La noticia del día, aunque ya se supo ayer, es la decisión del Gobierno de acabar con la Golden Visa, ese sistema por el que los extranjeros no residentes con pasta, con dinero, podían obtener el visado español y el permiso de residencia diez años después de su entrada en vigor.
Una ley, recordemos, de Rajoy del año 2013. Sabemos que más del 95% de esas cartas de ciudadanía fueron otorgadas no a inversionistas, no a emprendedores que viniesen a crear aquí puestos de trabajo, sino a los que compraban viviendas de más de 500.000 euros. Las nacionalidades de los beneficiarios, pues miren, por este orden: China, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Irán, Venezuela y México.
Dinero, por cierto, de procedencia dudosa que solamente ha favorecido a los flamantes propietarios de esos inmuebles en buenas zonas en las grandes ciudades, aumentando, eso sí, el precio de esos lugares y echando a los autóctonos de esos barrios.
Por ejemplo, si alguien quiere vender un piso que vale entre 300.000 y 400.000 mil euros, obviamente tiene la tentación de subirlo a 500.000 por si cae un chino o un ruso al que el piso, sea dicho de paso, le importa un pimiento, porque lo que quiere es el permiso de residencia.
Y bueno, pues a partir de ahí pues ya saben quién va a vender una propiedad en esa zona por menos si hay quien paga más. Digamos que es una espiral en el precio cuya trazabilidad es abrumadoramente clara.