Alsina destaca el "ritual de apareamiento" de Sánchez para atraer a Junts: "Parece que saluda, pero se está ahogando"
El director de Más de uno ha analizado las declaraciones del presidente del Gobierno en las últimas que ha concedido a medios catalanes, donde se mostró con un tono conciliador con la formación independentista.
Madrid |
Déjenme que les cuente una historia, que es muy corta, ya verán. Le dijo el paciente al médico: "Doctor, creo que sufro de amnesia". "¿Y desde cuando cree eso?", preguntó el médico. "¿El qué?"
Esta otra es apócrifa. ¿Saben aquel que diu que estaba Puigdemont un día en la playa?, vio cómo Pedro Sánchez se metía en el agua, tan seguro de sí mismo, andares de Mark Spitz a pesar de que había bandera roja; al rato le dice Miriam Nogueras, que estaba a su lado repantingada en una tumbona: "mira, el señó Sánchez nos está saludando, se hace el simpático, mira cómo mueve las manos"; y dijo Puigdemont: "no saluda, es que se está ahogando". Oye, y ni se inmutaron.
Otra, esta ya es la última. Y esta es auténtica. Era 1998 y se habían celebrado elecciones autonómicas en el País Vasco. Había varias combinaciones posibles para formar gobierno y el Aitor Esteban de entonces, que se llamaba Arzalluz, se dejó invadir por el espíritu de Rodríguez de la Fuente y describió así el comportamiento de quienes cortejaban al PNV: "Sacan pecho, hinchan el garganchón, mueven las alas, promueven gorjeos, pero no son más que ritos de apareamiento, porque aquí lo que quiere todo el mundo es aparearse".
Paréntesis: el PNV, a la vez que se apareaba con Eusko Alkartasuna para eternizarse en el poder, hacía señales de humo en el Congreso de los Diputados para avisar al gobierno al que había apoyado, que era el de Aznar, de que el viento empezaba a soplar distinto y que la legislatura se le iba a poner muy cuesta arriba.
Veintisiete años después -cambia Aznar por Sánchez-, el PNV sigue en lo mismo, con la misma actitud y con el mismo estilo. Que para algo son conservadores, oye, esta es la historia de su vida. A Pedro Sánchez le han reprochado más de una vez sus afables socios que va por la vida como un pavo real como si tuviera mayoría absoluta cuando ni siquiera fue capaz de ganar las últimas elecciones. Por eso les habrá sorprendido tanto compungido rito de apareamiento que se marcó ayer en las dos entrevistas (dos seguidas, lo nunca visto) que dio a medios que emiten en Cataluña. Sánchez, ladeando la cabeza, entornando los ojos y haciendo sonar un ronroneo.
Asume los incumplimientos, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, el mismo pavo (el mismo presidente, perdón) que hace tres semanas le decía a El País que él ya había hecho todo lo que estaba en su mano para cumplir con el acuerdo que le firmó a Junts Santos Cerdán, uno de los señoros de confianza del presidente, de la escudería de los Ábalos o los Salazar.
Lo que dependía de él ya lo había cumplido, lo demás no era cosa suya, entérate de una vez, Miriam Nogueras. Tres semanas después se reconoce pecador e implora el perdón de quien lo invistió, este Puigdemont expatriado y rémora que se finge encantado en su papel de castigador y va subiendo la temperatura de la olla para que el gobierno en minoría se cueza.
-¿Nos está saludando ese bañista?
-No es eso, no, es que se ahoga.
El náufrago matándose a carantoñas y el que reparte flotadores, regodeándose. Un poco a lo Kate Winslet en el final de Titanic: tengo sitio en mi tabla, Joe, pero prefiero ver cómo te ahogas. O a lo Richard Gere en Pretty woman, haznos más la pelota, presidente, díselo a tus ministros con todas las letras.
Eso es. Cabe pensar que si el presidente, un hombre cínico, hipócrita y sin palabra según el diagnóstico de la doctora Nogueras, se ha prestado a este ejercicio de contrición peliculera es porque alguna pista tiene de que no está todo perdido. Algún mensaje le habrá llegado de sus embajadores ante la República Puigdemónica sugiriéndole que se disfrace de hombre humilde para tocar, así, el corazón de su antigua pareja.
Los puigdemones, tan estirados siempre, tan de arrogarse la encarnación de la Cataluña verdadera, tan de andar aleccionando al resto, han despachado en público el manoteo del presidente como su fuera otro de sus juegos de manos. En privado es probable que le hayan hecho llegar el acuse de recibo y le hayan dado esperazas. Persevera, Pedro, persevera. Que eso es lo que Waterloo quiere.
