'Con las Orejas Tiesas': No es por lo que hacen, es por lo que son
La opinión de Juan Lozoya cada lunes en Más de Uno Castellón.
Estos días, o estas semanas, o estos meses… o estos últimos años, da igual que enciendas la radio, que escuches un podcast, que leas el periódico o te enganches al informativo de la tele mientras cenas.
Te conectes a lo que te conectes te darán una noticia, te darán una opinión o te tragarás la tertulia que sea, pero lo que es casi seguro que no serán buenas noticias y que, en la mayoría de los casos, en el trasfondo de la información hay un poso denso de radicalidad y una falta absoluta de empatía.
Pero no por parte de los informadores o tertulianos, que en bastantes casos sí, sino del objeto mismo de la información: del qué.
Da igual que nos enfoquemos desde los hechos que hoy en día nos acogotan a nivel mundial con el inmisericorde ataque que va a lanzar Israel en la franja de Gaza tras el inmundo crimen protagonizado por Hamas.
Da igual que presenciemos la guerra provocada en Ucrania por la invasión de Rusia con visión bipolar dependiendo de que lo hagamos desde un enfoque o de otro.
Da igual que nos informemos de las negociaciones que Pedro Sánchez está protagonizando para ser presidente a cualquier precio, saltándose los principios del PSOE… que no los suyos.
Y da igual que en la Comunitat Valenciana o en Castellón llevemos más de tres meses viviendo con los nuevos gobiernos salidos de las urnas, porque lo que hemos podido comprobar es que resulta imposible que haya un mínimo de empatía y posibilidad de acuerdo sobre lo básico que nos une.
Como me dijo una vez, bueno, muchas veces, un político: no nos critican por lo que hacemos, nos critican por lo que somos. Y ahí no hay nada que hacer.
Ése es el mundo en el que llevamos viviendo ya algún tiempo y, desgraciadamente, vamos a seguir viviendo en ese estado mucho tiempo aún, si es que a eso se le puede llamar vivir.
Contemplamos… no. Compartimos un mundo en el que ya dan igual las razones, los motivos y los condicionantes que guían nuestras acciones. Ya no importa en absoluto lo que haga el de enfrente, nos importa un bledo. Se trata de estar en contra de lo que opine o haga el de enfrente por el simple hecho de que sea el de enfrente. Que lo que haga esté bien o esté mal nos importa un pimiento.
Hace mucho tiempo, una persona a la que aprecio me hizo uno de los comentarios más destructivos que he escuchado en mi vida. Viendo pasar a una persona en un entorno laboral que compartíamos, me preguntó quién era. Una vez que le dije de quién se trataba me soltó: ¡Pues le doy una semana para que me caiga mal!
¡Tal cual!
Pues esa es la realidad en la que nos movemos hoy en día. Nos da igual que lo que haga el de enfrente esté bien o este mal. Directamente será una mierda porque la hace él o ella.
Y en esa sociedad en la que nos estamos moviendo es imposible convivir medianamente bien.
Siempre ha habido puntos de vista, estilos de vida y opiniones absolutamente diferenciadas, pero nuestra inteligencia, formación, educación y respeto nos habían permitido ponerlas a un lado y compartir lo que nos une como sociedad, como empresa, como familia o como pareja.
Pero ya no, ya no más.
Cuando los chavales dan más credibilidad a lo que dice sobre la ciencia una influencer veinteañera en un post que a lo que plantea Avel·lí Corma tras una investigación es que tenemos un problema grave de verdad.
Por eso nos encontramos con enfrentamientos en las calles en función de que el que se manifiesta lo haga a favor de los palestinos o de los israelíes… cuando los dos tienen motivos para sentirse agraviados.
Por eso nos encontramos con que en la Unión Europea defendemos el derecho de Ucrania a defenderse de una invasión injusta frente a otros países que justifican la actitud de Putin y la retirada de las ayudas a los ucranianos de forma vehemente.
O nos encontramos con que en España no pasa absolutamente nada por que el Gobierno se pueda apoyar en delincuentes independentistas con delitos de sangre, que incluso cercenaron la vida de socialistas, si con ello evita que los de enfrente tengan la opción de gobernar.
Yo sigo creyendo en el derecho a discrepar, a discutir y a enfadarnos por defender en lo que creemos, pero sabiendo que no siempre tenemos la razón y admitiendo, aunque nos joda, que si los que piensan diferente son más, tengo que respetarlo.
Porque mientras no tenga motivos para demonizarles por lo que hacen, no les demonizaré por lo que son.
De todas formas, no hagan mucho caso… que es solo mi opinión.