Opinión

Monólogo de Alsina: "A esto iban"

Carlos Alsina analiza en su monólogo la intercepción de la Flotilla por parte del ejército israelí, un momento que sus tripulantes saben que llegaría y tenían como objetivo denunciar.

Carlos Alsina

Madrid |

Había una vez una alcaldesa, que antes había sido activista y cuando perdió la alcaldía volvió a serlo, que llevada de su compromiso con los derechos humanos y la legalidad internacional, se sumó a una expedición náutica de denuncia de la opresión intolerable que el gobierno de Israel perpetraba sobre la población de Gaza.

No se sumó ella sola. Participantes de más de cincuenta países se echaron la justicia universal a la espalda, reunieron pequeñas embarcaciones y partieron desde distintos puertos del Mediterráneo amparados por el derecho marítimo que protege la ayuda humanitaria. Ni la ex alcaldesa (de Barcelona) ni ninguno de sus acompañantes ignoraban el riesgo que encaraban.

No tanto en los primeros días de navegación como en el último día, que es cuando cumplirían con la misión que tenían declarada: transmitir al mundo el mensaje de que el asedio debía terminar. "Enfrentamos el riesgo", dijeron, "porque el nuestro es mínimo comparado con lo que a diario sufren los palestinos".

Cuando el Gobierno de Italia anunció que enviaría un buque de la Armada a acompañarlos, los integrantes de la flotilla lo celebraron. Cuando el gobierno de España anunció que enviaría otro, también lo celebraron. Siempre está bien llevar compañía de marineros avezados. Aunque solo sea para que te lancen un flotador si, en un mal movimiento, te vas al agua. La navegación discurrió sin incidencias. Y nada tuvieron que hacer los buques de compañía.

Pero llegada la última etapa de la misión, el Gobierno que hasta entonces parecía haber entendido el sentido de la flotilla empezó a predicar a coro sobre el riesgo de seguir adelante e intentar cruzar las aguas de exclusión para llegar a Gaza. Y fue entonces cuando la ex alcaldesa, y los demás tripulantes, debieron de pensar: ¡Pero si es a eso a lo que hemos venido!

La coalición de voluntarios, activistas, defensores de los derechos humanos y organizaciones significadas con la causa palestina que se forjó este verano bajo el nombre Global Sumud Flotilla (la flotilla global de la resistencia, o en España, la flotilla a secas) declaró desde el primer minuto su objetivo. Que no era navegar unos días por el Mediterráneo para hacerse ver, como sostienen sus críticos, o para hacer turismo, como sostienen quienes se han mostrado irritados por una iniciativa que ni les va ni les viene.

Tampoco era arrastrar a los gobiernos de los países con nacionales a bordo a tomar partido (eso fue decisión de algunos gobiernos de signo político tan distinto como el de Sánchez y el de Meloni). Su objetivo siempre fue llegar por mar hasta Gaza, romper -o sortear-la vigilancia israelí yabrir un corredor humanitario por el que hacer llegar los bienes de primera necesidad que escasean en la Franja.

Sí, ya lo sé, naturalmente que los organizadores de la flotilla sabían que era imposible que el gobierno de Israel se hiciera el loco, mirara para otro lado y les dejara fondear y desembarcar en Gaza. Siempre fue una misión abocada a quedar incumplida, pero eso mismo era parte de la misión: denunciar, al no poder completarla, que Israel impide que organizaciones humanitarias socorran a la población civil sin hacer daño a nadie y sin llevar encima un arma (no te digo ya usarla).

Siempre fue una misión abocada a quedar incumplida, pero eso mismo era parte de la misión: denunciar, al no poder completarla

Si era una flotilla a Gaza es porque su sentido era intentar llegar a Gaza. Y en eso sigue uno de los barcos, el Mikeno, que ha driblado a una patrullera israelí y avanza hacia la costa. Con una española a bordo. María Zendrera.

El objetivo era este. Por eso se entiende malamente que el Gobierno de España anunciara con la solemnidad de quien se suma a una causa el envío de un buque de la Armada para acompañar a la flotilla y que, llegada la última etapa del viaje, que era la importante, se apresurara a pedir a los tripulantes que se lo pensaran mejor y no entraran en la zona de exclusión decretada por Israel.

