Algo parecido al Villarejo de hoy en día. Aquello se tapó y enterró y el personaje aparece después como propietario del Reus en Segunda División, que al poco de comenzar la temporada se empieza a paralizar porque los empleados no cobran.
Cuando la situación se hace insostenible los jugadores amenazan con dejar de jugar y marcharse. La AFE les anima a que lo hagan, la Federación de Rubiales también, la Liga de fútbol profesional se ofrece a pagarles ellos para no adulterar el campeonato, y el nudo se hace cada vez más gordo hasta estas fechas, en que parece que todos coinciden en aplicarle al Reus la normativa vigente de pagos y deudas y sacarlo del campeonato para esta segunda vuelta.
Pero hete aquí, que aparece nuevamente Joan Oliver con su voz aguardientosa y siniestra, y dice que todo se ha resuelto porque ha vendido el club a unos supuestos empresarios americanos, que nadie conoce, y que según él se van a hacer cargo de todas las deudas. Y otro nuevo lío, porque sospechan que todo es una patada hacia adelante, porque los acreedores siguen sin cobrar y en el CSD no han registrado aún la solicitud de los supuestos compradores. Este tipo de personajes, como Joan Oliver, deberían ser apartados del fútbol como los ludópatas y los tramposos de los casinos, con su registro en un banco de datos, ganaría el fútbol y nos libraríamos de ellos todos.