Desde 1983 ese debate parlamentario en el que pueden escucharse todos los diagnósticos y todas las voces solo ha dejado de celebrarse en los años de elecciones generales.
¿Cuál es la razón por la que el gobierno prefiere el desgaste político de aparentar falta de coraje para debatir, en un uso democrático convertido ya en tradición? Toda la oposición, sin distinción, ha afeado esa conducta, que empieza a dar signos de ser la “marca de la casa”. No se pueden pedir sacrificios y negarse a explicar cómo y por qué son necesarios.
La mayoría absoluta es fuerza parlamentaria, pero no puede convertirse en la negación del parlamentarismo. En un momento en que muchos españoles sienten miedo por el futuro, lo último que se espera del gobierno es que el suyo, aparente aún ser mayor.