Madrid | 22.09.2021 07:40
Ojala fuese eso, director. Ojalá asistiésemos al saludable fenómeno de que la política o la economía unen en las autonomías lo que la lucha por el poder rompe en la cúspide de los partidos. Pero lo que ocurre quizá sea algo más sencillo y a la vez más profundo.
Más sencillo, porque Moreno y Puig o los presidentes de las Castillas y Aragón no compiten por el mismo gobierno y por tanto se pueden entender. Tienen problemas comunes y la necesidad crea la virtud del entendimiento y creen que la unidad les hace más fuertes. Tan fuertes, que Nadia Calviño se alarma y alerta de que la creación de bloques a nada bueno puede llevar. Pues ya hay nuevos bloques. En la cúspide un bloque de derechas y otro de izquierdas. En la gobernación de lo próximo, los bloques de la necesidad.
Y es más profundo, porque la España que no es Madrid se empieza a alinear. Quieren dinero para los servicios que prestan. Esto, en tiempos de Ortega, se habría llamado la rebelión de las provincias. Ahora es la rebelión de las autonomías, a las que se entregaron muchas competencias, no tienen con qué pagarlas y temen, encima, que la Mesa de Diálogo les deje atrás.
Miran cómo Sánchez solo tiene ojos para Cataluña, ven cómo Casado está en su guerra de los jueces, y ellos se preguntan cómo pagan la nómina. No es una alternativa a la crispación de arriba. Es defensa propia. Y es la constatación de que, donde no hay lucha por el poder, lo prioritario es ocuparse de las cosas de comer.