¿Por qué El Boca está en libertad?
Veintiún años en prisión puede parecer una condena suficientemente alta, pero si estamos hablando de un hombre acusado de violar y matar a una niña de nueve años, esos mismos veintiún años pueden parecer escasos. Y esos veintiún años son el tiempo que ha pasado entre rejas José Franco, El Boca. Hoy explicamos por qué un asesino como El Boca, a diferencia de otros similares, está en libertad.
El 16 de febrero de 1991, Ana María Jerez Cano, una niña de nueve años, salió de su casa para ir a la de una amiga, en Huelva. Desapareció. Pasaron 69 días hasta que su cadáver fue hallado en las marismas del río Tinto. Estaba completamente desnuda, con claros signos de haber sido agredida sexualmente y con múltiples fracturas en las vértebras y la cabeza. El forense y la policía ni siquiera quisieron enseñar el cuerpo a la familia, que la identificó por las prendas y un anillo.
José Franco era tío de Raquel, una de las mejores amigas de Ana Jerez y El Boca tenía antecedentes por robo y violación y eran un alcohólico. La policía apuntó pronto hacia él e incluso metió un agente encubierto en su círculo más cercano. Además, Franco se interesó mucho por las investigaciones sobre la desaparición de la niña e incuso estuvo con la policía a pocos metros del lugar en el que finalmente fue hallado el cuerpo de Ana Jerez.
Le detuvieron en dos ocasiones. La primera vez fue puesto en libertad después de que lo negase todo, diciendo que el día de la desaparición de Ana Jerez estaba borracho desde primera hora de la mañana. Le dejaron en la calle y le volvieron a detener y a encarcelar después de que una testigo dijese que le había visto con la víctima en las horas siguientes a la desaparición de la niña.
Nunca ha confesado y mintió desde el primero momento o al menos así lo creyeron la policía, el fiscal y los jueces que le condenaron. Lo cierto es que El Boca incluso negó conocer a Ana Jerez Cano, cuando él era el tío de una de sus mejores amigas y la había visto muchas veces. Incluso, la madre de Ana, Adoración, recordó en el juicio cómo le inquietaban las miradas que El Boca le lanzaba a su hija cuando la veía…
La principal prueba fue la de esa testigo que dijo haberle visto con Ana Jerez vistiendo un chándal negro, que nunca fue hallado. Y, precisamente, una fibra de ese color encontrada entre los dedos de la niña fue la principal prueba material contra José Franco. En casa de El Boca se hallaron varias fibras idénticas a esa, que podrían corresponder con el chándal que vestía, según la testigo, el día de la desaparición de la niña.
Pocas pruebas que, sin embargo, fueron suficientes para condenarle a 44 años de prisión, un fallo ratificado por el Tribunal Supremo.
No había demasiadas pruebas, pero es que el testimonio de El Boca estuvo plagado de lagunas y de mentiras. Negó conocer a la niña, conocer las marismas, dijo como única coartada que el día del crimen había bebido entre 30 y 40 cubatas… No pudo, tal y como recordó el tribunal en su fallo, desvirtuar las escasas pruebas que había contra él y no pudo dar una versión coherente de sus movimientos.
Aquella sentencia, además, sentó un precedente. En la sentencia de la Audiencia Provincial de Huelva se decía que cualquier beneficio o reducción de pena debía aplicarse a partir de los 44 años de condena, no a partir de los 30 años, máximo tiempo de permanencia en prisión. La ley dejaba esa posibilidad a los jueces. Es decir, les permitía aplicar lo que hoy se conoce como la doctrina Parot mucho antes de que el terrorista de ETA pusiese nombre a esa posibilidad legal…
El momento en el que fue asesinada Ana Jerez Cano fue un momento durísimo. Aquellos años se sucedieron los crímenes de menores y jóvenes a manos de violadores, muchos de ellos con antecedentes o que estaban de permiso en el momento de los asesinatos: Olga Sangrador, Laura Domingo, Leticia Lebrato, Marta Obregón, Miriam, Toñi y Desiré, las niñas de Alcásser… Fue la época en la que Corcuera dijo aquello de que, los experimentos, con Casera, refiriéndose a las libertades que, quizás con demasiada alegría, concedían los jueces de vigilancia penitenciaria.
El Tribunal Supremo tumbó esta parte de la sentencia cuatro años después de ser dictada. Y es muy curioso lo que decía el fallo del alto tribunal. Calificaba de tan gravemente perniciosa como innovadora la sentencia de la Audiencia de Huelva y decía que el hecho de aplicar los beneficios penitenciaros al total de la condena, leemos textualmente, “cercenaría la posibilidad de recuperación del delincuente”.
