Nativel Preciado: "no nos merecemos políticos que crean problemas"
Le preocupan la edad, mantener vivo el cerebro, los políticos que crean problemas y que asegura no nos merecemos. De Puigdemont no querrían ni una entrevista. En su madurez como autora, Nativel Preciado repasa los recuerdos que le han llevado a escribir esta novela. Y un enclave, la localidad leonesa de Boñar.
Madrid |
Conversar con Nativel Preciado es acabar irremediablemente haciendo un repaso de lo que nos pasa. Como país y como sociedad. Y lo que ve, muchas veces no le gusta. Políticos que nos crean problemas que nos son ajenos mientras no resuelven los verdaderos. La crispación. La afrenta del narcotráfico, del cambio en el clima, lo que está pasando en el campo. Y es en el campo precisamente, en Boñar (León) en las estribaciones de los Picos de Europa, donde vamos a descubrir la Nativel Preciado más auténtica en las páginas de esta novela. Habla con la pausa y la reflexión que dan los años. Y su figura se refleja en el brillo de la mesa de madera en la que se apoya, rodeada de viejos ejemplares -ya incunables- de la biblioteca de la Fundación Diario Madrid.
P.- ¿Qué le ha llevado a escribir esta novela en este momento vital como autora?
Nativel Preciado.- Pues, me encuentro en una situación como Olivia, la protagonista, con esas incertidumbres que tenemos a partir de la vejez. De poder seguir escribiendo, de preguntarme si seré capaz de seguir concentrándome y hacer lo que hecho siempre, ser sintética, ser clara. Te dan temores siempre. La vejez y la creación no creas que se llevan muy bien, los escritores se enfrentan mal con la vejez. Algunos se suicidan, como le pasó a Hemingway, otros desaparecen, otros se quedan en cama porque tienen miedos. Entonces, esa idea me hizo pensar en un personaje como Olivia que buscase un escritor fantasma -lo que antes se llamaba políticamente incorrecto "un negro"- para que le escribiera la novela. Y es un joven que escribe bien, que ha tratado de abrirse camino en el mundo de la literatura y no lo consigue, y ese es el principio de la novela.
P.- Habla de la vejez, no se si le asusta, supongo que como a todo el mundo asusta el hecho de poder caer impedido, de perder facultades. El otro día escuchaba a Maruja Torres en "Lo de Évole" en La Sexta decir: quiero una muerte súbita. Y contaba como a medida que vas llegando a una edad lo que piensas es en que el final se produzca de la manera más rápida y dulce posible. Vaya, lo siento, no era mi intención acabar hablando de la muerte!
NP.- Eso lo piensas desde los 60 más o menos (rie). Empiezas a pensar que en cualquier momento puede llegar y piensas mucho en el poco tiempo que te queda para la suerte que tienes de tener tantos proyectos. Es una suerte eso, porque no a todo el mundo le pasa el tener proyectos y tantas ganas de dejar cosas hechas, que piensas que no te va a dar tiempo. Y realmente por mucho que vivas ya no te va a dar tiempo. Yo tengo mucho pasado y muy poco futuro.
P.- Y en ese pasado ¿el balance es bueno?
NP.- El pasado aunque haya sido canalla suele ser positivo, porque el canalla que ha vivido una vida indigna tiende a justificar todos sus errores. Yo, que he entrevistado a muchos delincuentes, corruptos, todos justifican sus malas acciones. Cuanto más una persona como yo, que me creo que soy honesta, que he llevado una vida digna, que no tengo ningún delito ni nada que ocultar, pues el balance es muy positivo. Yo me siento absolutamente afortunada y es verdad que tengo motivos objetivos para serlo.
Yo hago memoria de vez en cuando -he escrito un libro que se llama Hagamos Memoria- y tengo la suerte de poder contrastar si mis recuerdos son reales. Porque publico desde los dieciocho años y soy capaz de confrontar ¿aquello que yo pensaba será verdad?. Y resulta que puedo saber si era verdad. A veces me llevo unos chascos impresionantes y pienso pero ¿cómo era esto? no tenía razón, o no la tengo ahora. Es decir que la memoria es muy tramposa y muy engañosa.
Se llega a la decrepitud y es muy duro cuando se presenta con toda su crueldad. Por eso, lo que quieres es mantenerte lo más vivo posible y lo que yo digo siempre: envejecer más por fuera que por dentro. Cuando envejeces por fuera es lo normal, tienes arrugas, achaques, reuma, andas más despacio, tropiezas, te caes. Eso no tiene mucha importancia porque es el final de la vida. Pero a mi me preocupa mucho más el cerebro, el corazón, el hígado. Me preocupa mucho el estómago. Eso es lo que me interesa y eso no se ve, eso lo ves solo tú. Esas son mis preocupaciones y lo que quieres es mantener el cerebro bien hasta el último suspiro -que diría Buñuel- lo más lúcido posible. Y por supuesto si te ahorra la enfermedad final y te mueres súbitamente, pues es una vida redonda. Ojala me toque a mi. Es una lotería y no sabes lo que te va a tocar.
P.- Los lectores van a saber porqué la protagonista, Olivia, elige a un determinado escritor para que haga su libro. Pero eso no quiera decir que carezca de capacidad para escribirlo. Hay motivos...
NP.- Es una mujer que se resiste a rendirse y eso es lo que más me gusta de Olivia. Es un personaje al que yo le he prestado todas mis emociones, mis recuerdos, mi música, mis paisajes. Le ha puesto toda la emoción. Luego es completamente distinta a mi en muchos aspectos. Pero se lleva muchas cosas mías y una de las cosas que más me gustan de Olivia es que no se rinda, que no tire la toalla y que siga hasta el final con esos deseos de cumplir los objetivos que había pensado siempre y que al final logre cumplirlos.
