Un experto en comunicación no verbal desvela las señales que indican que una persona miente cuando habla
Los indicadores de alerta hablan más que nuestras palabras e indican cuando una persona está mintiendo.
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Madrid |
Le tiembla un ojo. Se humedece los labios. De repente, sonríe, pero solo con un lado de la boca. Duda, balbucea… Parece que miente.
Así es la mentira: se viste de verdad, se adorna con palabras bonitas, pero siempre deja un rastro, una huella, una pequeña grieta por donde asoma la falsedad. Algunos dicen "te lo juro" pero, al mismo tiempo, sus dedos tamborilean nerviosos sobre la mesa. Otros aseguran que "nunca lo harían" pero su mirada se pierde en un rincón de la habitación. Esos gestos que parecen insignificantes, esas pequeñas traiciones del cuerpo son las señales que nos gritan lo que los labios intentan ocultar.
De la mano de José Luis Martín Ovejero, experto en comunicación no verbal, retórica y argumentación, abogado, escritor y autor de las obras 'Tu habla, que yo te leo' (2019), 'Miénteme... si te atreves' (2021) y 'Deja que se salgan con... la tuya' (2024), nos sumergimos en el intrigante juego de la mentira, donde el cuerpo juega a ser cómplice, pero termina siendo el peor enemigo del mentiroso.
Porque, aunque la mente construya la farsa, el cuerpo siempre deja escapar la verdad. Así que, abre bien los ojos: donde hay un titubeo, un parpadeo, una risa nerviosa… hay una mentira esperando ser descubierta.
No existen indicadores corporales de engaño, sino de alerta
Martín Ovejero dicta su sentencia: "No existen señales corporales que solo puedan indicar que una persona miente", asegura. Las señales de lenguaje corporal que asociamos al engaño no son pruebas concluyentes de que alguien esté mintiendo, sino indicadores de alerta que nos invitan a analizar con más detalle. Para evitar malinterpretaciones, es importante tener en cuenta el comportamiento habitual de la persona que estamos observando.
"Más importante que lo que la persona hace, es lo que deja de hacer", enfatiza. Si conocemos cómo comunica usualmente una persona, cualquier cambio en su comportamiento puede ser una pista reveladora. De hecho, la clave está en detectar esas variaciones, más que en buscar gestos específicos que, por sí solos, puedan señalar una mentira.
“No existen señales corporales que solo puedan indicar que una persona miente”, asegura. Las señales de lenguaje corporal que asociamos al engaño no son pruebas concluyentes de que alguien esté mintiendo, sino indicadores de alerta que nos invitan a analizar con más detalle. Para evitar malinterpretaciones, es importante tener en cuenta el comportamiento habitual de la persona que estamos observando.
"Más importante que lo que la persona hace, es lo que deja de hacer"
De acuerdo con el experto en comunicación no verbal, las principales señales de alerta son las siguientes:
- El efecto estatua: si una persona que, habitualmente, acompaña sus palabras con gestos de manos se queda de repente inmóvil, podría ser una señal de alerta. "Cuando el cerebro se concentra en construir una mentira, deja de destinar recursos a los gestos de sus manos", explica. Esta desconexión convierte a la persona en una especie de estatua, cuya rigidez revela que algo no fluye con naturalidad.
- La posición de huida: otra señal es la orientación del cuerpo. Martín Ovejero describe cómo una persona que miente puede tender a dirigir sus pies o su cuerpo hacia una puerta o salida, como si quisiera escapar de la situación. "Al mentir, el miedo en el cerebro se incrementa y el cuerpo, instintivamente, busca huir", detalla.
- Las defensas materiales: colocarse detrás de objetos físicos, como una mesa, una silla o incluso cruzar los brazos, es otra reacción de defensa. Esto, nuevamente, está relacionado con el miedo y la inseguridad que provoca la mentira. "El cuerpo tiende a protegerse cuando la mente se siente vulnerable", explica.
- Se repiten gestos denominados “manipuladores, adaptadores o apaciguadores” (son sinónimos): tocar el cabello, ajustar las joyas, manipular el reloj o jugar con la ropa, son gestos que suelen aparecer como reflejos de estrés. "La mentira provoca estrés y el cerebro, sin que nadie se lo haya enseñado, sabe que el contacto físico con el propio cuerpo o con objetos le calma", aclara.
La mirada que engaña: ¿verdad o mito?
Uno de los mitos más comunes sobre el lenguaje corporal es que las personas que mienten evitan el contacto visual. Sin embargo, Martín Ovejero desmonta este concepto. "Es un mito" afirma rotundo. "Los mentirosos nos tienen que mirar para comprobar que les estamos creyendo". Especialmente, los mentirosos más peligrosos, como estafadores o manipuladores, necesitan observar a su interlocutor para ajustar su narrativa y asegurarse de que su engaño es efectivo.
