LITERATURA

Raúl Quinto gana el premio Otra Mirada rescatando del olvido la Gran Redada

'Martinete del rey sombra' rescata el intento de exterminio del pueblo gitano durante el reinado de Fernando VI

Onda Cero Almería

Almería |

El 30 de julio de 1749, bajo el reinado de Fernando VI y por orden del marqués de la Ensenada, se produjo el arresto masivo de la población gitana española en lo que se ha llegado a calificar como un proyecto fallido de exterminio: la Gran Redada.

Martinete del rey sombra recrea este olvidado episodio acompañando las vivencias de esos gitanos y gitanas desde la noche de su detención hasta la amnistía concedida dieciocho años después, por prisiones improvisadas, trabajo esclavo en los arsenales y casas de misericordia, aislamiento, torturas, enfermedades, naufragios, motines e intentos de fuga; y, paralelamente, nos adentra en la vida de la Corte de los primeros Borbones españoles ofreciendo un tapiz de intrigas políticas, lujos escandalosos y tragedias personales a través de una serie de biografías tan alucinadas como meticulosamente documentadas.

Una reflexión acerca de cómo se construye la historia y el olvido donde Raúl Quinto vuelve a romper los límites de los géneros literarios para contar lo que nunca se cuenta.

«A las doce en punto de la noche Granada recibe el asalto de los cazadores, bajo el mando del brigadier Manuel Morón van cuatro piquetes y cinco decenas de caballos, que acometen su labor de lobo por casas, cuevas y aduares. Desde el cielo se les puede ver, antorcha en mano, tal que una danza de luciérnagas sin nombre trazando un mapa de fuego hacia el vértice de la oscuridad, diciendo quién sabe qué en el idioma de las estrellas. Nadie tiene rostro esta noche, dijimos, tampoco Manuel Morón, que en este instante es apenas una sombra borrada, una prolongación de plomo y hueso del tricornio, con la boca llena de órdenes y el corazón envuelto en la niebla. Tampoco podemos ver el del Marqués de la Ensenada ni el de Gaspar Vázquez Tablada, disueltos en la caligrafía de las cartas y el eco melancólico de los palacios. Ni mucho menos el de ninguno de los ciento ochenta cuerpos que desfilan, atados de pies y manos, por las calles de la ciudad a lo largo de la madrugada».