OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Sánchez ya tiene las elecciones que quería, y los demás, las que se han buscado"

Pues nada. Sánchez ya tiene las elecciones que quería. Y los demás ya tienen las elecciones que se han buscado.

Carlos Alsina

Madrid | 18.09.2019 08:13

Ésta es la paradoja de un país en el que el fracaso del candidato es, a la vez, su victoria. Canija, pero victoria. Su naufragio es la forma de salirse con la suya. El Parlamento que representa al país no le quiere de presidente. Y él celebra que así sea porque le han convencido de que, en noviembre, tendrá más escaños que ahora y el nuevo Parlamento se rendirá por fin a sus encantos.

Subrayemos esta mañana una cosa: Sánchez no fue propuesto ayer por el rey porque Sánchez no ha querido ser propuesto. Habría bastado que le dijera al monarca ‘quiero intentarlo hasta el final’ para que el rey le hubiera dado vía libre. Total, no habría nada que perder. Salvo otra votación. Y otro debate.

Pudo intentarlo una última vez, pero no ha querido.

• Y ésta es la paradoja de un país en el que los rivales del presidente que quería elecciones asumen en público, como almas en pena, que entre todos le han dado justo lo que él quería. Le allanaron el camino, le regalaron los argumentos, le cedieron el guión de una película de la que han salido abrasados Iglesias y Rivera, sobre todo. El primero, dejando pasar el gobierno de coalición que se le ofreció. El segundo, edificando su pequeño trono naranja sobre el ‘no es no’ para acabar haciendo una pirueta que casi nadie se ha tomado en serio. Mal asunto cuando tu ‘solución de Estado’ no aguanta en pie ni doce horas.

Volveremos a votar. El que quiera. En abril el estribillo de la izquierda fue paremos al trifachito de Colón y el estribillo de la derecha evacuemos a Sánchez de la Moncloa. Lo de los bloques que venía a ser un bipartidismo camuflado. Y con Vox de actor debutante concentrando sobre sí la fuerza de los focos.

Hoy en Vox no se fija casi nadie. Pasó sin pena ni gloria la presencia de Abascal en la Zarzuela. Y a las nuevas elecciones de noviembre vamos con un guión bien distinto al de abril. Ya no toca la alerta antifascista. Toca alerta sanchista para inundar con su salmo doliente –-nos lo han hecho imposible— el territorio de Podemos a su izquierda y Ciudadanos a su derecha. Sánchez sale a merendarse a Iglesias y dejar malherido a Albert Rivera.

No hay drama alguno en tener que elegir un Parlamento nuevo. ¿Cómo era aquello que predicaban activistas que hoy son diputados? Democracia es votar. Democracia no es votar sólo cada cuatro años. Pues mira, ahora votamos cada seis meses, más democráticos no podemos ser.

El drama no es volver a las urnas. Si acaso el drama es la poca altura del debate público en el que nos hemos instalado.

El bochorno de escucharlos a todos, a todas horas, presumir de que sólo piensan en el interés del país, la estabilidad, las reformas, nada peor que otros seis meses de provisionalidad, la cháchara, la verborrea, el mítin a todas horas. Enamorados de sus golpes de efecto, sus tácticas de la señorita Pepis, sus relatos. Enamorados de sí mismos. Y de sí mismas.

Le preguntaron anoche a Sánchez si se anima a pedir disculpas a los ciudadanos por el espectáculo bien poco provechoso de estos meses. Atención no a lo que dice el presidente sino al rato que se queda callado.

Sostiene Sánchez dice que no hay ninguna mayoría posible en el Parlamento y que por eso no hay investidura posible. No es verdad. Claro que hay mayoría posible. Hubo ya una para elegir presidenta a Meritxell Batet. Lo que no ha querido que haya es una mayoría supeditada a compartir el gobierno con Podemos y en los términos en que Podemos le exigía.

Y no han querido los demás líderes políticos intentar siquiera una fórmula alternativa a la de Sánchez. Si el ganador de las elecciones no te vale, tendrás que buscar otro camino, si no, eres inútil: en eso consiste explorar, dialogar, negociar, ceder, en fin, todo eso de lo que presumía la nueva política. Para decir que no y esperar a que los votantes repartan cartas distintas no hace falta ver ni House of Cards, ni Borgen ni Érase una vez el hombre.

Sánchez aprovechó el púlpito de la Moncloa anoche para lanzar su campaña victimista. Y su colega Óscar Puente le echó un cable difundiendo una foto que hizo en la cafetería del Congreso. Salen Iglesias y Rivera hablando. ¡Qué escándalo de Parlamento, dos tíos parlamentando! La maquinaria propagandística se puso en marcha y lo siguiente fue desempolvar una foto de Aznar y Anguita. Vuelve el PSOE con la matraca aquella de la pinza, qué pereza señora.

Sánchez no es víctima de ninguna pinza porque Sánchez no es víctima. Repitamos: no hay nuevo intento de investidura porque él no ha querido.

El no es no se lo inventó Sánchez en 2016. A él corresponde la paternidad del bloqueo político en España. No sea modesto el presidente y no rehuya su condición de pionero. El cordón sanitario al candidato con más escaños también lo inventó él. Los demás son sólo discípulos aventajados.

Hoy más que nunca es la España medio hacer. Y lo que es peor: sin la seguridad de que a la vuelta de noviembre estos mismos que han probado su ineptitud ahora vayan a redimirse sorprendiéndonos a todos con su pericia.

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