Ruben Östlund obtiene su segunda Palma de Oro con 'Triangle of sadness': el vómito de Europa
El cineasta sueco repite la hazaña de 'The Square' y se alza con el máximo galardón del Festival de Cannes con su sátira sobre el dinero sucio y el mundo de la moda | Más cine y series, en Kinótico
Anoche había mucho que celebrar en Madrid, en París, en Cannes y en Estocolmo. Vamos a hacer un pequeño ejercicio de adivinación. En cualquiera de esas cuatro ciudades, los excesos alcohólicos fueron responsables -seguro- de unos cuantos vómitos y de un puñado de diarreas. ¿Podríamos decir que culminar los fastos en compañía de alguno de esos fluidos… empañó la propia celebración? No. ¿Se plantearon los o las afectadas no volver a festejar una Champions League o un palmarés “cannoise”? En absoluto. Eso, exactamente eso, absolutamente eso, es lo que premiaba anoche el Festival de Cannes otorgándole a Ruben Östlund su segunda Palma de Oro por ‘Triangle of sadness’. El mejor festival del mundo se permitía autoseñalarse por una borrachera de poder, y a la vez señalar a Europa, y apuntar con el dedo a los millones de televidentes que jaleaban al Real Madrid… y todo ello sin culpa, porque al fin y al cabo esto solo es cine.
Los hinchas del Liverpool -quizá afectados por las libaciones anteriormente mencionadas- tuvieron la deferencia de retrasar la final de la Champions en Saint-Denis media hora para que el pitido inicial coincidiese, casi mágicamente, con la lectura de la Palma de Oro por parte del actor Vicent Lindon, presidente del jurado en Cannes. El Teatro Lumière del Palacio de Festivales gritaba de forma ensordecedora para vitorear al sueco Östlund, que conseguía la gloria solo cinco años después de lograrlo con ‘The Square’, su cuestionamiento del mundo del arte. Muy pocos cineastas han conseguido dos Palmas de Oro en su carrera por dos películas de forma consecutiva: este honor, que revela una cúspide creativa muy reseñable, solo había recaído hasta el momento en Bille August y Michael Haneke. El eje Alemania-Dinamarca se amplía hasta Suecia.
Es ‘Triangle of sadness’ una parodia larguísima de quienes lo tienen todo y también de quienes se arriman a ellos para simular que lo tienen. Mucho se ha escrito de esa pieza central de la película en la que una tormenta en alta mar arruina una cena de crucero llenando las paredes y el suelo de vómito. En la rueda de prensa posterior a la Palma de Oro, una periodista le preguntaba a Östlund por qué la había alargado tanto. Él venía a responder que un poco de vómito no genera ningún efecto… [quizá ya estamos todos inmunizados ante esa pequeña autocorrección de la felicidad], pero que un exceso de vómito conseguía que nos compadeciéramos de quienes vacían su estómago en pantalla, ya sean oligarcas rusos que han conseguido su fortuna gracias al estiércol… o estirados británicos que han construido su imperio fabricando granadas de mano. Casi queremos que la marejada pare para que puedan descansar. Nosotros, los que no vamos de crucero ni fabricamos granadas de mano. Y ese es el truco de Östlund.
Las moscas, la miel, Troya, el caballo
Porque sabe que situando sus películas en una estación de esquí de ensueño, o en un finísimo museo europeo, o en un yate de lujo… ya ha ganado nuestra atención. Como los peinados y tatuajes de los futbolistas captan la mirada, en el televisor, de las obreras y obreros de extrarradio que anoche se enfundaron su bufanda blanca a pesar del calor. Las moscas, la miel, Troya, el caballo. Así es también Cannes, que nos promete los aviones lúbricos de Tom Cruise para darnos por la puerta de atrás la interpretación de Zar Amir-Ebrahimi, soberbia como investigadora rebelde en el thriller ‘Holy Spider’, o para atizarnos en el corazón con ese premio 75 aniversario inventado [y muy bien inventado] para el alegato anti-explotación de los hermanos Dardenne que se llama ‘Tori et Lokita’, o para meter en el palmarés esa historia inmensa de amistad masculina y rural que se llama ‘Le Otto Montagne’.
Dice Östlund que su próxima película se va a llamar ‘The entertainment system is down’, y que va a contar cómo en un vuelo transatlántico de 10 horas la tripulación entra en pánico al no poder tener entretenido al pasaje. Bien traído, Ruben. Anoche en Madrid, en París, en Cannes y en Estocolmo se celebró y se vomitó, y en todas esas ciudades hubo gente muy enfadada y muy seria que dijo que aquello no podía ser, que aquello no era serio. También nos señalaban con el dedo a quienes festejábamos y vomitábamos. Ellos no festejaron. Pero, ¿estamos seguros de que no vomitaron?