La historia de Hachiko, el perro que fue fiel más allá de la muerte de su dueño
En 'Un alto en el camino', con Susana Pedreira, estrenamos 'Escapada del verano' de la mano de Ángeles Caballero. En ella, comenzaremos mencionando algunas de las cosas negativas que trae el verano, y proponemos un cambio de aires. Por ello, para huir del calor, haremos un viaje al pasado y al presente: conoceremos más sobre las cartas que el poeta John Keats escribió a su amada y hablaremos sobre el perro Hachiko, cuyo centenario se celebra esta año.
Comenzamos con un primer viaje al pasado. Lo hacemos a través de cartas, ya públicas, que nos muestran cómo se vivía el amor en tiempos pasados. En concreto hablaremos del siglo XIX, momento histórico con el que Ángeles se siente muy unida, ya que lo identifica con diferentes cosas que le gustan mucho. Ejemplo de ello fue el nacimiento de Jane Austen como novelista británica, que comenzó a desarrollar su obra a comienzos del 1800. En esta ocasión charlaremos de uno de los principales poetas ingleses del Romanticismo, John Keats, que el 13 de octubre de 1819 emitió una correspondencia a su amada Fanny Brawne. La historia romántica entre ambos se vio truncada con la muerte de Keats a los cortos 26 años, cuando la tuberculosis acabó con su vida. Brawne, desolada, decidió guardarle luto durante 6 años.
Pero nuestro trabajo hoy es conocer más sobre una de las muchas cartas que le escribió a lo largo de su romance, observándolas desde nuestro punto de vista del año 2022. Abre la carta refiriéndose a Brawne como "mi querida niña", antes de exponer lo mucho que le cuesta trabajar cuando piensa en ella. "Tengo que escribirte una o dos líneas y ver si eso me ayuda a alejarte de mi espíritu aunque sea por unos instantes, no puedo existir sin ti. Todo lo olvido salvo la idea de volver a verte. Mi vida parece detenerse ahí: más allá no veo nada. Me has absorbido". Hoy en día, nadie debería mirarte de la manera que Keats lo hacía con la pobre Brawne, ya que parece que está robándole la energía.
"En este mismo momento tengo la sensación de estar disolviéndome...Si no tuviera la esperanza de verte pronto me sentiría en el colmo de la desdicha. Tendría miedo de separarme, de estar demasiado lejos de ti. Mi dulce Fanny, ¿no cambiará nunca tu corazón? ¿amor mío, no cambiarás?", continúa. Este tipo de frases muestran mucha toxicidad dentro de la relación, algo que en el siglo XXI no sería tolerado. "Ahora ya no tiemblo; podría ir al martirio por mi religión. El amor es mi religión, y podría morir por él....", explica, finalizando con el siguiente párrafo: "Me has cautivado con un poder que soy incapaz de resistir; y sin embargo lo era hasta que te vi; y desde que te he visto me he esforzado a menudo en razonar contra las razones de mi amor. Ya no puedo hacerlo, el dolor sería demasiado grande. Mi amor es egoísta. No puedo respirar sin ti...."
Conmemorando a un perro
También miramos al futuro, hablando sobre perros. Pero no cualquier perro, ya que pese a la alergia que Ángeles sufre con estos animales, no ha podido resistirse a hablar sobre uno en concreto. Nos trasladaremos hasta el día 10 de noviembre, cuando se celebrará el centenario de su nacimiento. Hablamos ni más ni menos de Hachikō, el perro japonés que enterneció a todo el mundo tras la muerte de su dueño. Hoy en día, se pueden encontrar los restos disecados del animal en el Museo Nacional de Ciencia de Japón, en el distrito tokiota de Ueno.
A ritmo de la banda sonora de la película "Siempre a tu lado, Hachikō", protagonizada por Richard Gere, conocemos más sobre la demora. Esperar se ve manchado de un sentimiento efímero, a través del cual te planteas si te despediste correctamente de una persona, ya que siempre existe un hueco para la tragedia y la desdicha en nuestro corazón. Tras haber nacido en una granja, fue encontrada por el profesor universitario Hidesaburō Ueno. Este se mostró reticente a su adopción, ya que hacía poco había perdido a su última perra. Tras la insistencia de su hija adolescente acabó acogiéndolo y Hachikō fue enviado hasta la estación de Shibuya. Su nombre proviene de "Hachi", ocho en japonés, ya que su figura de kanji se asemejaba a la forma de sus piernas.
La tragedia que marcó el futuro del perro ocurrió el 21 de mayo del año 1925, cuando Ueno sufrió una hemorragia cerebral mientras estaba dando clases en la Universidad de Tokio. Hachikō fue a la estación a esperar a su dueño, como había hecho siempre. Pero esta vez, no volvió. Así se quedó, en ese lugar durante nueve años más, hasta el 8 de marzo de 1935. Ese año encontraron a Hachikō muerto frente a la estación de Shibuya, tras una larga demora.