REPORTAJE

Elche: un centenario de cambios en la grada

La forma de vivir el fútbol en Elche ha variado con el paso de las décadas, desde las viejas costumbres del campo de Altabix hasta la modernidad del actual estadio Martínez Valero

Fabio Galiana Martínez | Alejandro Molero Martínez

Elche | 28.01.2023 11:46

El día que Altabix se estrenó en Primera División en el partido contra el FC Barcelona | Elche CF

Tardes de domingo, con un puro en una mano y con un sombrero en la otra. La travesía de aficionados que se desplazaban desde la Glorieta hasta el antiguo campo de Altabix estaba a la orden del día. La voz de Paco Gassó se colaba entre los bares, plagados de ilicitanos que se reunían con su gente para sintonizar la radio y escuchar ganar a su equipo. En aquel fútbol en blanco y negro seguía distinguiéndose el verde y el blanco. La pasión y la ilusión por el Elche no ha surgido con la llegada de la televisión ni de los «me gusta», y aunque los tiempos han cambiado, el sentimiento seguirá siendo el mismo con el pasar del tiempo, la gente, los jugadores y los presidentes como narra el cántico.

El viejo Altabix vio rodar por última vez la pelota (al menos de manera oficial) un 16 de mayo de 1976. La primera tarde en la que el pitido inicial sonó en el Martínez Valero (Nuevo Estadio por entonces) fue el 8 de septiembre del mismo año, con un trepidante encuentro contra la selección mexicana. Los cambios forman parte de la historia. El ayer va siendo enterrado por el paso de los años, pero afortunadamente aquellos recuerdos siguen vivos en la memoria de esos aficionados históricos, que han vivido el pasado y el presente, Altabix y Martínez Valero, el fútbol de antaño y el fútbol actual.

Ponerse la camiseta del Elche, consultar la alineación con la que saldrá el equipo, entrar al Martínez Valero, cantar el Aromas Ilicitanos y ver el partido. Esa es la rutina habitual de cualquier aficionado franjiverde hoy en día, pero no siempre fue así. Hubo una época en la que las camisetas no estaban a la venta, el equipo no tenía medio de transporte oficial, las supuestas alineaciones solo se podían consultar a través de folletines, el Martínez Valero era un simple descampado y el Aromas Ilicitanos no tenía nada que ver con el fútbol.

Exterior del viejo campo de Altabix, donde cada quince días se llenaban las gradas para animar al Elche | Cátedra Pedro Ibarra

Aquel fútbol en blanco y negro alberga incontables diferencias con lo que hoy conocemos, y el Elche no es excepción. La Glorieta, corazón de la ciudad, ha sido el hogar de las celebraciones franjiverdes desde tiempos inmemoriales. No solo eso, sino que además, era el inicio de la ruta que tomaban los aficionados para ir al viejo estadio de Altabix, mientras conversaban acerca de la actualidad del equipo, vestidos con sus mejores galas. El Bar Siboney, el Hotel Cartagena, el Bar Sabuco e, incluso, el Florida de la Glorieta se llenaban de aficionados que procedían a tomarse el café previo a su caminata hasta Altabix, donde todos se conocían y había una atmósfera cálida y familiar.

El periodista Santiago Gambín dedicó toda su carrera a informar sobre las andanzas del Elche, narrando sus partidos desde 1969 hasta el 2005, año en el que se jubiló. Aún recuerda días clave en la historia de la formación franjiverde, como el 17 de mayo de 1981, en el que el Aromas Ilicitanos se cantó por primera vez. Pero no todos los recuerdos son bonitos. El 24 de mayo del mismo año el Elche, a falta de la última jornada, era colíder de la categoría y se enfrentaba al Cádiz para cerrar con broche de oro la temporada y conseguir ascender. Les valía el empate e incluso la derrota si no conseguían ganar ni el Racing ni el Rayo Vallecano.

