El desafío del Grupo Wagner podría darle a Putin una excusa para salir de Ucrania
La insurrección del grupo mercenario Wagner podría ofrecer a Putin una posible vía para poner fin al conflicto y salvar la cara.
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Yevgeny Prigozhin, líder del Grupo Wagner, se ha sublevado contra Rusia tras afirmar que el ejército ruso atacó deliberadamente a sus fuerzas.
Prigozhin exige justicia, y lo ha hecho en forma de insurrección armada, aunque horas después de lanzar la rebelión ha asegurado que sus mercenarios regresaban a las bases para “evitar un derramamiento de sangre”.
El Grupo Wagner afirma controlar instalaciones militares clave en Rostov del Don, sede del distrito militar sur de Rusia.
Las hostilidades abiertas entre el Grupo Wagner y los militares rusos no constituyen ninguna novedad: ambos han emprendido mutuas acciones hostiles desde el comienzo de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Proporcionar una negación plausible
Los lazos entre el Grupo Wagner y el ejército ruso se rompieron inmediatamente después del inicio de la guerra en Ucrania. Antes del conflicto, el comando de soldados mercenarios defendía los intereses del Estado ruso de manera extraoficial.
En zonas en las que Rusia tenía intereses creados pero quería limitar su implicación directa, como en Siriay Sudán, el Grupo Wagner proporcionó al gobierno ruso una negación plausible.
Por ejemplo, Rusia utilizó al Grupo Wagner para ayudar en su anexión de Crimea en 2014. El uso del Grupo Wagner por parte de Rusia en la región de Donbás, en el este de Ucrania, también permitió al ejército ruso negar su implicación en 2014.
La guerra entre Rusia y Ucrania alteró la dinámica entre ambos grupos. El ejército ruso esperaba una rápida victoria militar en Ucrania. En cambio, sufrió reveses casi desde el principio del conflicto. Estos reveses fueron tan importantes que obligaron a Rusia a desplegar al Grupo Wagner para apoyar directamente sus operaciones.
Ayudar a Rusia en Ucrania
En términos militares, el despliegue ayudó a estabilizar las operaciones de Putin en Ucrania. En 2022, el Grupo Wagner, en contraste con el grueso del ejército ruso, era una fuerza altamente entrenada. Los soldados del Grupo Wagner, de hecho, fueron responsables de muchos de los primeros éxitos de Rusia, como la batalla de Sievierodonetsk.
Estas operaciones, sin embargo, no fueron gratuitas. El Grupo Wagner sufrió bajas tan importantes que no pudo mantener sus tácticas tradicionales. En su lugar, el comando inició esfuerzos de reclutamiento masivo, incluso desde las prisiones de Rusia, para reponer sus fuerzas mermadas.
Eso difuminó las líneas entre el Grupo Wagner y el ejército ruso. Mientras que anteriormente ambas organizaciones tenían esferas de influencia distintas, ahora las dos operaban, esencialmente, como fuerzas convencionales.
La superposición de dominios de influencia, aunque forzada por la necesidad en el caso del ejército ruso y el Grupo Wagner, no es excepcional para Rusia. De hecho, es una característica del sistema político ruso y una persona es la responsable: Vladimir Putin.
La influencia de Putin
En última instancia, sólo el presidente ruso puede arbitrar las disputas entre sus subordinados. Esto no sólo limita la capacidad de estos para construir bases de poder que puedan desafiarle, sino que también refuerza su importancia para el sistema político.
Este aspecto del sistema político ruso es muy eficaz en tiempos de paz, siempre que el objetivo sea que Putin mantenga su influencia y poder. En tiempos de conflicto inminente o de guerra abierta, sin embargo, el solapamiento de funciones puede convertirse fácilmente en un lastre.
En el período previo a la invasión rusa de Ucrania, se hizo evidente que los subordinados de Putin no le proporcionaban una imagen precisa y clara de las capacidades de las fuerzas armadas ucranianas o rusas.
Durante el propio conflicto, eso provocó que la cooperación entre las facciones enfrentadas –en este caso el ejército ruso y las fuerzas paramilitares– fuera nominal, en el mejor de los casos. En el peor de los casos, estas tensiones desembocan en un conflicto abierto, como estamos presenciando actualmente entre el Grupo Wagner y el ejército ruso.
El Grupo Wagner es solo el ejemplo más destacado del descontento latente entre las fuerzas paramilitares hacia Rusia, lo que agrava los problemas para Putin.
¿Escapatoria para Putin?
Ramzan Kadyrov, que comanda un grupo paramilitar de doce mil soldados, ha señalado anteriormente problemas entre sus fuerzas y el ejército ruso.
Es importante señalar que, aunque Putin pareció condenar al Grupo Wagner en su discurso a la nación cuando la revuelta de Prigozhin estaba en marcha, no mencionó a su líder por su nombre. Esta omisión fue seguramente intencionada: mantiene abiertas las opciones de Putin en función del éxito de la revuelta de Prigozhin.
La insurrección es un posible punto de inflexión en la guerra de Ucrania, pero aún es prematuro saber cómo cambiará el conflicto.
La revuelta ofrece potencialmente a Putin una manera de poner fin al conflicto y salvar la cara. Desde el principio del conflicto, Putin sabía que no podía permitirse sufrir una derrota en Ucrania.
Si puede echar la culpa de la derrota a uno o varios chivos expiatorios –como las fuerzas del Wagner Group implicadas en la rebelión armada–, eso podría proporcionarle una vía de salida.
Sin embargo, también es posible que provoque un cambio en los mandos de poder por debajo de Putin. Aunque todo apunta a que se encuentra en el punto más bajo de popularidad desde que ganó las elecciones de 2000, no cederá el control fácilmente.
Para mantener su influencia, Putin considerará todas y cada una de las posibilidades de reafirmar su dominio sobre Rusia, con implicaciones directas para la guerra en Ucrania.
James Horncastle, Assistant Professor and Edward and Emily McWhinney Professor in International Relations, Simon Fraser University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.