Monólogo de Alsina: "Cuatro años después, las alertas son Cataluña y el yihadismo"
Cuatro años después. Fue otro 20-N, cuando España acudió a las urnas para castigar al PSOE apartándole del gobierno y premiar a Rajoy con una mayoría absoluta que le dio manos libres para hacer lo que considerara oportuno. Tal día como hoy cambió el signo político, al cabo de una campaña electoral que había sido monocultivo: la España que estaba en alerta, decían aquel día los medios, “la sensación de que estar acorralados por la crisis de la deuda y con la prima de riesgo en niveles muy elevdos”, así lo explicaba el diario El País, poco sospechoso de barrer para el PP siendo el rival Rubalcaba.
La alerta que entonces vivía España era económica, de recesión y asfixia financiera. La alerta que cuatro años después vive España, y que alimenta la campaña electoral que está en marcha, es doble pero bien distinta: el independentismo catalán y el yihadismo que ha vuelto a golpear Europa y que no ha dejado nunca de golpear en Oriente Próximo y en varios países de África. Es un ejercicio interesante comprobar cómo en aquellos días de 2011, con España en campaña electoral, Siria se rompía en una guerra civil que enfrentaba ya claramente al régimen dictatorial con una constelación de grupos armados entre los que aún no existía esta filial emancipada de Al Qaeda que luego sería Estado Islámico. Contaban las crónicas de entonces que aquello que empezó como una revuelta popular contra el poder opresor de Al Assad había virado a una guerra interna con todas sus letras en la que Arabia Saudí e Irán movían sus peones. Miren lo que firmaba el periodista Tomás Alcoverro desde Beirut: “Nadie puede entrever”, decía, “ni el tiempo que puede durar este conflicto ni su suerte final. Aquí las incertidumbres son cada vez más peligrosas”.
Libia está a menos de cuatro horas de avión de España. Y allí también está controlando ya una parte del territorio Estado Islámico, como anoche contaba en La Brújula el diplomático Bernardino León. Cuatro años han pasado también de la muerte de Gadafi —-octubre de 2011—-. Y de la revuelta en Egipto que derribó a Mubarak.
En el continente africano son varios los países afectados por la infiltración yihadista. La región del Sahel (el Chad, Níger, Mali, la República Centroafricana) tiene desde hace años presencia militar francesa y, en mucha menor medida, española. Lo hablamos aquí con Javier Solana y él apuntaba que lo que Francia espera, probablemente de nosotros, es que tomemos el relevo allí para que las fuerzas armadas galas puedan volcarse en otros frentes.
El gobierno de España espera la petición formal de Francois Hollande pero ya ha hecho saber que estaría dispuesto a tomar el relevo incrementando nuestra presencia militar en África. Eso es lo que significa esta frase aparentemente enigmática del presidente Rajoy. Lo de hablar poco y hacer mucho.
Hablar poco porque tampoco oculta el gobierno que cuanto más se significa un país en el combate contra el yihadismo más lo pone Estado islámico en su punto de mira. Quien habla mucho es García Albiol, delegado catalán del partido que gobierna España. Agitando el debate de lo que él llama el multiculturalismo, entiéndase, y en su forma de ver el asunto, el problema de que haya gentes de culturas distintas conviviendo en un mismo espacio. Al señor Albiol lo del Toledo de las tres culturas debe de parecerle un anatema. Quien no se adapte a nuestros valores europeos, predica, que se vuelva a su país.
Albiol, que no sólo se erige en portavoz del sentido común (eso dice) sino que identifica, como en él es costumbre, al musulmán con el extranjero conflictivo. O se adapta, o lo repatriamos. Estupendo. ¿Y con el español nacido aquí que no se adapta, qué hacemos? ¿Con el musulmán, o el cristiano, o el ateo compatriota nuestro que repudia nuestros valores y no se integra, a este dónde lo mandamos, si es nuestro? España sabe bien lo que es un grupo de fanáticos que, en nombre de su doctrina (religiosa o política) ejerce la violencia contra quienes no piensan como ellos. El País Vasco sabe bien de qué va eso. Ha habido miles de personas que han tardado décadas en aceptar los valores democráticos en el País Vasco. Tal vez Albiol habría querido repatriarlos, pero resulta que habían nacido todos aquí. Hay españoles que odian, hay españoles fanáticos y hay yihadistas que han nacido en España. Como hay extranjeros que no odian, musulmanes que no son fanáticos y gentes de culturas distintas a la nuestra que cumplen de manera irreprochable con la ley y las normas de convivencia.
Es la ley lo que nos hace iguales, Albiol, y es la ley por lo que debemos ser medidos, no por el dios al que rezamos o las horas hasta las que se prolongan nuestras fiestas en casa. Es la ley que estamos obligados a cumplir todos, y no la lengua o los sentimientos que el corazón de cada uno albergue. Albiol debería ser el primero en saberlo porque ése es justo el discurso que ha estado haciendo cuando de los españoles que intentan romper España se trata. Es la ley y el cumplimiento de la ley, no las costumbres que cada uno tenga en su casa.
Al que no cumpla las normas, castigo. Al que las cumpla, con sus hábitos y sus creencias puede hacer lo que le venga en gana.