Monólogo de Alsina: "El emir de Qatar y el jeque Infantino"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de 'Más de uno' sobre el comienzo del Mundial de Fútbol que se está celebrando en Qatar, país donde se discrimina a la mujer, gays, etc. Asimismo, recuerda las palabras de Irene Montero en 2020 admitiendo que su ley del 'sólo sí es sí' preveía rebajas de algunas penas.
Madrid | 21.11.2022 08:47
A cincuenta y siete horas de que debute la selección del streamer Luis Enrique en el mundial de Qatar. Ya puede aprovechar el tiempo Feijoo. Igual recuerdan que la semana pasada leímos aquí una crónica que decía: 'Feijoo teme que el efecto mundial favorezca a Sánchez'. Que la atención de España se vea ahora absorbida por Qatar y entre eso, el puente de diciembre y las navidades, las penurias que está pasando el gobierno para explicar la eliminación de la sedición, la reforma de la malversación y las rebajas de penas por la ley del sólo sí es sí se vean aliviadas porque el publico votante está a otras cosas.
El mundial, en efecto, empezó ayer con una ceremonia bastante corriente que no consiguió salvar ni si quiera dios, es decir, Morgan Freeman. Estrella mundial que lo mismo pasea a Miss Daisy que encarna a Nelson Mandela y que ayer interpretó el papel de exaltador de las bondades del fútbol como uniformador de costumbres y países diversos. Y en riguroso playback.
Morgan movía los labios mientras sonaba en el estado lo que él mismo había grabado con esa voz de dios que Dios le ha dado. Recitando el catecismo que le habían preparado la FIFA y el régimen de Qatar. Respetar la diversidad le llaman el emir Al Thanni y el emir Infantino a mirar para otro lado durante las cuatro próximas semanas respecto de la ausencia de libertades públicas en Qatar, la discriminación de las mujeres o la explotación de los inmigrantes. Respetar la diversidad. Y disfrutar con el fútbol, para qué queremos más. Ya se ocupa el emir Infantino, suizo al mando de la FIFA, de bailarle el agua a su socio comercial cargando sobre los europeos el peso de la doble moral (él no la tiene doble ni sencilla) y de ponerse estupendo recitando cómo se siente.
Se siente todas estas cosas porque él también fue discriminado, dice. En su infancia en Suiza. Porque era pelirrojo y tenía acento. Y pecas. Para él viene a ser lo mismo el acoso en el colegio que la persecución institucionalizada de los gays o de las mujeres a cargo de un Estado autoritario. No consta, después de escucharle, cuántos gays, mujeres o inmigrantes explotados en Qatar se habrán sentido Infantinos.
El fútbol manda ya esta semana. No sé si en socorro de Sánchez
El fútbol manda ya esta semana. No sé si en socorro de Sánchez, que la semana pasada fue de más a menos y ésta confía en que sea todo lo contrario. El lunes de la semana pasada estaba en presidente luciendo camisa balinesa en el G-20, una cumbre internacional de las que le suben la autoestima. Bueno, se la suben… Entiéndame, subir más ya es difícil subirla. Empezó con el G-20 pero se le torció pronto la cosa: que si el delito de malversación, que si las rebajas de penas por la ley del sólo sí, que si el desconcierto en el PSOE y la cruz de navajas entre el yolandismo y Podemos. Esta semana espera que vaya al revés. Empieza con la herida todavía abierta de las reducciones de condena y la reacción que, al respecto, tuvo el Ministerio de Igualdad ---todo culpa de los jueces machistas que no saben interpretar una ley magnífica---, pero empieza también con el debate parlamentario de la ley de Presupuestos del año que viene, que concluirá este jueves con la aprobación de las cuentas del gobierno y la celebración consiguiente, y ostentórea, que diría Jesús Gil, de los grupos gubernamentales en el Congreso de los Diputados. Y con razón. Porque no hay prueba más notable de la estabilidad de un gobierno que su mayoría parlamentaria para aprobar las cuentas (con la única excepción de Mariano Rajoy en 2018, que recién aprobadas las cuentas dejó de ser presidente de forma también estentórea).
