El monólogo de Alsina: '¿Tú también, Messi, tú también?'
Les voy a decir una cosa.
Lo que César le dijo a Bruto: ¿Tú también, Messi, tú también? ¿Regateando el pago de impuestos? ¿Tirando de paraísos fiscales y sociedades interpuestas para fingir que no eran tuyos trece millones de euros que sí lo eran? ¿Tú también intentas aportar al Estado de este país que te adora menos de lo que te corresponde en función de lo que ganas? ¿Te das cuenta, Leo, de que contigo se toca techo, que enterarnos hoy de lo tuyo ha sido el final definitivo de nuestra inocencia?
Aún estamos digiriendo lo de Ana Torroja (procesada y en puertas de juicio por fraude fiscal de hasta dos millones de euros) y ahora sale lo tuyo, otro presunto fraude pero este de cuatro millones y en menos ejercicios fiscales. Es lo que tiene el tipo progresivo de IRPF: cuando uno cobra muchísimo dinero y se busca un truco para pagar menos a Hacienda, lo que deja de pagar va en proporción con esos ingresos, es decir, que también es muchísimo. Y eso convierte el fraude a Hacienda en algo más que una falta que se solventa pagando, se convierte en un delito. Por encima de los 120.000 euros defraudados, te persigue la fiscalía (de la mano de la Agencia Tributaria) y el juez te puede acabar sentando en un banquillo.
¿Tú también, Messi? ¿Es posible que, como dice la fiscal Raquel Amado (que igual hasta es seguidora del Barça y fan tuya) cobraras trece millones de derechos de imagen a través de sociedades pantalla (a la manera de Aizoon) pero con domicilio en paraísos fiscales o en países donde se paga menos que en Cataluña? De esto se trata el presunto fraude fiscal, ¿verdad?, de simular que una parte de tus ingresos en realidad no son tuyos para no tener que tributar por ellos como renta personal, impuesto de la renta de las personas físicas. Si la Agencia Tributaria lo detecta, echa cuentas de cuánto te habría correspondido tributar y cuánto has tributado realmente y si la diferencia supera los 120.000 euros, te reclama la cantidad pendiente, los intereses y pasa el asunto a la fiscalía para que ésta se pronuncie sobre la posible pena de cárcel.
Porque el delito fiscal tiene pena de cárcel. Y tratándose de una cantidad superior a los 600.000 euros y existiendo trama de empresas pantalla, hablamos de delito agravado, de dos a seis años de cárcel. ¿Me estás diciendo en serio que Messi puede acabar en chirona? Hombre, sobre el papel sí, en la teoría. Pero en la práctica lo que hace la fiscalía es avisar al investigado de lo grave que es el panorama al que se enfrenta y ofrecerle un acuerdo que evite llegar a juicio, modelo Pallerols. Si el defraudador admite su comportamiento, accede a saldar cuentas y pacta la cantidad correspondiente con el Estado, se informa al juez y el caso queda resuelto. Tratándose de Messi -no porque sea un mito sino porque su patrimonio es muy abundante- no parece que tuviera que haber problemas para que abonara los cuatro millones, más los intereses, la multa y lo que le pueda corresponder, y se evite así el juicio y la posible condena.
De lo que nadie le libra es del roto en su imagen de yerno ideal, caso de que el fraude se acredite. Con España, y por tanto Cataluña, en recesión; con ajustes y recortes a todas horas porque los ingresos del Estado no cubren los gastos (el déficit); eludir el pago de los impuestos que a uno, por sus ingresos, le corresponden es un asunto feo y francamente impopular. Ésta ya no es la España de otros tiempos, cuando uno presumía de no hacer la declaración de la renta -y nunca me han pillado- y su entorno, muerto de envidia, le preguntaba “cómo lo haces, eres mi héroe, qué máquina”. Ésta ya no es la España en la que recibían aplauso los llamamientos a la insumisión fiscal, porque “para que se gaste el gobierno mi dinero, me lo gasto yo”. Esta España de ahora, la de la recesión y el recorte de servicios públicos, tiene muy interiorizado que la supervivencia de los servicios públicos, del “estado de bienestar”, depende de que las administraciones públicas tengan ingresos para sostenerlos.
Ésta ya no es la España que convertía en mártir a Lola Flores porque qué iba a saber ella de sus obligaciones tributarias si estaba todo el día en el escenario haciendo arte. Ésta de ahora es la España que exige que todo el mundo se retrate con Hacienda conforme a lo que le corresponde: y luego que defienda que los impuestos son demasiado altos o, por el contrario, que a los ricos muy ricos (como los cracks del futbol) se les apriete aún más, pero primero que cumpla, con la ley y con el resto de los ciudadanos. Ésta es la lesión -de imagen pública- que hoy ha sufrido Messi. Porque pocos van a poner en duda que, del mismo modo que intentó, presuntamente, regatearle al Estado una parte de lo que está legalmente obligado a pagar, lo habría intentado de haber existido una agencia tributaria catalana con potestad para recaudar ella todos los impuestos a residentes y empresas de Cataluña. Y el amor a Cataluña empieza por sostener los servicios públicos de todos.
Es verdad que esta comunidad autónoma, en situación financiera apuradísima, tiene el tramo autonómico de IRPF más alto de España (el tipo máximo más elevado, como bien saben quienes perciben rentas altas). Pero si quieres pagar menos IRPF lo que puedes hacer es irte a vivir Extremadura, y así lo haces conforme a la ley, no con paraísos fiscales. Monago te cobra un punto menos que Artur Mas, aunque a ti, como eres renta muy alta, no te va a rebajar nada en esta operación bajemos impuestos que ayer ha iniciado y que ha sentado como un tiro a los gobiernos autonómicos de las comunidades que aportan al Estado más de lo que reciben de éste, es decir, aquellas cuyo balance fiscal es negativo. Lo ha dicho Bauzá, el presidente de Baleares: algo no está bien pensado en el sistema de financiación cuando las comunidades que reciben más de lo que aportan (porque se entiende que necesitan más de lo que generan) pueden renunciar a una parte de los ingresos vía impuestos (bajarlos) mientras que las comunidades que aportan más no pueden hacerlo porque no les saldrían las cuentas. A Monago le esperan los demás presidentes en la negociación del nuevo sistema de financiación, cuando le van a preguntar no cuánto dinero necesita, sino cuánto ha dejado de necesitar para no dárselo.