No solo se lo pidió: lo hizo encarecidamente, como se le pide a un familiar, a un compañero, a un hermano. No te arriesgues, no te pongas en peligro, por favor, no entres en aguas peligrosas. Pero vamos a ver, si es a eso a lo que iban. A entrar en esas aguas a sabiendas de que Israel haría lo que ha hecho, neutralizarlos, y asumiendo el riesgo de que, fruto de esa operación, algún barco o algún tripulante pudiera resultar dañado. Dijo Patxi López, nuestro faro, "hay que ser prudentes, en la zona de exclusión la seguridad no está garantizada". ¿Es el mismo Patxi cuyo gobierno alentó la expedición? ¿Es posible, entonces, que no haya entendido nada?

Siempre supo el Gobierno, y siempre hemos sabido todos, que el barco de nuestra Armada echaría el freno en cuanto unas cuantas millas antes de la zona de riesgo. Siempre supo el Gobierno, y hemos sabido todos, que se envió un barco militar como podía haberse enviado un barco de salvamento marítimo, porque ni iba a utilizar su armamento ni iba a dar motivo alguno para que otros lo utilizaron.

Siempre supo Yolanda Díaz, que aunque a veces no lo parezca sigue siendo la vicepresidenta dos del Gobierno de España, que el barco iba a lo que iba: ofrecer sensación de seguridad -subráyese sensación- y hacer visible la simpatía del gobierno español con la flotilla. Pudo enviar un barco llamado Furor (qué ojo al elegir el nombre, furor es furia, es ira, es la cólera, nada que ver que la labor contemplativa que le estaba reservada); pudo enviar un barco como pudo haber enviado una avioneta de playa con una pancarta que dijera: Sánchez con la flotilla, pero a quince millas de distancia.

El Furor no era el primo de Zumosol de la flotilla, era el coche escoba de la vuelta ciclista por si algún tripulante flaqueaba o se iba, qué sé yo, al agua. Y la flotilla terminó como la flotilla sabía que terminaba. Sin poder llegar a puerto, detenida por el gobierno de Israel pero habiendo evidenciado que, en efecto, el supuesto derecho que protege la navegación con ayuda humanitaria esa una aspiración, otra más, que se sigue incumpliendo en Gaza. La misión incumplida puede cantar 'misión cumplida'.

La misión incumplida puede cantar 'misión cumplida'

Ahora todo el mundo mira al plan de paz de Trump

Hamás se está tomando su tiempo para responder al plan Trump. Cada nueva hora que se lo piensa es una hora que aumenta la expectativa de que, contra pronóstico -y contra el criterio de Sumar, o sea, desoyendo a Pisarello y Yolanda Díaz-, Hamás se avenga a dar una oportunidad a este plan. Sin entusiasmo, sin convicción, recelando y exigiendo calendarios y garantías.

Pero aceptando que la alternativa -más muerte, más hambre, más expulsiones forzosas- no parece que prometa un escenario mejor. Han pasado dos años de los atentados con los que Hamás logró espantar a la sociedad israelí. Retrató a un Israel confiado y vulnerable al que le habían asesinado y secuestrado cientos de ciudadanos en una mañana. Pero luego han venido dos años de apisonadora militar y Hamás ha perdido el pulso.

El clamor internacional que existe contra la desalmada reacción israelí es la prueba visible de que es Israel quien se ha ido imponiendo en Gaza. Sin llegar a liquidar del todo a Hamás del todo, sin llegar a limpiar étnicamente la franja, sin llegar a conseguir la liberación de sus rehenes, pero se ha impuesto. Hamás podrá resistir y devolver algún golpe, pero no va a doblegar al Ejército de Israel y no va conseguir que ese Estado desaparezca. Entre otras cosas, porque su padrino, que es Irán, se ha cuidado de no ir al choque total con los israelíes.

El respaldo de la Autoridad Palestina, o de la Unión Europea, al plan Trump no se debe a que sea un prodigio de ecuanimidad y de justicia (no lo es); ni a que vaya a resolver, en dos días, un conflicto que dura ochenta años. Se debe, solo, a que es la única oportunidad a la vista para que la lista de muertos se frene. Ni siquiera para que se pare, simplemente para que frene. Con flotilla o sin flotilla, todo el mundo lo sabe, lo relevante ahora es si el plan avanza o es derribado antes de empezar.

Y aquí, en casa, es llamativo que quienes clamaban por un alto el fuego en Ucrania aunque fuera al precio de que Zelenski rindiera una parte del territorio a Rusia y Putin quedara impune por la agresión se revuelven contra un alto el fuego en Gaza si el precio es que Hamás se rinde y Netanyahu queda impune.