EL BLOG DE ALSINA

Se veía venir. Desde el sábado por la noche

Les voy a decir una cosa.

Se veía venir. Desde el sábado. Desde el sábado por la noche. Desde...Eurovisión. Si sacas a nuestra representante vestida de cariátide griega, luego no te extrañes del efecto contagio.

ondacero.es

Madrid | 28.05.2012 20:18

Foto de archivo | EFE

La vistieron de griega, le pusieron a cantar una canción doliente sobre la ruptura sentimental que clarísimamente evocaba la crisis de la zona euro -“quédate conmigo, Grecia, quédate conmigo”- y ha pasado lo que incluso Krugman -si hoy hubiera escrito un post sobre cómo a España le iría mejor si tuviese festival de la canción propio y no dependiera tanto de la política música del resto de Europa-, incluso Krugman habría sido capaz de preverlo: los mercados, que nunca han sido muy de matices, han visto en España una extraña sintonía con lo helénico y nos han mandado la prima de riesgo al último campamento base antes de coronar el Everest, o sea, a tomar viento. Por encima de los quinientos puntos, o traducido, que nos reclaman los inversores, a cambio de prestarnos por diez años su dinero, un cinco por ciento más de interés que a los alemanes.

Lo nunca visto: 510 puntos de prima en algunos momentos de la mañana. Hubo un tiempo en que nos dijeron, las autoridades, que una prima por encima de los 300 puntos, malo malo. Que por encima de los 350, empezabas a sentir cómo te temblaban las piernas. Y que por encima de 400, ya dejabas de sentirlas. No siento las piernas. Si pasaba de 450, ya podíamos darnos por fastidiados, el abismo mismo. Y por encima de 500, bueno, por encima de 500 era una hipótesis que nadie aceptaba: más que quinientos, muerte segura. O sea, rescate seguro. S.O.S., Europa, ya no podemos financiarnos a la manera tradicional en los mercados. Esto era lo que se decía, pero con el paso de los meses hemos aprendido que la prima ésta es más elástica de lo que nos contaban. Puede tocar el cielo, como ha hecho hoy, sin que aparezcan por aquí los cuerpos de operaciones especiales europeos con sus hospitales de campaña para hacernos a todos la respiración asistida.

Después de todo, la prima es un diferencial, es el sobreprecio que hemos de pagar en comparación con Alemania, y como Alemania está financiándose al cero y pico por ciento -los inversores se pelean por prestarle su dinero a la señora Merkel, déjanos prestarte, Ángela, aunque sea gratis-, el interés real que tendríamos que pagar hoy por nuestros bonos, si hubiera habido subasta, estaría en torno al seis por ciento, por debajo de aquel siete por ciento que tocamos en noviembre pese a que entonces estaba la prima más baja. Esto es así, pero claro, como el presidente anterior hizo de la prima de riesgo su marcapasos político -se pasaba todo el día preguntando “cómo va la prima, cómo va la prima”- y como el Partido Popular, en la oposición, convirtió la prima en el termómetro de la salud de España y de la credibilidad del gobierno, pues toca recoger lo que uno sembró: la prima ha batido todos los récords, por qué, presidente, por qué.

El gobierno tiene muy trabajado el discurso de qué debería pasar para que se enfriara la prima, se resume en tres palabras: que actúe Mario -Mario Draghi, el BCE-; esto lleva dos semanas diciéndolo, por activa, por pasiva y por perifrástica. Con escaso éxito, por cierto, porque el señor Draghi sigue silbando. Pero nos tiene ayunos el gobierno de su explicación, o su interpretación, del porqué se ha disparado tanto la prima en estos últimos tiempos. Cuando Rajoy dirigía la oposición insistía más en esta segunda parte que en la primera: lo relevante, entonces, era la causa de que la prima se disparara, porque la causa era...el gobierno de entonces, sus vaivenes, sus cambios de criterio, sus números mutantes, o sea, el descrédito de Zapatero.

La solución para bajar la prima que el hoy presidente recetaba entonces no era que actuara el Banco Central Europeo, sino que dejara de actuar Zapatero, que se fuera. Méritos hizo el presidente anterior para que le enseñaran la puerta, porque su gestión económica no pasará a los anales de la pericia y la clarividencia. Pero resulta incoherente que quien tanto tiempo dedicó, hace apenas medio año, a explicar que la subida del riesgo país era consecuencia de nuestros propios errores (o de los del gobierno de entonces) rehúya ahora ese argumento y atribuya las penurias de nuestra deuda pública a la incertidumbre griega y la pasividad del Banco Central Europeo. No cabe esperar que el ahora presidente se obsesione, como el anterior, con la cotización al minuto de la dichosa prima, pero sí que, en coherencia con el Rajoy anterior, alcance a ofrecer una explicación -la que él tenga- a lo que está pasando.

El señor Draghi tiene en su mano abrir el grifo de las compras para rebajar tensiones, es innegable, pero alguna consecuencia estará teniendo en nuestro crédito exterior la sucesión de cambios de criterio, de modificación de datos oficiales, de revisión de las exigencias a la banca y de rectificación de estimaciones de a cuánto ascienden los activos de riesgo. La espantada de inversores internacionales que está sufriendo España no es un fenómeno natural como los huracanes o la sequía, es un proceso racional que tiene causas, entre las que se encuentran la situación de nuestras finanzas públicas, la enorme deuda que arrastramos en el sector privado, las vías de agua detectadas en el sector bancario y la actuación atropellada del gobierno, que en sintonía con el anterior, transmite la impresión de ir siempre a salto de mata.

Por alguna razón que él mismo no ha llegado a explicar, el presidente del gobierno se animó a comparecer ante la prensa en la sede nacional de su partido. Por alguna razón que tampoco se explicó escogió hacer en la sede de Génova aquello que no hace en la sede de la presidencia del gobierno, responder a las preguntas (y las inquietudes) que le plantean los periodistas. Tal vez es que le caen más simpáticos los periodistas que cubren la información de su partido que los que cubren la información de su gobierno. Cabe imaginar que el presidente buscaba, en esta comparecencia pública, emitir un mensaje que entendía indispensable en este momento, necesario en un día como éste. Pero de su comparecencia no queda claro ni cuál era ese mensaje ni a quién iba dirigido.

Decir que la situación de Bankia no influye “absolutamente para nada” en la prima de riesgo porque los 500 puntos se deben a “las dudas importantes sobre Grecia” es despejar el balón a la grada. Su frase más comentada fue ésta: “No va a haber ningún rescate de la banca española”. Entiéndase que se refería el presidente a un rescate “europeo”, porque rescatar, lo que se dice rescatar, aquí ya hemos tenido que rescatar unos cuantos bancos. Antiguas cajas. Empezamos con Caja Castilla la Mancha, seguimos con Caja Sur, la CAM, y ahora CatalunyaCaixa, NovaCaixaGalicia, el Banco de Valencia y, naturalmente, Bankia. 23.000 millones de rescate para ésta última, multiplicando todas las estimaciones que hizo De Guindos y sin que se haya explicado aún, por parte del gobierno, bajo qué fórmula se le va a meter todo ese capital a Bankia.

Dinero público que, a la luz de lo que dijo Goirigolzarri, ya no será en concepto de préstamo, sino como capital puro y duro. No se devuelve porque el propietario del banco es el mismo que le mete el dinero, el Estado. Si el presidente iba a comparecer hoy, debería haber previsto que se le iba a preguntar cómo se va a hacer lo de Bankia. Que ni él mismo conozca aún la respuesta no ayuda a generar eso que tantas veces se menciona, ¿cómo era?, ¡la confianza!