Desgraciadamente, las cosas no salieron como estaban previstas. Racing y Rayo ganaron sus respectivos partidos, y en el minuto 79 de juego, Pepe Mejías, delantero del Cádiz, marcó un gol que costó el partido al cuadro local. Parte de la afición ilicitana, iracunda por la penosa actuación del portero, buscaba venganza, por lo que Manuel Campos, el guardameta del Elche, tuvo que salir del estadio escondido en el maletero de un coche.

Como recuerda Paco Gassó, encargado de la megafonía del Elche durante 56 años, la mentalidad de los aficionados en los estadios era muy distinta antiguamente. Cuenta que, a raíz de una mala actuación arbitral, un aficionado franjiverde saltó al campo y golpeó al colegiado. Tras detenerlo y llevarlo al cuartel, donde fue castigado con una multa de aproximadamente 200 euros (en pesetas de la época), el capitán de la Guardia Civil le dijo: «Ha hecho usted bien, pero tengo que multarle». La peña madridista a la que pertenecía el aficionado realizó una colecta y no solo costearon la multa, sino que les sobró dinero. Casos como ese eran comunes.

Durante el tiempo que pasó Gassó a los mandos del megáfono tanto en el campo de Altabix como en el Martínez Valero, vio cómo el mundo del fútbol cambiaba radicalmente en multitud de ocasiones. En los inicios de su carrera era habitual que los aficionados dispararan bengalas. Sin embargo, esta peligrosa costumbre terminó el 15 de marzo de 1992, día en el que una bengala perdida mató a un niño en el Estadio de Sarrià durante el partido entre el Espanyol y el Cádiz. Este suceso marcó el inicio de una nueva etapa en el fútbol: una sin pirotecnia en los estadios.

Faltan dedos en una mano para contar las ocasiones en las que los espectadores invadieron el campo del Martínez Valero pese a la barrera que suponía un foso entre las gradas y el césped. En 1976, la UEFA impuso una normativa que obligaba a los equipos de fútbol a instalar vallas metálicas y/o fosos para separar a los aficionados del terreno de juego e impedir la invasión del campo debido a los incidentes acaecidos durante aquellos años.

En España, el primer estadio que cumplió con esta orden fue el Vicente Calderón en el 1977, y progresivamente todos fueron adoptando esta medida. A raíz de la muerte de 96 personas en el estadio del Sheffield en 1989, las vallas y los fosos fueron desapareciendo paulatinamente, dejando atrás una época oscura en el fútbol. En el caso del Elche, el famoso foso fue definitivamente eliminado en agosto de 2003, fruto de las obras que se realizaron en el estadio.

Miguel Ors, profesor de la UMH, historiador y director de la Cátedra Pedro Ibarra, explica que, debido a su naturaleza industrial y al gran número de fábricas en Elche, se daba pie a que los trabajadores y trabajadoras de las mismas pasaran el rato hablando sobre su equipo. En la época del estadio de Altabix, el club tenía una de las aficiones con más presencia femenina de España justamente por este motivo. La radio sonaba de fondo mientras trabajaban, y Santiago Gambín o Paco Gassó informaban de las últimas novedades del club. Antes de que se popularizaran las peñas, las fábricas y los bares eran los lugares de reunión de los aficionados.

Antonio cerró el Bar Siboney por jubilación en el 2014, después de dar cobijo a franjiverdes del barrio de San Antón por más de cinco décadas. Afirma que la zona siempre ha sido muy futbolera, y que aunque había mucha gente que venía de fuera, el fútbol les imprimió en el alma el escudo de la ciudad. En su época, cuando no había fútbol todos los días, la gente lo disfrutaba mucho más. Cada partido era una ocasión especial y una excusa para estar con la familia o con amigos.

En el Bar Siboney se vendían entradas para los partidos del club. Su suegro y su mujer llegaron a vender un millón de pesetas en entradas cuando venían equipos grandes a jugar en la ciudad. Pasaba miedo cuando transportaba la caja de esos días a su casa, porque temía que alguien quisiera atracarle. A cambio, el Elche simplemente le daba entradas gratis o publicitaba el bar en los carteles del estadio, pero también se beneficiaba de los que se acercaban a comprar entradas y se quedaban a comer.

