Invasión de campo: Un manifiesto contra el fútbol como negocio y en defensa del aficionado
Dinero y poder manosean el fútbol hasta su apropiación. Casi indebida. El fútbol ya no es lo que era y tiene responsables
De aquellos gambeteos en blanco y negro retransmitidos por el NO DO queda ya muy poco. Tampoco de aquellos jugadores que a principios de siglo se vendaban la cabeza para no hacerse daño con las costuras del balón. Aquellos que lo daban todo…por casi nada
Con el corazón jugaba aquel Hércules de los años 30 decía su capitán, Manolo Maciá. Apenas queda de aquello. Ni de los clubes que lavaban y secaban la ropa de la plantilla en su propio estadio. Ni de aquellos empleados que trazaban con un carrito a la perfección las líneas de cal y sembraban el césped. Todo era manufacturado. Todo era diferente…
Aquel aficionado era distinto también. Pero décadas después algo comenzó a cambiarlo todo. Dice el periodista Santiago Segurola que los 80 fue la última década del fútbol pegado a la tierra. Luego llegó el marketing y las imposiciones comerciales. Los estadios pasaron a llamarse Allianz Arena, Etihad Stadium, y cosas así; los partidos comenzaron a jugarse de lunes a domingo a cualquier hora; la Supercopa de España pasó a disputarse a miles de kilómetros.
Dinero y poder manosean el fútbol hasta su apropiación. Casi indebida. El fútbol ya no es lo que era y tiene responsables. El odio al fútbol moderno es un eslogan que se ha extendido por muchas gradas y que está asumido por muchas aficiones. Pero el libro pretende tener cierta vocación de remontada, de contragolpe, es decir, yo creo que de cancha y partido, si me permites el símil futbolístico, y que basta con echar un vistazo a otros modelos, otras latitudes, otros países donde se aprecia como es perfectamente compatible la viabilidad económica con el respeto a cierta identidad de tradición, símbolos, códigos.
Ellos estaban en Segunda hace muy poquito y cuando estaban a punto de ascender mostraban una pancarta que decía Cuidado, vamos a ascender. Eso era una manera de reconocer el riesgo que entraña participar en la élite y poner en riesgo ciertas tradiciones. En virtud del dinero de la Unión, Berlín va, líder de la liga alemana.
Me resisto a llamarle Champions, es la Copa de Europa. Antes era una competición a sorteo puro y duro, donde competían los ganadores, sólo los ganadores de cada país, y eso hacía que se convirtiese en una competición en la que muchas ciudades y muchos países se veían representados. Cuando cambió el modelo y se empezó a primar los campeonatos más fuertes, al final se redujo el número de ciudades y de países representados. Creo que la Superliga abunda en ese modelo en el que al final se acaba convirtiendo en una élite de equipos que no necesariamente en función de la lista que trascendió son los equipos con más historia o con más pedigrí, sino los equipos con más potencia económica. Creo que va o que contribuiría a acentuar las diferencias entre los que más tiene y los que menos tienen el mundo del fútbol.