vivía allí.
Cosas negativas: la lejanía del hospital
Sobre si piensa que tomó la decisión correcta, dice que no se arrepiente y que no echa nada de menos el bullicio, aunque sí que opina que hay cosas negativas de la vida en el pueblo. "El hospital más cercano lo tenemos a 40 minutos y las bajadas con 40 minutos de curvas. Me da un poco de miedo si le pasa algo a algún niño", explica.
Vivir entre dos mundos
Además, también hablamos con Alipio García de Celis, geógrafo y profesor, que vive a caballo entre la ciudad y el pueblo, porque pasa la mitad de la semana en cada lugar. "Vivo entre los dos mundos", aunque explica que ambos lugares le hacen feliz igualmente: "La felicidad no la encuentras en un determinado lugar, como no la lleves tú no te está esperando en ningún sitio", asegura, y añade que el teletrabajo le ha permitido compatibilizar bien esta faceta.
La soledad, uno de los grandes problemas
Alipio es de Lazado, un pueblo perteneciente al ayuntamiento de Murias de Paredes, en las montañas de León, donde en invierno apenas llegan a los 9 habitantes. Explica que los pueblos de la zona, con el vaciamiento que ha habido desde los años 50, se han quedado en casi nada.
Cuenta que la soledad y la reducida oferta humana que hay alrededor es uno de los grandes problemas de la vida en el pueblo. "Si tienes suerte como es mi caso y tienes unos buenos vecinos y te llevas bien, pues genial, porque te tienes que llevar bien". Señala que dependes de ellos y que ellos dependen de ti para las situaciones de emergencia y que es muy importante llevarse bien con los vecinos. "Ya sabéis esa frase de 'Pueblo pequeño, infierno grande'. Hay que saber gestionar las relaciones humanas y los conflictos en una comunidad muy pequeña", comenta y añade que la diferencia con la ciudad es el anonimato, mientras que en el pueblo eso no lo hay.
Conexión a internet en los pueblos
Sobre la falta de conexión a internet, niega que no se pueda tener internet con la tecnología que hay hoy en día. "Hasta yo tengo internet con la línea telefónica", explica, aunque dice que la conexión no es ninguna maravilla y que tiene sus limitaciones porque a veces falla "un poquito", pero que se puede trabajar.
Cómo compensar el aburrimiento
Alipio explica que una de las claves para compensar el aburrimiento es tener mucha vida interior. "Uno tiene que tener claro qué es lo que busca en la vida del pueblo porque no hay cine, ni escaparates y vives con los ritmos de la naturaleza de una forma mucho más clara", relata, pues no hay una serie de atractivos y de actividades que sí que tienes en la ciudad. "Lo que sí hay contacto con la naturaleza, aire limpio, silencio, contacto cercano con los vecinos… La falta de anonimato puede tener su parte negativa, pero también puede ser positiva. Todo eso depende de lo que vayas buscando, es una cuestión muy personal", concluye.