#HistoriaD: Los asesinos de la oscuridad
Javier Cancho nos cuenta cómo el doctor alemán Robet Kock descubrió la existencia de gérmenes patógenos vivos, un paso crucial de la medicina.
El doctor Kock vivía en una pequeña comarca alemana llamada Wollstein. A donde solía llegar el carruaje.
En aquella pequeña población, hizo Robert Kock sus hallazgos, mediante experimentos asombrosamente sencillos. El doctor Kock había conseguido alumbrar la estela de los llamados asesinos de la oscuridad. Y lo logró siendo -como era- el médico de una pequeña población. En esos parajes, en aquellas alturas del tiempo, en el último cuarto del siglo XIX, en Wollstein, Alemania, por entonces, vivía menos de un millar de personas.
El doctor Kock, en ocasiones, discutía con su esposa. Tenía una amplia clientela pero también tenía una inquietud, que acabó siendo su mayor determinación. Lo que más le interesaba era perseguir bacterias. De modo que dedicaba más tiempo a esa búsqueda que a atender a los enfermos.
Nada más entrar en su consulta se percibía -inmediatamente- un olor en el que se mezclaban el ácido fénico y las emanaciones de los animales que tenía allí enjaulados. Su laboratorio era un lugar mísero. Había mesitas y estanterías llenas de cubetas y vasijas con líquidos o animales muertos. Había un taburete giratorio ante un microscopio.
Resultaba muy asombroso que algo que estaba a punto de revolucionar la medicina hubiera podido salir de ese lugar.
El doctor Kock había logrado lo que nunca nadie había conseguido demostrar: existen gérmenes patógenos vivos y uno de ellos era la causa del carbunco
Kock era hijo de minero. Y de otro modo a como lo hizo su padre, él también se adentró en profundidades cavernosas para llegar hasta donde estaban aquellas bacterias redondeadas llamadas cocos. Él había descubierto el origen de la fiebre purulenta de los operados. En aquel laboratorio con aspecto de cuadra, el doctor Kock había logrado lo que nunca nadie había conseguido demostrar: existen gérmenes patógenos vivos y uno de ellos era la causa del carbunco.
El doctor Kock se da cuenta de algo relevante. Las bacterias de su microscopio se mueren tan pronto como el caldo de cultivo pierde la temperatura del cuerpo humano. Se plantea entonces otra pregunta: cómo pueden sobrevivir fuera. Y después de semanas experimentando, hace otro descubrimiento decisivo: Comprueba que los gérmenes, al cambiar la temperatura adecuada para ellos, se transforman: se convierten en esporas con una enorme capacidad de resistencia. Resisten hasta que logran entrar en otro organismo vivo, transformándose de nuevo en bacterias, en bacilos.
En toda esta historia hay otro detalle que no es menor. Llegado a Berlín, Koch tiene la suerte de no toparse con algún inepto de esos que siempre hay por ahí, entorpeciendo los descubrimientos más formidables.
Robert Kock le cuenta su hallazgo a alguien que se percata al instante de la relevancia de lo descubierto. Kock había identificado a los primeros asesinos de la oscuridad. Él los hizo visibles. Su aportación supone un paso crucial para la medicina. Fue un instante esencial para la cirugía.