Ángela de Madrid dice que le encanta "la cerveza bien tiradita". Y recuerda que hace años, cuando trabajaba en la fábrica de Mahou en el Paseo Imperial de Madrid, "organizaban un tour, te enseñaban la fábrica, regalaban cosas, nos enseñaban cómo se hacía la cerveza...". "Nos poníamos hasta arriba de comer y de cerveza", asegura.
También desde la capital nos llama Carmen, que vivía en Múnich con sus padres y cuando tenía 15 años fueron "a ver" la fiesta del Oktoberfest. "Yo quería tomar una cerveza porque era lo que bebía todo el mundo, pero cuando me la trajeron resulta que era de un litro porque no las había pequeñas", cuenta. Señala que su padre le dijo en broma "te la has pedido así que ahora te la tomas", y ella la bebió entera. "Al levantarme me tuvieron que coger entre mi padre y unos amigos porque estaba grogui, es la vez que más me he emborrachado en toda mi vida", dice.
Desde Valladolid nos llama Ana, que comenzó a tomar cerveza en Berlín. "Allí no te la puedes pedir con limón", dice, y destaca que aunque al principio no le gustaba mucho, "luego a base de beber le coges el gustillo".
Volvemos a Madrid para escuchar a Natalia. "No había corrido en la vida y me apunté a la carrera de las aficiones, entre merengues y colchoneros con mi hija", explica, y añade que en el kilómetro 8 dijo "o me tomo una cerveza o no sigo". "Me paré en un bar, me la tomé y llegué a meta; fue gracias a la cerveza, que me dio ánimo", sentencia.
Y Pilar nos cuenta que en su casa de Orgaz, en Toledo, tienen un grifo de cerveza. "Los que nos traen los barriles dicen que en esta casa se bebe más que en muchos bares", destaca.