Por otro lado, aquellos mentirosos que sienten vergüenza son los que desvían la mirada. "Ese mentiroso, que se siente descubierto y le produce vergüenza, no nos mirará y lanzará la mirada al suelo", menciona, ejemplificando con la imagen de un niño que niega haberse comido los bombones mientras su boca está llena de chocolate.
Microexpresiones: ¿el delator perfecto?
Para Martín Ovejero, las microexpresiones son el elemento más fiable de la comunicación no verbal. "Se trata de activaciones musculares que el cerebro lanza a nuestra cara cuando siente una emoción primaria con intensidad", explica. Alegría, tristeza, ira, sorpresa, asco, miedo y, para algunos expertos, desprecio, son emociones que se reflejan en microexpresiones automáticas y difíciles de controlar.
Estas reacciones duran apenas un cuarto de segundo, pero pueden ser reveladoras. “La buena noticia es que siempre podremos verlas por su carácter automático. La mala es que son tan rápidas que requieren mucha práctica para identificarlas", afirma el especialista, y asegura que, con la formación adecuada, es posible aprender a leer estas señales casi como un lenguaje secreto.
Por otro lado, diversos estudios elaborados por investigadores, como el Dr. Matsumoto, profesor de psicología en la Universidad Estatal de San Francisco, y el Dr. Hwang, científico en una empresa privada de formación en California, definen las las microexpresiones como "reflejos involuntarios que revelan las verdaderas emociones de una persona", incluso cuando intenta ocultarlas, y afirman que "etrenamientos específicos pueden aumentar la capacidad de reconocerlas hasta en un 90%".
Las expresiones faciales universales, incluyendo las macro (más visibles) y sutiles (menos notorias), muestran que las emociones humanas se expresan de manera similar en todas las culturas. Esta característica convierte a las expresiones faciales en una especie de "lenguaje universal", permitiendo a los investigadores identificar emociones genuinas que surgen, por ejemplo, cuando alguien dice la verdad o intenta engañar. Las emociones como el miedo, la sorpresa o el disgusto pueden revelarse brevemente en el rostro antes de que una persona tenga tiempo de reprimirlas, ofreciendo pistas vitales en la detección de mentiras.
El análisis del lenguaje corporal no se limita a los gestos: la voz también delata
El análisis del lenguaje corporal no se limita a los gestos. El tono de voz, el volumen y el ritmo del habla también ofrecen pistas importantes para detectar engaños. Cuando alguien miente, su voz tiende a bajar de volumen, como si quisiera esconderse detrás de las palabras. "Con la voz nos escondemos de la mentira que estamos diciendo”, menciona José Luis Martín Ovejero. Esta disminución del volumen suele estar asociada a la inseguridad que provoca el acto de mentir, como si la persona quisiera pasar desapercibida para evitar ser descubierta.
La velocidad del habla es otro factor clave. "Podemos encontrarnos con dos situaciones opuestas", explica el especialista en comunicación no verbal. "El que tiene miedo a que le pillen, se acelera para acabar cuanto antes de soltar su mentira. Pero también puede suceder que hable más despacio porque sobre la marcha debe ir construyendo su relato falso". Este patrón de aceleración o desaceleración en el ritmo del discurso puede ser una pista reveladora cuando una persona es entrevistada o participa en una rueda de prensa, ya que refleja su estado emocional y la tensión de mantener una historia falsa.
El tono de voz también suele variar cuando alguien miente. Al aumentar la actividad emocional, las cuerdas vocales se tensan y esto genera un sonido más agudo. Este cambio en el tono, que a menudo pasa desapercibido, es una respuesta fisiológica al estrés de mentir. En situaciones de alto riesgo o presión, esta agudeza en el tono puede ser una señal clara de que una persona está intentando ocultar la verdad.
Algunos investigadores también han ampliado el análisis a otras señales no verbales, estudiando cómo el lenguaje corporal se alinea con las palabras pronunciadas. El equipo del Dr. Mark Frank, profesor en la Universidad de Buffalo y director del Centro de Ciencias de la Comunicación, ha encontrado que los mentirosos tienden a mostrar inconsistencias. "Un mentiroso puede afirmar que no tiene miedo mientras sus gestos y postura reflejan nerviosismo o tensión", señala Frank. Esta falta de coherencia es indicativa de una desconexión entre lo que dice la persona y lo que realmente siente, algo que los observadores atentos pueden detectar fácilmente.
En contraste, aquellos que dicen la verdad mantienen una mayor congruencia entre sus movimientos y su discurso. Sus gestos, tono y ritmo del habla suelen alinearse de manera más natural, sin señales visibles de estrés o contradicción. Esta fluidez es menos común en los mentirosos, que deben concentrarse en mantener la coherencia de sus respuestas inventadas.
