El caso de Cooper: el perro que murió violentamente y cuyo cadáver convivió durante meses con su familia de acogida
La protectora que dio en adopción a Cooper acudió a la casa de la familia de acogida después de que no respondieran a sus llamadas. Al llegar, fue la hija del matrimonio -una niña de 6 años- quien reveló que el animal estaba muerto en la cocina de la vivienda.
Ha sido uno de los casos más cobardes y despreciables que se recuerdan. Cooper era un perro que fue dado en adopción por una protectora de animales a una familia de Valladolid aparentemente normal. Él era militar, ella ama de casa y tenían una hija de seis años.
El cadáver de Cooper llevaba meses en la cocina de la vivienda
Al principio, tal y como explica Isabel, la presidenta de la protectora, la relación con la familia era normal: les enviaban fotos del perro creciendo junto a la niña hasta que de repente, en mayo de 2018, dejaron de recibir imágenes del animal y comenzaron a preocuparse.
"Pensábamos que estaban de vacaciones, pero al ver que no contestaban a los mensajes ni a las llamadas, fuimos a la casa", explica en Como el perro y el gato, con Carlos Rodríguez.
Asegura que la madre no sabía cómo actuar y que tuvo que ser la niña la que les dijera que el perro estaba muerto. Al principio, pensaron que podía haberse tratado de un accidente hasta que averiguaron que el animal estaba en la casa.
Al subir al piso, la imagen fue dantesca: cinta americana en los resquicios de la puerta de la cocina y dentro, algo difícil de olvidar: el cadáver de Cooper en estado de descomposición con un trapo en la boca.
Un juicio aplazado en varias ocasiones
La protectora puso la denuncia contra el marido por asesinato, ya que en un principio, la versión de él era que a Cooper le había dado un golpe de calor y que cuando llegó a casa, le encontró asfixiándose y al intentarle refrescarle con un trapo de agua, había fallecido: "Cooper tenía el trapo muy dentro de la garganta", asegura Isabel, razón por la que la asociación no cree la versión del hombre.
En un princpio, el juicio iba a celebrarse en 2020, pero antes de hacerlo, el matrimonio presentó una prueba alegando que el marido tenía "episodios intermitentes de ira", motivo por el que en caso de haber condena, sería inimputable y no podría ir a la cárcel: "Nosotros nos negamos y tuvimos que posponer el juicio para recabar información por otro lado".
Se fija como nueva fecha 2021, pero en ese momento no se encontró al matrimonio, estaban en busca y captura. Resulta que se habían divorciado y al estar en domicilios diferentes no se les pudo notificar, por lo que se volvió a posponer al 27 de diciembre de 2021.
En esta fecha, todos acudieron al juzgado, pero en el último momento, se dieron cuenta de que no se encontraba presente la veterinaria que levantó acta ese día: "el juzgado no notificó la fecha, así que se ha vuelto a posponer a mayo de 2022".
Isabel relata que Cooper era un perro que sufría de ansiedad al quedarse solo y que la teoría de la protectora es que en un momento determinado, el hombre dejó al animal solo en la cocina, él se puso nervioso, rompió cosas y al llegar el marido a casa y ver el destrozo, "le puso un trapo en la boca para que no ladrara y le mató".