La carta de Ónega a Tudela: "Ciudad mágica que la naturaleza quiso poner entre las Bardenas Reales y la Huerta de la Ribera"
Fernando Ónega dirige su carta a la ciudad de Tudela, donde hemos hecho el programa hoy.
Buenas noches, Tudela. Qué alegría saludarte aunque sea desde la radio. Te voy a confesar un secreto. La primera vez que te vi por una razón sentimental, que no quiso ser madre de mis hijos, me dije 'pobre Tudela, la fama de sus hortalizas mató la gloria de la ciudad'. Y a veces lo sigo pensando. Dices Tudela y surgiere esa inmensa riqueza que son los cogollos, la alcachofa, el espárrago y la borraja. Esa riqueza oculta tu paisaje urbano. Pasa lo mismo con otro detalle. Todo el mundo estaba pendiente hace dos días desde la pandemia del chupinazo de San Fermín sin darse cuenta que la gran expansión festiva se produce en tu Plaza de los Fueros el día del cohete anunciador.
Te confieso otra intimidad, Tudela. Hace muchos años cuando aquella aventura yo vivía estos días de julio contando cuánto faltaba para las fiestas de Santa Ana y de Santiago y hoy faltaría dos semanas. Estaba tan enamorado de ella como de ti, ciudad de Tudela. En los libros aprendí la cantidad de sangre árabe y judía que hay en tus piedras. Sangre mora en tu Catedral de los restos de una mezquita pero también de una sinagoga. Sangre mora en las huellas de la fuente árabe de las revoluciones.
Catedral que preside y domina con imponente cultura el casco histórico como para pedir que la veneren. Catedral para extasiarse en su claustro y bajo la bóveda de la Capilla de Santa Ana y la docena larga de iglesias y de conventos tantos que ya no recuerdo donde he visto un diablo que tiene a dos pecadores colgado de sus partes. Pero los recuerdo muy bien, los capiteles del templo de la Magdalena, y tengo grabado los palacios y las casas señoriales. Exhibición de historia con las esculturas de sus balcones y los escudos de sus fachadas. Yúltimamente los murales que cubren algunas fachadas también y disimulan las ruinas llenas de arte al aire libre como en pocas he visto.
Y el Ebro, Tudela. Qué tranquilo pasa el Ebro bajo el puente de piedra de los 17 arcos acariciando tus calles, alimentando tus huertas, formando después de siglos ese rincón mágico de La Mejana, que tantas jotas inspiró y alguno creo que bailé. Jesús Torbado escribió que las crecidas del Ebro por Tudela, vienen y van cíclicamente y son subterráneas y freáticas. Ni tú, Tudela, serías Tudela sin el Ebro ni el Ebro sería tanto Ebro sino pasara por Tudela.
Buenas noches, ciudad mágica, que la naturaleza quiso poner entre las Bardenas reales y la huerta de la Ribera. Buenas noches, ciudad del milagro de Santa Quiteria y la leyenda del pasadizo que tantos han visto y tampocos encontraron. Buenas noches, amor de ciudad, guárdame cualquier rincón de tu alma y en ese rincón, un cocido tudelano, un calderete y unos cafareles. Con ese sueño y unos pecados harás feliz a este escribidor.