Madrid | 12.04.2021 07:44
Lo malo, director, es que esa estadística todavía se puede empeorar si se piensa que casi la mitad de esos jóvenes están en paro y, hoy por hoy, no tienen esperanza de conseguir un empleo, ni siquiera precario. Me preguntas si pueden tener vida estable o hacer algún plan de futuro y la respuesta es evidente: ni planes de futuro, ni vida estable, ni nada de nada. Su objetivo tiene que ser sobrevivir y, como humanos que son, pasarlo lo mejor posible dentro de su precariedad.
Lo que yo me planteo a la vista de esos informes es qué se hizo del crecimiento económico de este país en los últimos 40 años; cómo se repartió; qué manos y qué sectores se han quedado con los beneficios; cómo se explica esa marginación creciente de los más jóvenes; dónde está la barrera de esa nueva dualidad por razones de edad, que se añade a la dualidad del empleo estable y el temporal, de la España próspera y la vaciada, de la brecha que se mantiene entre varón y mujer.
Ante ello, asombra el debate político que se hace en este país, sobre todo el debate electoral, que ha decidido dejar a la juventud y su dramática realidad social en el silencio vergonzoso de la falta de soluciones. Digámoslo claro: esa realidad no se puede sostener así durante mucho tiempo. A esa multitud de jóvenes maltratados no se le puede pedir ni lealtad, ni adhesión, ni respaldo al sistema político. Y lo que no entiendo es cómo su clamorosa marginación no ha provocado todavía una revuelta social.