La historia de Pepe 'El Naveros', el abuelo que mató a sus nietos en Huétor Tájar
Un hombre de unos 72 años asesinó a sus dos nietos menores tras permanecer toda la noche atrincherado con un arma de fuego desde en el interior de una vivienda de Huétor Tájar (Granada). Manuel Marlaska y Luis Rendueles nos cuentan la historia.
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En estos territorios hemos aprendido que hay padres que hacen mucho daño a sus hijos. También algunas madres lo hacen. En esas ocasiones, a veces los abuelos son el refugio de esos niños.
Pero a veces son también los abuelos los que hacen daño a sus nietos. En Huétor Tajar, un pueblo de Granada, un abuelo, el abuelo Pepe, se encerró en su casa con su escopeta y con sus dos nietos, Guillermo, de 10 años, y Pablo, de 13 el pasado 19 de mayo. Los mató a los dos y luego se suicidó.
Estuvo casi diez horas encerrado en su casa antes de quitarse la vida, no explicó por qué lo hacía. Vamos a intentar en este territorio contar esta terrible historia que empezó dos meses antes, el 19 de marzo.
Pepe 'El Naveros' había sido un currante, un hombre hecho a sí mismo. Tenía 72 años y vivía en el segundo piso de una casa de la calle Alfredo Nobel con su mujer, Josefa. En el piso de abajo vivían su hija, María José, su marido Antonio y sus dos nietos, Pablo y Guillermo.
En los últimos tiempos Josefa, la abuela, estaba delicada de salud. Pepe tenía algún problemilla, le habían diagnosticado apnea del sueño y sufría pequeños desvanecimientos.
El 19 de marzo, el día del padre, todo cambia para esta familia de forma brutal
Eso es. Ese día todos celebran el día del Padre, que además es el santo de Pepe, de su mujer, de su hija... Están en una comida familiar y luego van en coche hacia Loja para llevar a los nietos a sus clases de música. Conduce Pepe. A su lado va Josefa y detrás va María José con los dos chavales.
Pepe, el abuelo, sufre un desvanecimiento y el coche se estrella a la entrada de un túnel. Es un accidente muy duro. La hija, María José, muere allí. La abuela, Josefa, muere días después en el hospital. Y en el hospital acaba Pepe, el abuelo, y también los dos niños, Pablo y Guillermo. Pablo, el mayor tiene lesiones graves en una pierna.
Finalmente sobreviven los tres, el abuelo y sus nietos, que salen del hospital y vuelven a la casa familiar.
Pablo, de 13 años, tiene una pierna escayolada; Guillermo, de diez años, parece recuperado físicamente. El abuelo también, pero mentalmente no levanta cabeza. Le diagnostican una depresión y empieza a tomar medicación que le recetan para que intente salir adelante.
No es fácil, porque el abuelo, Pepe, se echa la culpa del accidente en que murieron su mujer y su única hija. Hace comentarios a algunos conocidos en los que explica que ya no le merece la pena seguir así y que la culpa es suya. Dice también que le quedan solo sus nietos, aunque los ha dejado sin madre.
El padre de los niños no iba en el coche la tarde del accidente
Y en esta historia tan triste nos queda por mencionar al padre de los niños, Antonio, que no iba en el coche la tarde del accidente.
Antonio queda también muy tocado. Ha perdido a su mujer. Sigue trabajando e intenta sacar adelante a sus hijos. Pero su relación con su suegro, el abuelo, está tocada desde el accidente. Sigue viviendo con los hijos en el piso de abajo; el abuelo vive en el de arriba, pero el anciano le reprocha que no le deja quedarse con ellos, que casi no le deja verlos. No hay confianza entre los dos y más bien hay algunos reproches.
Y llegamos al 19 de mayo, dos meses después del accidente de tráfico donde muere la mujer de Pepe y su hija, la mujer de Antonio y la madre de los niños. Es domingo y juega el Granada, el equipo de los chavales.
Ese mismo día, el abuelo discute con su yerno. Le vuelve a reprochar que casi no le deja ver a los niños. La Guardia Civil está investigando aun qué ocurrió exactamente, pero lo cierto es que el abuelo se enfada. Y su yerno le dice que a partir de ahora va a ver menos a sus nietos, solo para buenos días por la mañana y buenas noches por la noche. Eso sí, como es domingo y se había comprometido a dejarles ver el fútbol por la tele con el abuelo, Antonio cede y acepta.
Esa tarde, los dos nietos suben al piso del abuelo a ver el partido del Granada contra el Celta, que empieza a las siete. El abuelo les va a dar de merendar. Pero algo ocurre allí. El abuelo baja al primer piso, donde está el padre de los niños, con una escopeta
El abuelo tenía licencia para la escopeta, de calibre 12. Baja al piso del yerno, le apunta con la escopeta y le dice "aquí se va a acabar todo". Antonio sale huyendo de la casa, piensa que si se queda su suegro va a matarlo, y llama a Emergencias. El abuelo sube al piso donde están sus nietos. Pasadas las nueve y media de la noche, se asoma al balcón de la ventana y lanza dos disparos de escopeta al aire.
