La carta de Ónega a los nuevos espías: "Habéis terminado con nuestra privacidad"
Fernando Ónega dirige su carta a los nuevos espías
Y buenas noches a quienes nos están escuchando. Perdón, me he expresado muy mal. A quienes nos escuchan por la radio les saludamos, les damos las gracias, les ponemos un altar si hace falta. Hoy me refiero a los otros oyentes: a los que se dedican a espiar. Es que lo último ya no parece del mundo real, sino al mundo de la ciencia-ficción. Ha sido, habéis sido, una de las novedades más espectaculares del día.
Una aplicación inventada en Israel, como no, y vendida a gobiernos e instituciones de decenas de países, ha terminado por romper definitivamente la privacidad. Lo introducís en nuestros móviles cuando vosotros, espías, lo queréis. Captáis las conversaciones y mensajes que queréis, de las personas que buscáis, sus datos y sus agendas. Y, según, la investigación periodística, podéis haber escuchado a 50.000 personas en el mundo. Pocas me parecen, espías que manejáis este sistema. Si ese artilugio está en manos de déspotas, de perseguidores, de desidientes, de intolerantes, de espías industriales o de simples negociantes con la información, 50,000 me parece una minucia. Ese debe de ser el número de personas escuchadas en un solo día por los servicios secretos de una dictadura y quizá de bastantes democracias.
Sabíamos que las ciencias del espionaje avanzan una barbaridad. Sospechábamos que había una mensaje a trois con un tercer no invitado que se quiere meter en nuestras vidas y conversaciones. Ahora estamos ante la peor confirmación: sabemos que hay miles de organizaciones, públicas y privadas, que alguna vez nos escucharon y pusieron nuestra intimidad en el mercado. A veces, en el mercado de la policía y la represión. A veces, en las redes del tráfico comercial de datos. Se acabó la privacidad. Habéis terminado, gentes de Pegasus, con nuestra privacidad. Desde ahora, vuestro crimen no es perfecto, pero no sabemos, ay, cuántas y de qué altura han sido vuestras víctimas. Vivimos momentos espeluznantes. La única verdad empieza a ser la que decía un viejo chascarrillo: si quieres que algo no se sepa, no lo pienses. Porque estoy seguro, nuevos espías, que ya tenéis mecanismos para saber lo que piensa, no una persona sino el conjunto de la Humanidad.