El Bar Siboney en el 2023 y Antonio, su último dueño | Fabio Galiana y Alejandro Molero

No solo los aficionados frecuentaban el Bar Siboney. Jugadores como Indio o Antón eran clientes habituales de Antonio. Algunos, como Boby Esteban, que fue a comer a su casa pocos días antes de morir de cáncer, incluso lo consideraban un gran amigo. Estos hombres encarnaban el arquetipo de futbolista del pasado. Eran muy familiares y no estaban blindados. Después de los partidos, bebían y se lo pasaban bien. Cuando llegaba un novato al equipo, lo iniciaban en las costumbres locales y festejaban sin ningún pudor.

El estadio de Altabix se inauguró el 17 de octubre de 1926, tomando el relevo que dejó el campo de Don Jeremías. Pese a ser más pequeño que el Martínez Valero (18.000 plazas), el efecto «olla a presión» era un factor muy a tener en cuenta. Al ser tan pequeño, las gradas estaban pegadas al terreno de juego, lo que hacía que tanto los rivales como los propios árbitros (especialmente los linieres) sintiesen la presión de las gradas sobre sus nucas. Como también sucedió posteriormente en el Martínez Valero, las gradas no contaban con asientos numerados, sino que había gradas sin control del aforo.

Con el cambio de estadio, el aforo se elevó a casi el triple. Pese a ser muchas más que en el viejo Altabix, los viejos aficionados afirman que este tenía algo mágico y único. Como dice Miguel Ors: «El Elche perdió muchísimo cuando cambió de campo».

«El Elche perdió muchísimo cuando cambió de campo»

En el pasado, cuando algunos futbolistas anunciaban cerveza y cigarrillos, lo que ocurría alrededor del equipo también era diferente. El único merchandising oficial que los franjiverdes podían adquirir eran bufandas y gorras. La empresa Roque Sepulcre hacía calendarios por su cuenta, con imágenes relacionadas con la situación del club, siendo los más llamativos los que ilustraban con cohetes espaciales cuando el Elche tenía posibilidades de ascender o lograban grandes éxitos. El club no puso a la venta camisetas oficiales hasta mediados de los 90, con patrocinadores como Piso Joven y Diario Información.

Calendarios de Roque Sepulcre, que mostraban con un distinguido ingenio la actualidad del Elche durante cada año | Cátedra Pedro Ibarra

Al legendario capitán del Elche Miguel Quirant le llama la atención cómo ha crecido la cantidad de balones y equipaciones que tiene el equipo. Durante su época como jugador de primera, el Elche se entrenaba con dos balones y el portero solo tenía dos juegos de chándales. El 22 de septiembre de 1963, el Elche ganó al invencible Real Madrid y sus jugadores recibieron una mísera prima de 8000 pesetas (48 euros en la actualidad, aunque con un valor mucho más elevado en aquellos tiempos), muy inferior a lo que pagaban otros clubes, como el propio Real Madrid, y una cifra impensable en el fútbol actual. El club llegó a tener en plantilla a jugadores internacionales con la selección absoluta como Vavá que, según Santiago Gambín, cobraban «cuatro pesetas».

Son los años 80. Antonio Pamies, creador de una de las bases de datos más importantes del Elche, es un adolescente que sale del instituto, coge la bici junto a sus amigos y se planta en un entrenamiento del Elche en el Martínez Valero. Allí habla, e incluso juega, con jugadores como Germán Leguía, Anquela o Sánchez Lorenzo, que le regalan banderines y otros detalles del equipo. Pero no le hace falta desplazarse para ver a sus ídolos, porque de vez en cuando se presentan en los colegios por su cuenta.

