Científicos españoles enseñan a las bacterias a jugar al tres en raya
Científicos del CSIC han enseñado a las bacterias a jugar al tres en raya. Así es el descubrimiento que incluso permite a estos microorganismos ganar en todas las ocasiones a los humanos.
Responsables del Consejo Superior de Investigaciones Científicas español han enseñado a las bacterias a jugar al tres en raya e incluso a alcanzar un nivel de expertas, hasta el punto de competir con humanos y ganar prácticamente en todas las ocasiones. Es un estudio internacional liderado por Alfonso Jamarillo, un español del Laboratorio de Biología Sintética del CSIC.
La partida no tiene lugar en un tablero, sino que se juega en un recipiente circular de cristal que se usa en investigaciones científicas para observar muestras biológicas o químicas. Estas partidas tienen lugar entre humanos y bacterias, y pueden dudar días. Las bacterias pueden tardar hasta 15 horas en llevar a cabo un movimiento y, en general, las bacterias ganan.
El método para que las bacterias 'aprendan' a jugar
Las bacterias empiezan a jugar desde cero y poco a poco aprenden. Esta experiencia intenta emular a la innovación tecnológica de 1952, cuando el primer ordenador de la historia, ocupaba una habitación y podía resolver 5.000 sumas o 300 multiplicaciones en un solo segundo. Este ordenador también consiguió jugar a un juego, la primera versión electrónica del tres en raya.
¿Cómo logran esto? Se trata de aplicar una serie de conocimientos de biología sintética para que estos microrganismos puedan comprender algoritmos por sí mismos y llegar a no perder nunca, partiendo de un estado de total ignorancia.
Así, se acuerdan del comportamiento humano, reconocen cuándo una jugada ha sido útil o inútil y pueden cambiar de actitud en las siguientes jugadas. Al principio, siempre pierden porque no saben ni conocen la situación, pero a medida que practican el juego desarrollan el mecanismo de aprendizaje.
Los responsables comentan que los ordenadores actuales son capaces de aprender a jugar, pero es la primera vez que se logra este hallazgo, siendo una manera de potenciar el desarrollo de la inteligencia artificial en células vivas.
Aplicaciones de este descubrimiento
La investigación permite pensar en la posibilidad de que en un futuro estas células se puedan comunicar a través de impulsos eléctricos en lugar de por compuestos químicos, por lo que reduciría el tiempo de respuesta de aprendizaje de estas bacterias.
Utilizar estas redes eléctricas de bacterias para construir 'minicebreros' humanos con capacidades cognitivas similares a las de los seres humanos, con la posibilidad de que desarrollen consciencia.