TUROLENSE ILUSTRE

El obispo Juan Antonio Hernández y Pérez de Larrea

Antonio Hernández y Pérez de Larrea, obispo, bibliófilo y escritor, fue uno de los más destacados representantes de la ilustración aragonesa y española.

Redacción

Teruel | 11.01.2022 15:30

El vicerrector del IET, Juan Villalba, nos ha contado este martes en Mas de Uno Teruel la historia de Juan Antonio Hernández y Pérez de Larrea. Nació en Villar del Salz en 1730, dentro del seno de una familia de ricos labradores. Estudió en Zaragoza, Valencia y Gandía, donde se graduó como Bachiller en filosofía y Doctor en Teología. Manifestó desde sus primeros destinos eclesiásticos, Terriente –el pueblo de su madre- y Albarracín, una profunda inquietud social, lo que le llevó a preocupase por la implantación de modernas técnicas agrícolas y, sobre todo, por la instrucción de los labradores, incluidas las mujeres, algo poco habitual por aquel entonces.

En 1755 se hizo cargo del archivo catedralicio de Zaragoza y en 1776 fundó, junto con el marqués de Ayerbe, la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, de la que llegaría a ser director. Allí estaban representados e iban a trabajar unidas todas las fuerzas dirigentes de Aragón: el clero, la Universidad, el Concejo, la nobleza y la burguesía.

El ya Deán Larrea, director también de la Económica, alentó la creación de enseñanzas prácticas que paliasen el exceso teórico de la educación universitaria del momento, impulsando la creación de importantes escuelas como las de Botánica, Química, Matemáticas (se trataba del centro precursor de los modernos estudios de ingeniería), Agricultura, Dibujo (en 1792 será transformada en la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, de la que fue miembro de Honor) y Economía, en las que se formaron importantes personalidades del Aragón de finales de siglo y de la primera mitad del XIX. Pero más importante si cabe que esta concepción práctica de la enseñanza, mucho más moderna que la de la Universidad de momento, es su constante labor a favor de la enseñanza elemental, de manera que funda una Junta de Escuelas que, de alguna manera, pretendió universalizar la enseñanza a toda la población infantil de Zaragoza.

En 1801 fue nombrado obispo de Valladolid, de cuya Real Sociedad también fue director y donde murió en abril de 1803.

El canónigo de Villar del Salz participó durante toda su vida de ese optimismo pedagógico que les hacía pensar en un mundo de hombres instruidos y en una sociedad más próspera y justa. Quizá la siguiente curiosa noticia, publicada en diciembre de 1892 en el periódico La Unión, fuera un logro directo –eso sí, un tanto excepcional- de sus preocupaciones y desvelos educativos, pues en ella leemos: “Ha practicado recientemente ejercicios de reválida en esta Escuela Normal un joven que fue bautizado en la Iglesia de la Assumpción de Nuestra Señora del Lugar de Villar del Salz a diez días de Diciembre de mil setecientos setenta y cuatro, según su partida de bautismo, legalizada en forma. Se lama D. Pedro José Dámaso Alijar de Ballestero, y cuenta por consiguiente, cerca de ciento diez y ocho años. Se encuentra bien conservado a pesar de su extraordinaria longevidad y con grandes deseos de continuar sus estudios..