Roser Capdevila descubrió desde muy pequeña la ilusión por el dibujo, algo que encima se le daba muy bien. Era tan clara su talento y su pasión por dibujar que su madre le decía que había nacido con un lápiz en la mano. Ella utilizaba los bordes de los periódicos usados para hacer sus primeros garabatos. Dibujaba donde podía porque en su niñez, en la España de posguerra, uno se entretenía con lo que podía y hasta el papel para escribir era un bien escaso.
Tenía muy claro que esa era su pasión y en la escuela pintaba cada vez que podía, y lo seguía haciendo aun cuando su maestra, Doña Pilar, le quitaba sus dibujos y se los rompía. Hay veces en la vida en el que los obstáculos que nos encontramos por el camino nos motivan todavía más, y eso le pasó a Roser con Doña Pilar. De esa profesora tan mala que tuvo de pequeña Roser Capdevila sacó la motivación para convertirse en una de las ilustradoras de dibujos infantiles más reconocidas del país, y también del mundo, gracias a su creación más internacional, 'Las tres Mellizas'.
Varias generaciones han crecido con las historias de Anna, Helena y Teresa; Las tres Mellizas, y con la Bruja Aburrida y su Búho que necesitaba café todo el rato. Unos personajes y unas historias que Roser empezó a escribir hace más de 40 años y que se ha llegado a traducir a más de 35 idiomas. En Por Fin No Es Lunes hemos hablado con Roser Capdevilla, la madre en el sentido literario y literal de Las Tres Mellizas. Y termina una conversación muy entrañable con Jaime Cantizano ofreciéndole un regalo muy especial.