Van a llegar agentes de la Guardia Civil de Granada. Desde Madrid llegan también, de madrugada, agentes de la Unidad Especial de Intervención, especialistas en rescate de rehenes. El abuelo tiene dos teléfonos móviles, además del fijo de su casa. El padre de los niños recibe entonces una llamada. Le habla su hijo mayor, Pablo, de 13 años
El chaval le pide a su padre, "¿Puedo quedarme a dormir con el abuelo?". El padre, Antonio, trata de ganar tiempo y, sobre todo, de conseguir que alguien entre en el piso donde el abuelo tiene secuestrados a sus nietos. Le dice a su hijo, "claro que sí, Pablo, pero antes quiero que el médico te vea la pierna, para saber que estás bien", el chaval todavía tenía la pierna escayolada por el accidente de tráfico… Pero Pablo no puede contestar. El abuelo corta entonces la conversación.
Los agentes de la Guardia Civil que están allí negociando una salida a esa situación tan dramática han escuchado la llamada. Han escuchado a Pablo, el chaval, muy tranquilo. Piensan, como pensaba el padre, que el abuelo no les hará daño. Pero también piensan otras cosas. No han escuchado la voz del nieto pequeño, de Guillermo, de diez años. Y Pablo, que es un chaval de 13 años que está secuestrado a punta de escopeta por su abuelo está demasiado tranquilo. La investigación que harán luego tiene para esto una explicación muy dura
¿Por qué? ¿Qué ha descubierto la Guardia Civil después de entrar en la casa a la mañana siguiente y encontrarse con los cadáveres de los nietos y del abuelo?
Faltan todavía los análisis de toxicología
Guillermo, el pequeño, podía estar ya muerto cuando su hermano llamó a su padre. El crío murió asfixiado, según los primeros informes de autopsia. Además, antes de morir había vomitado. Faltan todavía los análisis de toxicología, pero la Guardia Civil cree que el abuelo drogó a sus nietos esa tarde antes de matarlos. De hecho, encontraron varios blisters vacíos de pastillas tranquilizantes de las que el abuelo tomaba para su depresión después del accidente de tráfico.
La hipótesis de los investigadores es que el abuelo estuvo dando pastillas a sus nietos durante la tarde, posiblemente mezcladas en la merienda, mientras ellos veían el fútbol. El pequeño, Guillermo, vomitó por eso. Y también por eso, el mayor, Pablo, estaba tan aparentemente tranquilo cuando habló con su padre por teléfono, ya secuestrado. Los guardias civiles creen, de hecho, que cuando el abuelo baja a discutir con su yerno ya ha dado drogas a los niños.
O sea, lo que piensa la Guardia Civil es que el abuelo fue drogando a sus nietos durante la tarde, antes de secuestrarlos.
Eso es. Los investigadores creen que al pequeño, Guillermo, que había vomitado y estaba grogui, el abuelo pudo matarlo con un cojín o una almohada. Los informes recogen que el niño murió asfixiado. El mayor, Pablo, fue asesinado de un disparo de escopeta. La hipótesis es que como tenía más cuerpo las drogas no le hicieron tanto efecto y el abuelo decidió matarlo poco después de que hablara por teléfono con su padre. Ese disparo no se escuchó desde fuera de la casa, solo un ruido extraño pero que no fue atribuido a una escopeta.
Los guardias civiles ya no escuchan ni ven a los niños. Tratan de negociar con el abuelo, piensan que los críos pueden estar dormidos. ¿Qué les dice el hombre?
La última conversación fue hacia las cinco y media de la mañana
Que dejen de molestarle. Que los niños duermen y los van a despertar. Les dice que por la mañana cuando se despierten y se vistan para ir al colegio ya hablará con ellos y se entregará. La última conversación fue hacia las cinco y media de la mañana. El abuelo cierra entonces persianas y ya no sale más al balcón. Hay un silencio total en la casa. Los guardias civiles deciden esperar hasta la mañana para entrar y, si es posible, rescatar a los niños, que ellos piensan que pueden estar vivos.
Llega la mañana, imagínense esas dos horas de tensión, de espera, con la casa a oscuras y en silencio. Los guardias de la UEI deciden entrar, lanzan granadas para aturdir al abuelo y que no pueda hacer daño a los niños. Pero los niños llevan horas muertos. Y descubren que, el abuelo, también.
Pablo y Guillermo están muertos, cada uno en una habitación. Y los guardias descubren el cadáver del abuelo en el cuarto de baño. Se encerró allí, un cuarto interior y sin ventanas, después de hablar con ellos por última vez y se pegó un tiro de escopeta.
en el corazón, con el arma pegada al cuerpo, de forma que amortiguó el ruido y desde fuera no se escuchó nada. Dentro del piso no hay ninguna nota ni mensaje del abuelo, que tampoco dijo nada desde el balcón. Solo el sabe por qué lo hizo. La ciencia, los análisis de los cadáveres, nos dirá cómo.