El PSOE es la formación que hoy, cronómetro en mano, peor soporta el paso del tiempo. Tienen que fijarse en el PP, que cada día les pilla algo más cerca. Por ejemplo, en lo del PP de este fin de semana, donde se escucharon ovaciones rotundas, de esas tan fuertes y seguidas que impiden saber porqué comenzaron y hacia dónde van, pero estimulan al respetable. Las palmas tienen un componente contagioso cuando se accionan en tribu. Las gentes de los partidos son muy aplaudidoras. Jalean compulsivamente cualquier ocurrencia.
El PP, sin ir más lejos, es muy palmero. Motivos para el entusiasmo no se aprecian en una primera inspección ocular, pero ante la falta de estímulos favorables lo mejor es crear una ficción entusiasta con jolgorio, gritos de exaltación y vítores. Más o menos, como en el fútbol. Y es que lo de Cristina Cifuentes sólo es posible salvarlo desde la ovación, aunque con las córneas clavadas en Ciudadanos, que le va a dar más guerra que la presidenta de la Comunidad de Madrid, lista ya para saltar del avión propulsada en cuanto Rajoy le aseste otro par de silencios.
Será en cualquier momento, preferiblemente cuando se confeccionen las listas autonómicas para Madrid. Entonces nadie responderá desde la torre de control. Esta mujer ha conseguido hacer de su tinglado universitario un modelo de irracionalismo político, un vuelo sin motor.
Convertir lo elemental de un pufo en un laberinto gripado de los de poner el mundo al revés. Le traicionan los aplausos de defensa. Son clavos de ataúd político. Y, de paso, dejan un recado para nosotros, la prensa: SuperCifu es inocente mientras las pruebas de su avío sólo sean periodísticas. Así nos va. Turno para Ciudadanos, que ahora debe elegir entre ser el relevo o la alternativa. No es lo mismo.