P.- Me habla de su música. En la novela hay una verdadera playlist, desde Bee Gees hasta Camaron, Frank Sinatra, The Rolling Stones... pero hay también mucha música francesa, Edit Piaf, Yves Montand o belga, Jacques Brel...
NP.- Hay mucha música francesa por la época. Y mucha música americana, un poquito de español también. Pero el homenaje que yo hago al locutor Ángel Álvarez, que le tengo entrevistado, conocido, escrito, pues lo bonito de la época es que gracias al locutor conocimos un mundo que nos era totalmente ajeno. Nos trajo la música country, los Beatles aquí se sabía muy poco de ellos -luego ya se supo mucho de ellos-. Pero las músicas que nos ponía Ángel Álvarez fundamentalmente -había más- nos hizo conocer un mundo de sonidos maravilloso, que es el que aparece en la novela.
P.- Esta novela tiene varios escenarios fundamentales Madrid, León, pero sobre todo la localidad de Boñar, de poco más de 1800 habitantes y situada al sur de los Picos de Europa. ¿Por qué este enclave?
NP.- Pues el escenario, la música, las emociones y los recuerdos es todo lo que yo quería plasmar en la novela. Son fundamentalmente los protagonistas de la novela, donde luego aparecen los protagonistas. Es un paisaje donde he puesto personajes. Y eso surgió porque -lo voy a contar.- estaba escribiendo una novela que está casi terminada ahora y hermano se puso enfermo. Y cuando iba a verle le llevaba una caja de Nicanores de Boñar y hablábamos de nuestros recuerdos de infancia que es de lo que él quería hablar y lo que le consolaba más. Entonces, hablamos tanto y tuve esos recuerdos tan intensos con él que pensé dedicarle algo que hubiera escrito. Y toda esa parte de nuestra infancia en un pueblo que se llama Boñar -mis padres eran de León- hablar de los amigos, de los lobos, de los perros, de los árboles frutales donde robábamos manzanas, de las huertas, de la montaña, de las excursiones que hacíamos. Todo eso es lo que yo he vivido en una temporada muy reciente, cuando empecé a escribir la novela y lo he plasmado ahí porque es lo que realmente quería escribir. Ese homenaje a esos recuerdos. Soy yo.
P.- En la novela se plantea ya algo que ha existido toda la vida, el triángulo amoroso, y que parece que algunos ahora han descubierto pero lo llaman con nuevos términos.
NP.- Porque es algo muy inevitable (rie), es algo que sucede siempre. Es algo que sigue sucediendo, triángulos, poliamor, en fin... Todos los ingredientes de la vida que deben aparece en cualquier novela -el amor, la intriga, la inquietud por el futuro, la muerte- todo eso forma parte de nuestra vida cotidiana. Entonces una novela para mi tiene que ser un reflejo, de algún modo, de tu propia realidad. Yo la escribo para aclararme en mi propio mundo. Tanto es así que yo que pensaba que en esta novela no iba a tener ningún protagonismo ni la intriga, ni el misterio, a medida que iba avanzando me iba planteando situaciones que no tenía resueltas. Y ese misterio es lo que he tratado de desvelar y es por eso que hay intriga en la novela. La intriga que yo misma me he planteado. Yo soy muy previsora en mi trabajo, y en la literatura también y cuando tienes el fogonazo inicial de esto lo voy a convertir en una novela, pues el fogonazo inicial para mí fueron los nicanores de Boñar
P.- Siempre has sido una gran observadora de la realidad social política de nuestro país. Y por eso le pregunto ¿en qué momento nos ve?
NP.- Como sociedad tenemos muchos enigmas también que resolver, como en las novelas. Nos enfrentamos a una situación de cambio tan radial, no ya por la IA, sino por lo que está sucediendo con el narcotráfico que pendemos de un hilo y hay que luchar contra eso de una manera muy decidida. Por la inmigración, por el cambio climático, la agricultura, o sea tenemos problemas tan importantísimos que resolver que lo de la política cotidiana se queda tan pequeñito al lado de eso, tan sumamente impotente e insignificante, que a mi me parece que ponemos el objetivo en problemas equivocados.
Puigdemont es un ser que no tendría que tener el menor protagonismo en nuestro país. Y por azares del destino o la voluntad de determinados políticos, tiene una importancia crucial. Un individuo que no debería pintar nada en nuestras vidas, que se fue que no tiene entidad. Un ser que no hizo nada en política, que no es respetable, y de repente estamos pendientes de lo que diga este individuo, que a ninguno nos interesa realmente. A mi no me interesaría ni hacerle una entrevista. Entonces, es curioso que hayamos desviado de tal manera el objetivo de nuestros intereses.
La política está en un momento muy absurdo, más allá de que la polarización sea la palabra elegida del año. Pero es verdad, no tiene sentido que haya tantos políticos empeñados en plantear problemas y que sean incapaces de resolver los problemas fundamentales que tenemos. Entonces yo creo que no... eso que dicen siempre de que los países tienen los políticos que se merecen, yo creo que en este momento no nos merecemos a determinados políticos que crean demasiados problemas, que nos son ajenos además y que no resuelven los problemas que tenemos, que son esenciales. Y espero que lo hagan, pero los fundamentales, porque los grandes problemas que veíamos muy lejanos, nos están tocando ya muy de cerca.