Persevera, Pedro, persevera. Que eso es lo que Waterloo quiere.
Y se la hace. Se la hace Sánchez. Poniendo velas a Pumpido para que, cuanto antes, deshaga otra sentencia del Tribunal Supremo y le franquee el paso a Puigdemont en la frontera. Porque dice Sánchez que sin Puigdemont en casa no hay normalización catalana que valga.
La normalización de Cataluña, que según el Gobierno ya se había producido, y varias veces (cuando los indultos, cuando la ley de amnistía, cuando la investidura de Salvador Illa), ahora resulta que no, que aún no ha llegado porque es imprescindible que Puigdemont deje de vivir (gratis) en su casona de Bruselas y se mude a Barcelona para hacer vida de diputado presencial, no como ahora, que cobra por ser diputado ausente.
Anomalía en cada instante
Del padre (o compadre) de esta legislatura gripada en la que se han ido amontonando anomalías normalizadas -tiene título ya la legislatura: 'Anomalía en cada instante'- no puede sorprender que insista ahora en el cuento chino de que se ha dejado la piel para cumplir con su obligación de presentar un Presupuesto a las Cortes. Ha ignorado la obligación toda la legislatura y le hurtado al Parlamento el debate que está obligado a procurarle, pero qué más da, si la Constitución es de goma.
Del presidente que trata a la fiscalía del Estado como si fuera suya y al Constitucional como si solo existiera para hacer realidad sus planes no puede sorprender que dé por hecho que Pumpido salvará de la hoguera a García Ortiz o que el novio de Ayuso disfruta de impunidad (procesado por doble fraude fiscal, mucha impunidad no parece que haya).
De presidente, en fin, que proclama que él ya ha asumido responsabilidades por la corrupción anidada en su gobierno (Ábalos y Cerdán mediante) sin que conste que haya asumido ninguna -asumir la responsabilidad no es decir que se ha asumido, sino haberlo hecho-, no puede sorprender que ahora diga que aquel profeta de la pureza, llamado Ábalos, a quien encomendó la misión de desinfectar la vida pública, era para él un gran desconocido. Un gran desconocido en lo personal, él y sus facetas.
Conoció unas facetas que fueron muy desconocidas. ¿Cuándo? Cuándo las conoció. ¿Antes o después de recuperarle en las listas y premiarle con la presidencia de una comisión parlamentaria? Cuándo. Incluso si fuera verdad que el presidente nunca se olió que estaba rodeado de señoros que discriminaban a las mujeres -unos las apartaban de los cargos, otros las explotaban para tener sexo-, incluso si fuera verdad (su crédito, a estas alturas, está bajo mínimo, estará de acuerdo el presidente en que amañar licitaciones de obra pública o adjudicar contratos a los amigos corruptores tiene poco de faceta personal y mucho de actividad política corrupta.
El estribillo de 'aquí no ha hay corrupción estructural' obliga a preguntarse si el abuso de poder, el tráfico de influencias y la manipulación de contratos está considerado en algún sitio como faceta personal. Y si el abuso de poder, y el cobro (supuesto) de mordidas en coalición entre un ministro de Transportes y un secretario de organización del PSOE es acaso una mera faceta personal.
Del autor de "no, que yo recuerde", "no lo sé", "no lo supe y ‘no me consta", del autor de "mi trato con Koldo fue anecdótico" y "menuda inventada", llega ahora "Ábalos era un gran desconocido". Nuevo éxito superventas del gobernante sin mayoría, sin Presupuestos y sin la menor gana de poner en manos de los votantes su destino.
"Ábalos era un gran desconocido". Nuevo éxito superventas del gobernante sin mayoría
Para su próxima recomendación musiquera en el TikTok que le hacen en la Moncloa sugiero al presidente a Íñigo Quintero, joven desconocido (él sí que era un desconocido) que triunfó por sorpresa en las redes hace dos años, y tras una fase de reflexión y digestión, ha regresado ahora con su primer disco.
Por cierto, el productor de Íñigo Quintero se llama Paco Salazar. Pero no es el Paco Salazar, señoro de la ganadería Sánchez, es el productor musical de Casa Lazar, no confundirse. El Salazar del PSOE es el que trabajó seis años en la Moncloa sin que todos los protocolos del mundo permitieran detectar cómo trataba a las mujeres. El Salazar del PSOE es este que ha llevado a la ministra Alegría a pasar en un mes de comer amigablemente con él a vomitar al leer en un periódico las cosas que hacía. De sus facetas personales, qué iba a saber nadie, ¿verdad? Otro que era un gran desconocido.