CON RUBÉN AMÓN

Rubén Amón indulta al Papa Francisco, que cumple 80 años

Pongámonos solemnes porque voy a indultar a Francisco. No al cantante. De quien espero la condena eterna. Sino al Papa. Y no por arbitrariedad ni devoción, sino porque acaba de cumplir 80 años. Que es la edad de Berlusconi, de Vargas Llosa y de Robert Redford.

ondacero.es

Madrid | 19.12.2016 10:17

Tranquilidad, no estoy haciendo correlaciones cipotudas. Sino localizando un año, 1936, en que vino al mundo el primer papa latinoamericao de la historia. De Buenos Aires tenía que ser. Y porteño sigue siendo, con ese acento que lo convierte en divinidad bolivariana. Lo veneran Maduro, Correa, Castro, Kirchner. Y Evo también, con la manzana de la tentación en la mano.

Es un papa más de progres que de conservadores y casi más de ateos que de fieles. Lo prueba el predicamento que ha adquirido entre los líderes de Podemos a cuenta de su beligerancia contra el capitalismo, su conciencia medioambiental y su incitación cristiano-comunista contra el sistema. Los ricos le quitan la comida a los pobres.

Un papa carismático, no ya populista, sino papulista, un híbrido conceptual que reúne la idolatría y el pontificado. Y que no contradice la obstinación con que Francisco quiere parecerse al padre Ángel en esa idea del obispo con olor a rebaño que le reclamó a su jerarquía.

Goza el Papa de un estado de total inmunidad en su demagogia y sus connotaciones entrañables. Y lo observamos como un revolucionario pese a no haber alterado un sólo principio dogmático de la Iglesia.

Quiere decirse que le atribuimos lo que no ha hecho y que celebramos lo que no ha dicho, de tal forma que Francisco, su mérito tiene, es el primer jefe de Estado y hasta el primer pontífice que está cumpliendo el programa que no había prometido.

Cae bien Jorge Mario Bergoglio. Inspira ternura su candidez entre los lobos vaticanos. Y es una figura enormemente ilustrativa de nuestro tiempo. Líderes de la forma, predicadores del buenismo. Francisco dice lo que quieres escuchar. Y lo dice bonito, sin arrastrar las erres que hicieron de Ratzinger un Papa destestablemente añorado.