Hace unos días, preparando este Territorio Negro, nos contaban que el caso de José Franco es de los mayores fracasos de nuestro sistema penitenciario. Se ha negado a participar en cualquier terapia o taller de rehabilitación, jamás ha mostrado un solo ápice de arrepentimiento y se puede decir, tranquilamente, que ha salido de prisión igual que entró. De hecho, no ha disfrutado de un solo permiso por la gravedad de los hechos de los que estaba acusado y por su nula progresión.
Salió de la cárcel mostrándose muy desafiante, diciendo que no tenía que pedir perdón a nadie, que no se arrepentía de nada, que se había pasado veinte años en la cárcel por la cara…
Y es que él siempre ha seguido negando la autoría del crimen. Incluso su defensa alimentó alguna extraña teoría, cercana a las tesis conspiranoicas: su abogado presentó un recurso ante el Tribunal Supremo en el que decía que un vidente le había contado que un hombre le confesó antes de morir que había matado a Ana María Jerez Cano para ofrecerle su cuerpo a Satán. Después, cuando Santiago del Valle, el asesino de Mariluz Cortés, se hizo tristemente célebre, hubo quien le quiso colocar también el asesinato de Ana Jerez o al menos la cooperación con El Boca, hablado de la supuesta amistad entre los dos asesinos.
Lo cierto es que llegamos a este mes de abril. Con 21 años cumplidos, muy lejos de los 44 que decía la sentencia, José Franco, El Boca, sale en libertad, pese a que la familia de su víctima intentó por todos los medios que se le aplicase la doctrina Parot…
Adoración Cano recogió firmas por toda España e hizo todo lo que pudo para evitar que el asesino de su hija saliese en libertad. Quería que la Audiencia de Huelva contemplase en este caso la doctrina Parot. De esta manera, José Franco no habría visto la calle hasta 2020, es decir, le hubiesen quedado ocho años más entre rejas.
Es un caso procesalmente complejo, pero lo vamos a intentar explicar: lo que dice la Audiencia es que el Tribunal Supremo ya dijo en 1994 que a El Boca no se le podían aplicar los beneficios penitenciarios que contemplaban el código penal de 1973, sobre su tiempo de condena. Aunque no se llamase entonces doctrina Parot, era exactamente lo mismo y la Audiencia dice que no puede aplicar algo que el Supremo ya tumbó hace 16 años en un fallo.
Pero en ese caso, el Supremo hablaba de la rehabilitación del delincuente, algo que no ha sucedido… La Audiencia podría haber aplicado la doctrina Parot, como han hecho otras instancias, y esperar a ver si el Supremo la mantenía, pero ha preferido ir a lo seguro: no correr el riesgo de ver una resolución echada por tierra por el Alto Tribunal. Eso ha enfadado mucho a Adoración Cano, la madre de la niña, que además se ha quejado muchas veces del trato que le han dado los jueces. Alguno hasta se ha permitido el lujo de echarla de su despacho.
Según la sentencia, José Franco no puede ni residir ni acercarse a Huelva. La familia de Ana María Jerez Cano ha solicitado a la Audiencia que esa orden de alejamiento se haga extensiva también a Madrid, porque allí vive una hermana de la niña asesinada por El Boca. Pero los jueces, o al menos algunos jueces, hacen cosas verdaderamente surrealistas…
Apenas una semana después de que El Boca saliese en libertad y tras el ruido mediático que provocó su excarcelación, la Audiencia de Huelva decidió citarle para que comunicase su domicilio…. ¡¡¡Y le citó el Huelva!!! De esta manera el mismo tribunal que había dictado esa orden de alejamiento le invitaba a quebrantarla…
El Boca no se presentó y saltaron las alarmas, aunque no es cierto que se ordenase una busca y captura contra él. A todos los efecto, nos guste o no, es un hombre libre. Lo que se dictó fue una averiguación de paradero. La policía debía buscarle, simplemente, para comunicar a la Audiencia de Huelva, dónde estaba residiendo.
Tras abandonar la prisión de Morón, lo primero que hizo fue ir al barrio de Triana. Desde allí se puso en contacto con su hermano. Después viajó hasta Ciudad Real, donde durmió en un albergue. Días después, llegó a Madrid, donde también se alojó en un refugio para indigentes. Paseando por el barrio de Ciudad Lineal le encontró una patrulla de la Policía Municipal, que le reconoció y le trasladó hasta la comisaría de Centro para que dijese, cumpliendo, la averiguación de paradero, dónde residía para que pueda ser citado en el futuro…
Dio un domicilio, aunque, lógicamente no ha trascendido. La ley, en este caso, le garantiza su tranquilidad, algo que nos puede revolver las tripas pero que es así.