Monólogo de Alsina a las 7: "El luto en Cuba prohíbe consumir música ligera y alcohol. Todo lo contrario en Miami: allí la fiesta no para"
Aquí, en La Habana, no es el santoral lo que recita la radio. Es la lista de dirigentes políticos de otros países que han dedicado alguna declaración a la memoria del difunto, del Fidel extinto.
Las emisoras de la isla están obligadas a emitir lo que el gobierno ha llamado "una radio informativa, patriótica e histórica". Que significa que sólo se escuchan exaltaciones al comandante fallecido y duelos y quebrantos de los locutores que evocan la figura del fundador del régimen. En la televisión gubernamental, que es la única, se repiten las imágenes de jóvenes estudiantes concentrados espontáneamente, ¿verdad?, para proclamar que por más muerto que ya esté, Fidel seguirá por siempre vivo.
El luto oficial que está declarado aquí dura hasta el próximo domingo, con prohibición expresa de consumir música ligera y el alcohol de alta graduación. Todo lo contrario de Miami. Al otro lado del mar, en la Florida, la fiesta no ha parado desde que Raúl, el heredero, comunicó al pueblo la desaparición del fundador de la dinastía.
Celebrando la desaparición de Fidel y confiando en que no el quede mucho a Raúl. Como están los opositores, los disidentes en la isla, confiados en que el golpe moral de la desaparición del primer Castro traiga consigo la jubilación política del segundo. Que se vaya, decía ayer aquí las Damas de Blanco.
No se duelen lo más mínimo las Damas de la ausencia de Fidel Castro aunque si han suspendido sus marchas de los domingos para no generar más tensiones.
La multitudinaria despedida de La Habana al comandante se producirá mañana. Y ahí sí echará el resto el régimen para ofrecer al mundo un espectáculo de fidelidad fidelísima que pueda recordarse luego, en a las efémerides que son santo y seña aquí de la televisión única.
La plaza de la Revolución iba a acoger la celebración por los sesenta años del Granma pero acogerá ahora las condolencias de los cubanos y la despedida colectiva que mañana se propone asombrar al mundo. Una enorme fotografía en blanco y negro, de Fidel con la mochila en Sierra Maestra, está colocada desde anoche en la plaza. Sus partidarios equiparan al Castro muerto a la dos figuras que lo acompaña en esa plaza: Martí y el Che. No le habría gustado a Castro que lo pusieran a la misma altura que el argentino.
Que el otro Castro. El hermanísimo que pareció que había llegado al sillón de mandamás para guardarle el sitio al Fidel de siempre se fue afianzando en su posición de presidente ante la mengua física, y política, de su hermano antes todopoderoso. Hoy el Castro que manda aquí es Raul y sería la muerte de Raúl lo que supondría un shock politico para los cubanos. La de Fidel tiene la dimensión histórica, y emocional, de pasar la última página del líder revolucionario que devino en dictador perfectamente convencional. Pero carece de efectos políticos: no hay terremoto ni hay sacudida social. Cuba está secundando, con la disciplina acostumbrada, el luto por una muerte que, a estas alturas, no ha podido sorprender a nadie.
En Francia, ya hay candidato de la derecha tradicional para medirse en abril con Marine Le Pen —la derecha nacionalista y eurófoba— y con quien decida el Partido Socialista. Francois Fillon. No sólo es el candidato de los conservadores, también es el aspirante con más posibilidades de convertirse en el próximo presidente de la República francesa. Los socialistas están en horas bajas, tras una presidencia, Hollande, que no ha entusiasmado a nadie. Y contra Marine Le Pen lo previsible es que se unan, en la segunda vuelta de las presidenciales, socialistas y conservadores.
Contra pronóstico, Fillon se deshizo primero de Sarkozy y se ha deshecho ahora de Alain Juppé, el ex ministro que partió como favorito.
Le ha servido su tono sosegado y un programa de gobierno tradicional, menos beligerante que Sarkozy en materia migratoria pero más tradicional que Juppé en cuestiones religiosas.