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Entre campaña y campaña, el escándalo de la semana vino de Argentina. El presidente de ese país, Javier Milei, vino a Madrid para participar en un acto de Vox. En su discurso, sin nombrarlos, tachó a Pedro Sánchez de “calaña atornillada al poder” y a su mujer, Begoña Gómez, de “corrupta”. Unos días antes, el ministro de Transportes, Oscar Puente, había afirmado que el presidente argentino “toma sustancias”. La reacción del Gobierno a las palabras de Milei fue fulminante. Comenzó una sucesión de declaraciones por ambas partes, cada vez más subidas de tono, que de momento ha provocado la retirada permanente de la embajadora de España en Buenos Aires. Nuestro sospechoso habitual, Ignacio Varela, ama la Argentina, trabajó allí y conoce bien su política, por eso ha pedido esta semana que se pare esta escalada histérica porque ambos países se juegan demasiado.