Monólogo de Alsina: "A este paso hacen presidente al Rey Felipe"
No han pasado ni tres días de las elecciones y ya se lanzan algunos a sugerir que se busque un presidente sin carné de afiliado y, atención, por encima de los partidos. O traducido, que el nuevo presidente del gobierno no sea ni Rajoy, ni Sánchez, ni Iglesias, ni Rivera. Ni siquiera Rufián, que es el de Esquerra. Un outsider, alguien que no esté en la política y que sirva para que lo apoyen partidos distintos. Como entretenimiento para comidas y cenas navideñas, el juego vale. Como planteamiento serio para la investidura de un nuevo presidente no pasa de ser un bla bla bla a día de hoy sin la menor consistencia.
La hipótesis ésta de un independiente al frente del gobierno se había colado hasta ahora, como pura hipótesis, al plantear un gobierno común de PP y PSOE. Dado que ambos líderes han encajado un resultado malo y dado que ambos no pueden ni verse, búsquese un nombre comodín que permita a socialistas y populares compartir gabinete. Especulando, que es gerundio. Pero el martes se sumó a este bombo especulativo el número dos de Podemos, Iñigo Errejón. Que no ve a Pedro Sánchez al frente de un gobierno de izquierdas (con Podemos se entiende) pero sí a una figura independiente. O algo así. Les confieso que la explicación que dio en Onda Cero yo no la he entendido. Para hacer aquello que corresponde a quienes han sido elegidos legisladores ahora resulta que sería deseable que aparecieran figuras por encima de los partidos.
Los dos ejemplos que pone Errejón son la reforma de la ley electoral y una norma que impida que nadie se quede sin suministro eléctrico. Dos iniciativas perfectamente viables que deben debatirse y, en su caso, aprobarse en el Parlamento. No parece necesario que haya un presidente sin carné de ningún partido para hacer reformas legales. Ni parece fácil de entender que aquellos que han criticado amargamente que haya personas o compañías gobernando, dicen ellos, en la sombra y sin haberse presentado nunca al examen de las urnas estén apostando ahora por aupar al gobierno a alguien que no se haya presentado ni a unas primarias, ni a un debate de televisión, ni a unas elecciones.
Como la investidura de nuevo presidente —sea Rajoy o sea otro— se prolongue mucho, vamos a asistir a piruetas y giros argumentales fascinantes, ya verán. Va a ser interesante ver cómo defienden ahora un presidente paracidista los mismos que criticaban a Ana Botella (o a Susana Díaz en su momento) por no haberse presentado, decían, a las elecciones. Ser número dos de una lista no les parecía suficiente legitimidad democrática pero ser número nada, no haber concurrido en lista alguna, se va a convertir ahora en un activo. Ver para creer. Con razón dijo el otro día Rajoy que va a ser mejor olvidarse de bucear en las hemerotecas. Empezando, seguro, por él mismo.
Rajoy puede mirarse, en efecto, en el espejo de Susana Díaz. Vidas paralelas. Ganó las elecciones andaluzas de largo pero sin diputados suficientes para ser investida. Y sin grupo rival que estuviera dispuesto a prestarle ayuda. El PP, en la oposición, decía “por supuesto que votaremos no”. Lo decía Podemos, lo decía Ciudadanos hasta que pactó un cambio de criterio. Los otros partidos eran incapaces de ponerse de acuerdo para presentar un candidato alternativo a la investidura, pero a la vez se negaban a permitir que fuera investida la ganadora. Y entonces Susana proclamó la doctrina del perro del hortelano: si son ustedes capaces de acordar otro nombre, háganlo, les dijo. Si no, dejen de bloquear el gobierno de quien ha ganado en las urnas. El frente del no, llamaba a todos los demás. Moviola.
Rajoy podría decir ahora lo mismo: señores de los demás partidos, Sánchez, Rivera, Iglesias, ¿son ustedes capaces de pactar un presidente alternativo? Si lo son, háganlo. Si no, dejen que gobierne quien ganó en las urnas. A Sánchez se lo sugerirá hoy mismo en la Moncloa, a la vez que trata de seducirle ofreciéndole, según El País, la presidencia del congreso y un cambio de la constitución que deshaga la reforma express de 2011, aquélla que Sánchez celebró entonces y repudió luego. En aras de la estabilidad política, sacrificamos la estabilidad presupuestaria, raro raro. El gobierno desmintió anoche que ésta vaya a ser la oferta concreta. De hecho, desmintió que haya una oferta concreta ya pensada.
Rajoy negociando.
Al cabo de cuatro años de mayoría absoluta, le toca desempolvar al presidente aquella aptitud que tantos le elogiaron en los viejos tiempos: su don para poner de acuerdo a los contrarios y alcanzar pactos insospechados. La hora de poner en claro cuáles son sus principios y qué, meras conveniencias.
El martes dijo Susana Díaz que los votantes han colocado al PSOE en la oposición. Es una forma de admitir que a quien han colocado en el gobierno, en su opinión, es a Mariano Rajoy. Porque sólo puedes estar en la oposición si tu adversario está en el gobierno. O eso dijo Susana cuando era ella la que aspiraba a la investidura. Moviola de nuevo. Dejar que haya un gobierno para hacerle la oposición. Si ésta era tesis susánica, en coherencia el PSOE debería hacer ahora posible una investidura. Desbloqueándola.
Claro que el PP andaluz, en aquella situación ingobernable en que decían que estaba Andalucía, nunca abogó por un gobierno de Susana en minoría. Bien al contrario: si no tiene usted diputados suficientes, le decían, se siente, convoque otra vez elecciones. El discurso que, celebrado el 20-D, es a Rajoy a quien se le vuelve en contra.