Qué decirle, qué tipo de argumento le resultará más verdadero sintiéndose tan mal. Para estas preguntas, es posible que haya algunas respuestas aunque no resulten sencillas. Javier Cancho cuenta que “la chica estaba llorando desconsoladamente en su habitación. Su madre intentaba consolarla diciéndole: “Vamos, eres joven, eres guapa, vas a conocer a un montón de gente. Trabajarás, te divertirás, harás viajes, te enamorarás”. Pero a cada nuevo consuelo, a cada intento de argumento, la adolescente se hundía más aún en su tristeza, en su desamparo.”
Cancho continúa la historia: “Entonces, la madre, de repente, sin saber exactamente por qué, cambió de tono y de discurso. “Bueno, vivir es horrible”. Le dijo. “Sólo dejamos de aburrirnos para tener miedo, cualquier esfuerzo acaba en fracaso. Vivimos solos, morimos solos. El mundo está vacío. El amor es un engaño, los hijos una cruz. El porvenir es el enterrador de la juventud. Las nalgas nunca vuelven a recuperar la firmeza que tuvieron ni aunque se vaya 15 veces al gimnasio a la semana.” ¿Y qué sucedió? La muchacha progresivamente se fue apaciguando. Fue llegando a una especie de calma, fue encontrando la serenidad.”
El protagonista de la sección de hoy de Javier Cancho es un librero de Southampton, en Inglaterra, que se vio obligado a dejar el establecimiento en el que durante años había vendido libros porque el arrendatario del establecimiento le subió el alquiler. “Se lo subía cada cierto tiempo. Esa vez, el librero hizo sus cuentas llegando a la conclusión de que no le compensaba proseguir en esa espiral, pagando sucesivamente la cantidad que se le pedía. De modo que buscó otro local que a la larga le resultara mucho más económico”, cuenta.
A esta historia se une la de Xabier Vidal, quien tuvo que hacer exactamente lo mismo que el librero de Southampton, pero en 2016 en Barcelona.