Monólogo de Alsina: "De la ficción a la realidad. Marías"
Carlos Alsina recuerda en su monólogo alnovelista, traductor, editor y articulista Javier Marías, que murió ayer a los 70 años. Una vez más, la certeza de la muerte "nos ha privado de las ficciones que aún podría haber inventado el joven Marías".
Madrid | 12.09.2022 09:03 (Publicado 12.09.2022 08:54)
Empezando a contarles la crónica del día a sabiendas de que las noticias, preciamente por serlo, siempre se nos quedarán a medio contar. Porque son hechos reales. Y sobre los hechos reales nunca alcanzaremos ni a saberlo todo ni a poder contarlo todo. Palabra de novelista. De nombre, Javier Marías.
"Sobre los hechos reales nunca llegaremos a saberlo todo"
Ésta fue la tesis, si cabe llamarla así, tesis original y provocadora que defendió Marías en su discurso de ingreso en la Real Academia: sólo de los hechos ficticios podemos aspirar saberlo todo puesto que todo está en la cabeza de quien la ha creado.
Ignoro si el novelista fallecido ayer en Madrid, nombre principalísimo de la literatura en español de los últimos cuarenta años, llegó a ser espectador de esta serie que se llama The Crown y sobre la que tanto se ha escrito en los diarios desde que el jueces se murió la reina de Inglaterra. Pero cabe aplicar aquí, en efecto, la tesis Marías. Es sólo en la recreación ficticia de Isabel II donde la vemos hacer y decir cosas que no se sabe, en rigor, si alguna vez hizo y alguna vez dijo.
La certeza de la muerte nos ha privado de las ficciones que aún podría haber inventado el joven Marías
La certeza última siempre es la muerte. Y hoy la certeza de la muerte nos ha privado de las ficciones que aún podría haber inventado el joven Marías, hijo de don Julián, primero lector de Stevenson y Conrad y después, novelista, traductor, editor y articulista, es decir, opinador y, como tal, susceptible de ser caricaturizado por la jauría que habita las llamadas redes sociales.
Confirma Eduardo Mendoza, en la impresión a vuela pluma que ha escrito para El País, que el sentido del humor era rasgo descollante de su amigo, un humor de señor cascarrabias, culto y divertido.
En su última columna, Marías defendía la labor del traductor
Para solaz de sus millones de lectores, Javier Marías superó joven su aversión a ser escritor. Tenía setenta años. En su última columna, escrita en julio pero no publicada hasta hoy en su periódico, se declara añorante de una actividad a la que dedicó muchos días de su vida y que siempre es poco reconocida y mal pagada: la labor del traductor. Un re-escritor de la obra de otros que imagina cómo habrían sido las frases de Conrad, por ejemplo, si Conrad si hubiera expresado en español.
La ficcionada República Catalana, la república que nunca existió
De la ficción a la realidad. Hace cinco años, un grupo de personas que decían encarnar la voluntad del pueblo intentó anular la Constitución en Cataluña declarando el nacimiento de la República Catalana. La república que nunca existió. Aquella ficción dio paso al soberano naufragio de una cosa que llamaron el procés.
Cinco años después, de la ficción a la realidad, uno de los cabecillas de aquel proceso hubo de sufrir los gritos, y los abucheos, de quienes aún creen que separarse de España por las bravas es posible. El cabecilla se llama Oriol Junqueras.
La república que nunca existió. Aquella ficción dio paso al soberano naufragio de una cosa que llamaron el procés
El hombre al que Puigdemont retrata como taimado, instigador de maniobras y abonado a la ambigüedad, se dejó ayer la garganta defendiendo su derecho a reconducir a Esquerra Republicana hacia las posiciones en que hoy está: compadreando con el Gobierno de España y dilatando una mesa de negociación que hasta hoy sólo ha servido para que Sánchez copie el idioma del independentismo: el idioma sí, los objetivos no.
La guerra civil independentista en la Diada
Tenía bien diagnosticada Pere Aragonès esta manifestación de la Diada. Era una demostración de músculo de la asociación independentista que le ha declarado la guerra a Esquerra. (La guerra civil). La tenía bien diagnosticada y por eso se borró de la marcha. Una cosa es erigirse en mártir de la represión española -como su padre Junqueras- y otra acudir gozoso a la lapidación que te han organizado quienes una vez fueron tus compañeros de viaje.
La manifestación, en gran medida, era contra él. Por haber puesto a dormir el mandato del primero de octubre, la voluntad del pueblo, la lucha por la libertad y bla bla bla. Y bla bla bla. ‘O DUI o dimisión’, voceaban ayer algunos. ‘Independencia o elecciones’, voceaban otros, evocando, quién sabe, aquellos días en que un tal Puigdemont deshojaba la margarita entre llamar a las urnas o llamar a la rebelión. Perdón, a la sedición, según sentencia del Tribunal Supremo.
Si como Aragonès sospecha la manifestación de ayer era contra él y su pactismo, habrá de admitir que hay miles de independentistas a los que ha defraudado
Si como Pere Aragonès sospecha la manifestación de ayer era contra él y su pactismo, habrá de admitir entonces que hay muchos miles de independentistas a los que ha defraudado. Defraudados por aparcar la ficción y abrazar la dura realidad.
Los convocantes de la marcha afirman que había setecientas mil personas. La guardia urbana lo deja en ciento cincuenta mil. Comparada con las diadas de los años de gloria del movimiento nacional independentista es una manifestación de poca monta. Pero comparada con el número de asistentes a una manifestación por cualquier otra cosa sigue siendo un número notable. Flácido, si se quiere, pero notable.
Presumen de meter miedo
Con este hecho revelador de escuchar a la nueva gorriona suprema de la fe independentista, presidenta de la ANC, Dolors Feliu, presumir de hacer po. O sea, de meter miedo.
Cinco años después de la embestida, la trifulca familiar oscila entre el melodrama y el bochorno
Éste es su principal atributo, según la líder populista: dar miedo. ‘La certeza de que lo conseguiremos’, dice. Sólo en la ficción tiene cabida certeza semejante. Pero decirlo, proclamarlo, gritarlo es gratis.
Es el nuevo ‘no nos representan’. En otros tiempos bastaba decir España para que todo el movimiento indepe cerrara filas. Hoy lo que no sabe cómo cerrar son sus grietas. Cinco años después de la embestida, la trifulca familiar oscila entre el melodrama y el bochorno.