Madrid | 25.01.2022 07:44
Ya sé que las comparaciones son odiosas. Pero si se compara el número total de inmatriculaciones desde 1998 hasta 2015 (casi 35.000) con el de inmuebles irregularmente certificados (965), es evidente que hubo apropiaciones indebidas, pero menos de las pensadas.
Si se recuerda que toda la izquierda, también el PSOE, hizo de esto la gran batalla anticlerical del siglo XXI, es también evidente que los decibelios fueron también más altos que lo que llamas las nueces. Lo que a mi juicio importa en este episodio es el cambio que se produjo en el poder político: cuando se levantó esta liebre, la clientela sanchista estaba enardecida; obispos y curas de pueblo eran poco menos que salteadores de propiedades de viejecitas que morían sin testar o de terrenos abandonados no se sabe por quién.
Cuando termina la batalla, Pedro Sánchez no llegó a ponerse una casulla, pero se presentó en la Conferencia Episcopal, no sé si rezó, pero asistió a una oración de Sus Ilustrísimas y dio por mejor la cifra de inmatriculaciones falsas presentada por los obispos que la elaborada por el ministerio de Justicia, notablemente superior.
Pedro Sánchez quiso cerrar esa herida, quiere incorporar a su currículo un nuevo e insólito acuerdo pacificador, compite con Yolanda Díaz en su emoción por las sotanas, y de acuerdo con la inspiración de Don Quijote, se dijo como declaración de intenciones: “Con la Iglesia yo no quiero topar”. Y los obispos respondieron: amén.