Al final parece que hay pacto para la amnistía. Que el PSOE, bueno, Sánchez, ha llegado a un acuerdo con Puigdemont y va a rebajar la definición de terrorismo y traición. A redefinirlo para que se ajuste a la normativa europea, que les parece más laxa que el Código Penal español.
Ya veremos qué dice el texto y qué dice el Constitucional. Pero a falta de conocer tanta redefinición yo lo que quiero saber es qué dice la RAE. A la impunidad de los delitos del procès ya nos hemos ido haciendo a la idea, pero la impunidad sintáctica... Espero que la RAE actúe de oficio.
Los académicos de la lengua deberían revisar a fondo ese texto. Pedirle a sus señorías que entreguen los adjetivos usados en vano, retorciendo impunemente el lenguaje durante tantas redefiniciones.
¿Acaso no decían, lo dijeron mucho, que el texto de la ley de amnistía era impecable tal y como estaba hace un mes? Impecable, dijeron. Que no se retocaría. Que allá Junts. Pues a ver qué dicen hoy. Porque o la ley de amnistía no era impecable entonces o ha dejado de ser impecable ahora.
Me gusta mucho la palabra impecable. Es uno de esos adjetivos que poseen una característica en el mayor grado posible, que no admiten gradación. No puedes decir que algo es muy impecable o poco impecable. Impecable no admite sufijo tampoco. Algo no puede ser requeteimpecable. Como si estás embarazada o muerta. No puedes estarlo solo un poco. Si algo es impecable, igual que si es óptimo, ya está. No se puede retocar.
Y tanto insistió el Gobierno en que su ley era impecable tal y como estaba cuando la rechazó Junts y que como era impecable no pensaba retocarla más, que a falta de conocer el texto que previsiblemente será aprobado en un rato en la Comisión de Justicia del Congreso, habrá que estar expectantes a ver qué adjetivo utilizan ahora, después de la enésima cesión al independentismo. Hay un adjetivo que sí admite gradación: ridículo.
¿Moraleja?
Tanto insistir que la ley era impecable, otra cesión resulta lamentable.