OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Entre la revolución y la moqueta, Podemos acabó escogiendo la moqueta"

Compareció el presidente del gobierno, un domingo por la mañana en la Moncloa, y lo primero que dijo fue que ayer, tampoco. Que lo de responder preguntas de los periodistas aún no toca.

Carlos Alsina

Madrid | 13.01.2020 08:14

No se le pudo preguntar nada a Pedro Sánchez ayer. Ni anteayer. Ni el viernes. Ni ningún día. Desde el diez de noviembre no ha dado una entrevista.

Ya, para mañana.

No vaya a ser que te pregunten, por ejemplo, si para ti Joaquim Torra es aún presidente de la Generalitat de Cataluña o si Roger Torrent, escudero de tu socio Junqueras, ha incurrido en rebeldía al proclamar el viernes que Torra sigue siendo diputado autonómico aunque la Junta Electoral (sin que el Supremo la desmienta) diga que ya no lo es. Ignoremos las resoluciones judiciales y hagamos ver que aquí no ha pasado nada. ¿Torra es diputado del Parlament hoy lunes, 13 de enero, a las ocho de mañana o no lo es? ¿Puede ser presidente autonómico sin ser diputado o no puede? Y si no puede, ¿por qué viaja hoy a Estrasburgo a participar del estreno de Puigdemont y Comín como eurodioputados? Y si no puede, ¿en calidad de qué se reunirá con el presidente Sánchez para ponerle entre los dos las patas a la mesa de negociación entre el gobierno de España y el gobierno autonómico de Cataluña?

La mejor manera de controlar las primeras páginas de los medios informativos es no darles material para destacar lo de Torra y dejar en segundo plano tu microespacio promocional sobre las bondades del nuevo gobierno que has montado. Mucha noticia no hay en que el presidente de un gobierno presuma de lo bien que le ha quedado. Ni siquiera en que haga de la necesidad virtud y nos explique a todos que precisamente porque es un gobierno de coalición nos hace parecernos más a Europa, porque en Europa anda compartiendo gobierno todo el mundo. Cuando tocaba predicar que no hay gobierno más deseable que el monocolor, se predicaba. Cuando toca presumir de hacer un gobierno de coalición, pues se presume. Hace año y medio no había prueba mayor de la modernidad del gobierno que el hecho de que tuviera más ministras que ministros y ahora que ya no la tiene (ahora hay empate) lejos de considerarlo un retroceso se considera la prueba de que por fin van a tener voz en España las mujeres.

Ponga fecha el presidente: desde cuándo era España un país de mujeres sin voz y si es ahora cuando deja de serlo. Uno se pone estupendo leyendo los eslóganes que le han escrito en el discurso y parece que con él esté empezando todo. Pero no, no empieza. Todo gobierno es una continuación de la historia. Cuánto sea capaz de cambiar las cosas habrá que medirlo cuando lleve ejerciendo un tiempo largo. Sánchez ya lleva gobernando un año y medio, la novedad es compartir el gobierno con Iglesias y sacar del gabinete a ministros que, al parecer, no encajaban en el nuevo tablero. Los caídos: Magdalena Valerio, ministra de Trabajo, José Guirao, Cultura, María Luisa Carcedo, Sanidad, y Dolores Delgado, Justicia.

Nuevos perfiles que exigen las nuevas circunstancias. Aquí había otra pregunta pertinente que ayer no se le pudo hacer al presidente: ¿qué nuevo perfil requieren las circunstancias actuales para el ministerio de Justicia? Por qué no sirve para el puesto ahora Dolores Delgado.

El último nombre en ser anunciado en el bombo de la Moncloa fue, cosa rara, el del ministro de Justicia. Cosa rara porque el elegido ha sido Juan Carlos Campo, que era el candidato natural para ese ministerio no sólo ahora, sino ya en 2018. Ha sido el responsable de Justicia del PSOE desde hace años y tiene buena mano con las distintas asociaciones judiciales. Su principal tarea va a ser resucitar la negociación con el PP para la renovación del Consejo del Poder Judicial. Que lleva aparejada la elección de nuevo presidente del Consejo y del Tribunal Supremo. Lesmes cumple ya un año en situación de provisionalidad.

Juan Carlos Campo, fue uno de los principales críticos (en coherencia con lo que piensa) con la prisión permanente revisable. La pena máxima de nuestro Código que introdujo la mayoría parlamentaria del PP contra el criterio dele PSOE y de Podemos. No parece que ahora que tienen el poder de derogar esa medida vayan a hacerlo.

A las diez de la mañana, los ministros prometen. Campo, Justicia; Arancha González Laya, Exteriores. Escrivá, Seguridad Social, Illa, Sanidad, Rodríguez Uribes, Cultura, Darias, Territorial. Por mencionar sólo los últimos que se fueron conociendo. La gran novedad, con todo, es que haya ministros de Podemos. Iglesias y los miembros de su minigobi, Montero, Garzón, Díaz, ya no sólo forman parte del sistema (en eso llevan años) sino que están en la parte más alta de la jerarquía del sistema, el poder ejecutivo. Entre la revolución y la moqueta, Podemos acabó escogiendo la moqueta. He hizo bien. Porque en la España de 2020 la sociedad está más por la reforma que por la ruptura. Por el presente mejorado que por la impu-nación del pasado. Qué no le habría dicho el Iglesias de 2014 a este Iglesias de ahora. Pero en eso consiste el cambio y la evolución. En asumir que cuando dudabas de la convicción democrática de los demás, porque formaban parte del sistema, porque estaban arriba mientras otros estaban abajo, estabas incurriendo en una soberana arrogancia que el tiempo ha venido a poner en su justo sitio.

Sánchez proclamó ayer que su gobierno tendrá varias voces, pero una sola palabra.

Pudo parecer una broma sobre sí mismo pero no lo era. Difícil es que un gobierno como éste tenga una sola palabra cuando quien lo preside tiene tantas palabras como en cada momento le convenga.

Hoy toman posesión, mañana se reúne el nuevo gobierno en la mesa tamaño portaviones que es el nuevo consejo de ministros y, a partir de ahí, habrá que ver lo que hace y lo que no hace el nuevo Ejecutivo. Será por lo que haga y por lo que decida no hacer por lo que haya que medir, y juzgar, al nuevo gobierno de España.

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