El 22 de septiembre de 1963, el Elche ganó al Real Madrid y sus jugadores recibieron una paga de 8000 pesetas

Esa cercanía con las figuras más importantes del Elche ya no existe. Los jugadores van acompañados de los encargados de prensa del club y siguen horarios y reglas estrictas. Dependen totalmente de su carisma y su nivel deportivo para que sus rostros queden grabados en la memoria de los franjiverdes. Para Santiago Gambín, hoy en día los jugadores «van y vienen» y «no echan raíces». Además, el futbol ahora «no se hace para el ojo del aficionado, sino para el ojo de la televisión».

Radio Elche, emisora decana de la ciudad, ha cubierto la actualidad del club ilicitano desde los años 40 hasta la actualidad. Cerca de La Glorieta, en los bares, sacaban altavoces y la gente se juntaba a escuchar los partidos. El monopolio de la radio duró hasta que se empezó a popularizar la televisión y los bares sustituyeron los transistores por las pantallas, aunque no fue una transición rápida debido a que no todos los dueños de los bares podían pagar los precios de las primeras televisiones.

«El fútbol ahora no se hace para el ojo del aficionado, sino para el ojo de la televisión»

El primer partido televisado del Elche fue contra el Pontevedra, y la ciudad entera se paralizó. La gente acudía en masa a los bares donde había televisión para no perderse ni un minuto. Desde entonces, se empezaron a televisar los partidos más importantes, como los play-offs de ascenso. No obstante, la televisión de pago se adueñó del fútbol en el 2012 y le arrebató a Canal Nou esta posibilidad.

La falta de información, como cuenta Antonio Pamies, también sirvió de combustible para todo tipo de rumores, como que Felipe Mesones, en los 80, daba «cafés» adulterados a sus jugadores durante los descansos para que salieran más enérgicos en la segunda parte. Según Gambín, la gente de las peñas, algunas veces, difundía el rumor de que habían visto al árbitro de un partido salir del hotel cargado de billetes, provocando una ola de insultos hacia el colegiado al inicio del partido.

La cobertura mediática del Elche era entonces muy precaria. Se vendían algunas revistas donde se podía ver a los jugadores titulares del próximo partido, aunque era una lista provisional. Los bares regalaban un folleto con publicidad llamado «Marcador» donde se podían ver los resultados de los partidos. Según Miguel Ors, las ruedas de prensa en Altabix se hacían en «un cuarto de baño con un frigorífico», todos los periodistas de pie y en medio el entrenador.

En Radio Elche, Gassó relata que el nivel era similar. Los instrumentos de grabación eran viejos, tenían poco presupuesto y las instalaciones dejaban mucho que desear. De hecho, el estudio donde los artistas actuaban en directo conectaba con el patio de una casa vecina donde había un burro cuyos rebuznos se colaban esporádicamente en la transmisión. Eso sí, en los días de partido había un espacio reservado para conectar con el estadio y los vestuarios, donde los entrenadores hacían sus declaraciones.

Con la evolución de los sistemas, pasaron del disco de vinilo al CD, mejorando considerablemente la calidad del audio y del entorno de trabajo de sus locutores. Al ser los micrófonos y los sistemas de transmisión más fiables, daban menos problemas y podían dedicar toda su atención a ofrecer el mejor servicio posible a sus oyentes. Aunque, pese a todo lo negativo, Gassó prefiere el fútbol anterior a las nuevas tecnologías. Los estímulos de las redes sociales distraen a los espectadores, que mientras ven un partido están «viendo los resultados de otros encuentros».

Quizá los sombreros ya no se estilen como parte de la moda juvenil, quizá poca gente vaya ya al estadio en traje y corbata. Tal vez, la voz de Paco Gassó ya no cante los goles los domingos por la tarde por los altavoces del estadio. Puede ser que el blanco y el negro ya no sean los colores predominantes en la televisión. Pero aun con todo eso, la esencia del Elche sigue siendo exactamente la misma y Los aficionados siguen abarrotando cada bar para cantar juntos los goles del Elche. Aun con las tecnologías de por medio, la pasión se ha compartido como el wifi y los 11 jugadores que forman manchas blancas en un rectángulo verde seguirán defendiendo los colores de este equipo aunque pasen diez centenarios más.