Marta García Aller: "Los panaderos no tienen el poder de presión de otros sectores, han ido cerrando en silencio"
Marta García Aller reflexiona sobre el paro que ayer realizaron las panaderías para reclamar ayudas directas que les ayuden a hacer frente a la subida de precios de la energía y de sus materias primas.
Los buenos tiempos eran cuando del pan y los bollos hablábamos solo para calcular lo que engordaban. Pero en tiempos de incertidumbre,cuando el pan es noticia es que algo malo está pasando. Fue símbolo del confinamiento cuando agotábamos la harina en el súper, porque nos dio por hornearlo en casa. Y desde que empezó la guerra en Europa, pronto hará un año, el pan es noticia porque su precio no ha dejado de aumentar. Que Ucrania y Rusia juntas fueran las productoras del 25% del grano mundial no ayuda, claro.
Tanto ha subido el precio del pan que a muchos les ha dejado de compensar seguir vendiéndolo. Ahí es cuando se nota realmente que algo se encarece demasiado. No por cuánto cuesta, sino porque empieza a desaparecer. Cerca de 600 panaderías han cerrado definitivamente en el año que acaba de terminar. 600 negocios de barrio que ya no darán los buenos días ni la barra de buena mañana a los vecinos.
Por eso ayer los panaderos pararon. Fueron solo 15 minutos, apagaron sus hornos y sus luces durante 15 minutos para protestar por los altos costes de las materias primas y la energía. Un parón simbólico por un problema muy real. A los panaderos artesanos no les compensa el alto coste de mantener encendidos los hornos y las cámaras de frío. Las grandes industrias electrointensivas tienen tarifas reducidas, el panadero que hace una chapata artesana en el barrio, no.
No solo les ha subido la energía, también se ha disparado el precio de la harina, el azúcar, la nata, el aceite y la mantequilla. Todo eso que hace que la vida sepa más rica.
Lo malo es que los panaderos no tienen el poder de presión de otros sectores, como las gasolineras o los transportistas. Por eso las panaderías han ido cerrando poco a poco, en silencio. Por eso los panaderos reclaman ayudas directas para su supervivencia con un parón solo simbólico. Cuando cierran las panaderías no se colapsa el país, pero se nos va quedando cada vez más insípido.
¿Moraleja?
Si siguen cerrando los obradores, nos espera un futuro con sabor a pan industrial en los mostradores.