"Un mentiroso puede afirmar que no tiene miedo mientras sus gestos y postura reflejan nerviosismo o tensión"
Los expertos también destacan la importancia del estilo y contenido de las declaraciones verbales. Los estudios han demostrado que los mentirosos tienden a utilizar ciertos patrones de lenguaje que ayudan a evadir detalles específicos. "A menudo recurren a minimizar con adverbios como ‘solo’ o ‘apenas’, o a usar verbos en tiempos diferentes para crear confusión", apunta Frank. Además, es común que realicen cambios sutiles en sustantivos y eviten describir detalles precisos que podrían volverse en su contra más adelante. Este tipo de lenguaje ambiguo permite a los mentirosos adaptar su relato si se les confronta con preguntas más difíciles.
Por el contrario, las personas que dicen la verdad suelen dar respuestas más detalladas y coherentes, con notable claridad. “La falta de vacilaciones y la riqueza en detalles específicos son características comunes en los relatos veraces”, explica Frank.
La repetición de palabras: ¿un truco para ganar tiempo?
Repetir palabras o frases es otra señal posible de engaño. Según Martín Ovejero, los mentirosos suelen hacerlo por dos motivos principales:
- Refuerzo de credibilidad: dado que el mentiroso no está convencido de lo que dice, es como si tratara de autoconvencerse y convencer al otro repitiendo argumentos.
- Recurso para ganar tiempo: si la persona es sorprendida por una pregunta inesperada que no quiere responder con la verdad y necesita construir una respuesta alternativa falsa, en ese mismo instante, necesita de tiempo extra, lo que provoca diferentes modos de comunicación, una de ellas es la repetición de frases o palabras.
Según el Dr. Paul Ekman, pionero en el estudio del engaño, estas repeticiones son formas de distracción que permiten al mentiroso mantener el control del discurso y ocultar la ansiedad que puede aparecer al ser interrogado. Además, investigaciones adicionales realizadas en la Universidad de Texas han demostrado que esta repetición no solo les proporciona tiempo para pensar, sino que también ayuda a desviar la atención de las inconsistencias en la historia, haciendo que el interlocutor se centre más en la forma que en el contenido.
¿Estamos entrenados para mentir?
Pero, ¿qué ocurre con aquellas personas que parecen capaces de mentir sin que nadie lo note? ¿Es posible aprender a engañar al cuerpo? Según Martín Ovejero, los profesionales del engaño, como actores o criminales, pueden mejorar sus habilidades, pero “hacerlo todo bien, siempre, para engañar, es imposible”. Más que centrarse en el mentiroso, sugiere, es fundamental ser un buen observador, alguien capaz de detectar los pequeños cambios que delatan el engaño.
Además, el entrenamiento formal en la actuación ha mostrado ser efectivo para desarrollar habilidades de engaño. Los actores son capaces de controlar su lenguaje corporal, tono de voz y expresiones faciales para transmitir emociones que no son verdaderas. Al respecto, un estudio en la Universidad de California, llevado a cabo por el Dr. Paul Ekman, demostró que los actores entrenados pueden reconocer y reproducir microexpresiones con una precisión significativamente mayor que los no entrenados.
Además, otro análisis realizado por la Universidad de Harvard, y dirigido por la psicóloga Francesca Gino, sugiere que la habilidad para mentir puede estar relacionada con la capacidad de empatizar con los demás. Las personas que son más empáticas pueden ser mejores mentirosas, ya que son capaces de anticipar las reacciones de su interlocutor y adaptar su comportamiento en consecuencia. Sin embargo, este mismo rasgo puede hacer que sientan más culpa y ansiedad al mentir, lo que a su vez podría delatar su engaño a través de señales no verbales.
Cómo reconocer las señales indicadoras de mentiras
Identificar las señales que pueden delatar a un mentiroso no es una tarea sencilla, pero con las herramientas y la formación adecuadas, es posible mejorar significativamente la capacidad de detección. Según Martín Ovejero, hay varios consejos clave a seguir:
- Jamás prejuzgues: el prejuicio anula el buen juicio: la primera impresión puede ser engañosa, por lo que es fundamental mantener una mente abierta y objetiva ante cualquier situación.
- Fórmate con un buen profesional especializado en la materia: escapar de los tópicos y aprender de expertos puede proporcionar una base sólida en la detección de mentiras. La formación adecuada permite comprender las sutilezas de la comunicación no verbal y los patrones de comportamiento asociados con el engaño.
- Practica, practica y nunca dejes de practicar: la detección de mentiras es una habilidad que se perfecciona con el tiempo y la experiencia. Al practicar regularmente, estarás mejor preparado para identificar los indicadores de engaño en momentos críticos, lo que puede influir en decisiones importantes a lo largo de tu vida.