Sánchez vivirá el jueves un día de triunfo político. Que nada restará, ni añadirá, al desgaste que ha sufrido su gobierno por el uso y abuso del Código Penal. La paradoja de estos últimos días es ver a Podemos invocando la autoridad del Tribunal Supremo como intérprete de las normas en la confianza, claro, de que sea el Supremo quien tapone la fisura por la que se han colado rebajas de condena. Es paradójico porque no le reconoció Podemos la misma autoridad doctrinal cuando el juicio del procés, o la sentencia, o el informe contrario a los indultos. Es paradójico porque debe de ser que, al llegar al Supremo, los jueces se sacuden el machismo y la falta de formación que Podemos les viene atribuyendo a ellos y ellas. Y es paradójico porque ya fue el Supremo quien interpretó la legislación anterior para dejar claro que lo que había hecho la manada se llama violación múltiple y merece la pena máxima de quince años. Hoy cabe recordar que cuando la Audiencia de Pamplona emitió su primera sentencia, la del abuso sexual, ningún partido político dijo: la sentencia no es firme, esperemos al Supremo. Y a quienes pidieron prudencia y esperar al criterio último se lo intentó llevar la jauría por delante. El gobierno tampoco creyó necesario esperar a que se vieran los recursos. De inmediato promovió la reforma de la legislación vigente. Y cuando digo el gobierno me refiero al que había entonces, el de Rajoy.
La Irene Montero de 2020 admitía con naturalidad que su ley previera rebajas de algunas penas. La del 2022 se encomienda al Supremo para que esas rebajas en ningún caso se produzcan
La prioridad del gobierno de ahora es que no haya más rebajas de condena. Echenique, el conocido legislador, ha descubierto una disposición transitoria del Código Penal que él cree que le soluciona todo el debate y a ella sea braza. Porque el debate sobre la horquilla de las penas ha opacado todos los demás aspectos de la ley del sólo sí. Que, como vienen explicando quienes la impulsaron, incluye otras novedades en favor de la mujer atacada, como el llamar agresión a lo que antes era abuso, como la forma de ser tratada en un juzgado, o como la educación en la prevención, que hoy apenas están siendo recordados. En rigor, la ley del sólo sí es sí no nació para endurecer las penas por agresión. Si acaso, fue al revés. Desde el primer minuto ---primer proyecto--- se estableció una nueva tabla de penas que en muchos casos suponían rebajar el castigo que estaba en vigor. En febrero de 2020, recién llegado el gobierno de coalición, El País adelantó el texto de la ley de libertades sexuales con este título: 'La futura ley prevé rebajar las penas a los agresores'. Repito: la futura ley prevé rebajar las penas a los agresores. No hubo escándalo alguno de Podemos. Es más, Irene Montero, en entrevista con el mismo periódico unos días después lo confirmaba: 'Contra la violencia machista no hace falta un código penal más duro, sino una sociedad que le pone freno'. Y añadía: 'El movimiento feminista no tiene una reivindicación punitivista'. Porque el discurso de entonces era ése. La izquierda venía de combatir la prisión permanente revisable que impulsó el PP. El endurecimiento del Código Penal era una cosa de derechas. El feminismo se reclamaba no punitivista. No identifica la protección de la mujer con penas más altas para los agresores.
Ayer lo plasmaban de nuevo en una interesante tribuna cuatro profesoras feministas en 'El País': en contra de la opinión dominante, hay feministas que criticaron esta ley por el endurecimiento de las penas, el punitivismo. 'Si el gobierno hubiera apostado por una política feminista no punitiva', dicen, 'hoy estaríamos en condiciones de defender que el problema fundamental no es que bajen las penas porque eso no hace mala una ley ni desprotege a las mujeres. Pero mantener la apuesta punitiva en el corazón de esta ley ha hecho que hoy tengamos el debate situado en marcos conservadores que facilitan los mensajes de alarma'. 'Jamás se puede llamar machismo', concluyen, 'a las garantías penales'. La Irene Montero de 2020 admitía con naturalidad que su ley previera rebajas de algunas penas. La Irene Montero de 2022 se encomienda al Supremo para que esas rebajas en ningún caso se produzcan