El monólogo de Alsina: ¿Era imprescindible el cambio de manos en la gestión de la sanidad?
Les voy a decir una cosa
Lo de Rosell de la semana pasada sirve hoy para un señor que se llama Lasquetty y que fuera de Madrid igual no es muy conocido (en Madrid tampoco es que le paren por la calle para pedirle autógrafos): “Cuidado con lo que deseas, no vaya a ser que lo consigas”.
Hace dieciocho días, el consejero de Sanidad del gobierno autonómico madrileño (que éste era el puesto que, hasta esta tarde, desempeñaba Lasquetty) expresó su deseo de que el Tribunal Superior de Justicia se pronunciara lo antes posible sobre la externalización de servicios en seis hospitales públicos (esto que en muchos medios se llama "privatización de la sanidad", aunque en sentido estricto no lo sea porque la titularidad del servicio sigue siendo pública: debate nominal que, a estas alturas, ya es bastante accesorio).
El proyecto de externalizar seis hospitales se había convertido en el eje de la política sanitaria del gobierno regional, pero las acciones legales (diversas) que se iniciaron contra el concurso (particularmente por la Asociacion de Facultativos Especialistas Afem) congelaron el procedimiento e impideron a González seguir adelante. No ha llegado a producirse una sentencia judicial que declare inviable la externalización sanitaria, pero sí se han ido produciendo resoluciones judicial en un mismo sentido (suspender el proceso hasta que se produjera esa sentencia) que, al final, son las que lo han hecho inviable.
Cuando el consejero (hoy dimisionario) pedía el nueve de enero que el tribunal superior se pronunciara sobre el enésimo recurso, puede que aún tuviera la esperanza de que esa decisión le fuera favorable (aunque las resoluciones anteriores de este mismo tribunal apuntaban lo contrario). Deseó una decisión y hoy la tuvo: los jueces han vuelto a decir lo que venían diciendo, que un plan de dimensiones tan enorme (cinco mil profesionales afectados, muchos millones de euros en juego y, sobre todo (argumento capital invocado por los demandantes), un millon doscientos mil usuarios (ciudadanos) afectados) hace imposible permitir que la externalización siga adelante sin que exista, previamente, una sentencia definitiva que avale la legalidad de todo el proceso.
Lo que el Tribunal, en resumen, ha dicho es que dadas las consecuencias de una reforma como ésta, prefiere pararla hasta estar seguros de que es correcta (no política o ideológicamente, sino desde el punto de vista de la legalidad). Enfrente, lo que el gobierno regional dice es que justo eso, mantener un año o dos suspendido un procedimiento como éste es disparatado, entre otras cosas porque una empresa interesada en gestionar un hospital reclama seguridad de que el modelo seguirá siendo válido.
El tribunal mantuvo hoy la paralización e Ignacio González ha respondido abandonando el proyecto y aceptando la dimisión del consejero Lasquetty. Los seis hospitales seguirán gestionados por la administración; falta que el gobierno regional explique ahora cómo convertirá en factible lo que hasta ahora consideraba inviable. Si el motivo para externalizar servicios era hacer sostenible la sanidad pública madrileña (gestionar distinto para que cueste menos), y dado que ya no va a haber externalización, ¿cómo se sostendrá la sanidad pública en Madrid? ¿Era imprescindible el cambio de manos en la gestión o no lo era? Junto a eso, claro, las consecuencias políticas de un naufragio: el presidente autonómico sobrevivió a una huelga de profesionales sanitarios muy secundada y lidió con el debate social que su iniciativa provocó, vehemente debate regional. Ahora asume que esto no da más de sí y añade otro proyecto-frustrado a una lista en la que ya estaban el euro por receta y Eurovegas.
Va a llegar González a 2015, año electoral en Madrid, con una lista de objetivos cumplidos un tanto escasa. Y año electoral significa año de elaborar listas y decidir candidatos. En Madrid esa lista tiene un padre y una madre, no siempre en sintonía: la madre se llama Esperanza y el padre se llama Mariano.
Antes de eso llegarán las europeas. No sabemos quiénes serán los cabezas de cartel que nos propongan los dos grandes partidos a las importantísimas, cruciales, impresincibles elecciones europeas de mayo (su relevancia es proporcional a la cercanía a la fecha de las urnas, tanto por delante como por detrás; en cuanto se hayan celebrado volverá a su papel de serie B --tercera regional-- el Parlamento europeo), antes de enterarnos de quiénes serán nos vamos enterando de quiénes no van a ser. Jaime Mayor Oreja se cae del cartel. Según la versión oficial, por decisión propia. Y sin que Mariano Rajoy, caso de que esa versión sea cierta, haya tratado de persuadir a Mayor para que reconsidere su postura y se presente de nuevo. En realidad, no consta que Rajoy --jefe de partido que decide personalmente quién encabeza cada una de las listas-- se haya manifestado en ningún momento, ni en público ni en privado, hasta hoy, a favor de repetir el cartel electoral de 2009. No consta que Rajoy le haya dicho nunca a Mayor Oreja que contaba con él para las elecciones europeas (tampoco consta lo contrario). Lo que consta en el comunicado breve y protocolario que ha difundido esta tarde la dirección del partido, es que Mayor le dijo a Rajoy que él no debería repetir como candidato, sin que tampoco se conozca qué razones llevan al ex ministro a concluir que esta vez no toca. Del comunicado-obituario que difundió el PP lo que se desprende, entonces, es que Mayor no quiere repetir, que Rajoy no da muestra alguna de opinar lo contrario y que acuerdan guardarse la noticia hasta que a alguno de los dos le parezca oportuno. Y, por algún capricho del destino, ese día ha resultado ser el mismo en que Alejo Vidal Quadras –-otro veterano del PP al que Rajoy hace tiempo que desterró de sus oraciones— ha venido a confirmar que será la vox cantante de este nuevo partido recién nacido que aspira a abrirle una vía de agua al PP por la derecha.
Dice algo más el comunicado popular, sin decirlo explícitamente. Y es que la carrera de Mayor Oreja se da por finiquitada. Sólo así se entiende que en un papel destinado a informar de que no será el candidato se le agradezca la dedicación que ha demostrado en todos los puestos, tareas y funciones que le han sido encomendadas. No están jubilándole de candidato, están jubilándole del todo. Más aún cuando no se añade esa coletilla tan recurrida de “seguro que desempeñará con la misma dedicación las tareas que le sean encomendadas en el futuro”. ¿Por qué? Porque no existirán esas tareas. Mayor Oreja, para Rajoy --puede que ya antes, pero desde luego ahora-- se da por amortizado. Un agradecimiento a los servicios prestados como éste sólo se emite cuando el aludido o se ha ido del partido o se ha muerto.