El toque de queda de los gatos
Javier Cancho nos cuenta en Por fin no es lunes la historia de los gatos islandeses a los que quieren ponerles toque de queda porque hay, dicen, mucha caza nocturna.
Islandia se plantea un toque de queda para los gatos. Durante la pandemia, en muchas casas se incorporó un gato a la familia. Y ahora, las autoridades del país insular consideran que con tanto gato está habiendo demasiada caza nocturna. Los sentidos de los gatos son resultado del desarrollo de millones de años de evolución. Y a pesar de haber sido, supuestamente, domesticados siguen manteniendo activos determinados instintos que convierten a los lindos gatitos en depredadores meticulosamente eficientes. Son los asesinos elegantes.
Los gatos ven los colores con menos intensidad. Esa atenuada pulsión cromática es la que les facilita concentrarse en el movimiento sin que nada los distraiga. Sin embargo, no pueden hacer foco, fijar la mirada, en algo que esté a menos de 30 centímetros de distancia. Para detectar lo que tienen cerca de su cuerpo, para eso, el gato se vale de sus bigotes percibiendo un sentido tridimensional de su realidad más cercana. Son unos virtuosos del movimiento. Pueden escalar paredes verticales, son capaces de saltar muros, consiguen meterse por las más recónditas rendijas. Es una habilidad atlética que procede de la estructura de su esqueleto. Hay pocos animales en la faz de la Tierra con un esqueleto tan particular. Su capacidad auditiva es, desde luego, mayor que la nuestra; pero, también superior a la de los perros. Sus enormes orejas triangulares pueden rotar independientemente la una de la otra, con una capacidad de giro de hasta 180º. Su oído interno les permite escuchar un rango más amplio de sonidos que muchos otros mamíferos. En total, pueden detectar 11 octavas, dos más que los seres humanos. De ese modo, identifican el lugar donde están las criaturas más pequeñas que se comunican mediante chillidos ultrasónicos.
¿Recuerdan lo que pasó durante el confinamiento? Estando encerrados, hubo mucha pantalla, y en las pantallas muchos vídeos de gatos. Aquellos vídeos tuvieron un efecto llamada, y unos cuantos quisieron tener gato en casa. En Islandia, esto, pasó mucho. Muchísimo. Y el efecto llamada supuso, después, un efecto rebote. Había miles de personas anhelando el consuelo, la alegría, de tener en casa un amigo felino al que poder acariciar. Los criadores de gatos islandeses no contestaban sus teléfonos, no daban a basto. Los gatos estaban teniendo su mejor año desde la invención de Internet. Pero, después de la compulsión que hubo con las simpatías por los lindos gatitos…después, con tanto gato encerrado, con tantísimo gato encerrado en las casas islandesas. En Islandia hay poco piso. Lo que sucedió es que los gatos fueron encontrado la manera de escabullirse con nocturnidad. La proporción se puso tan intensa que en el municipio de Akureyri, al norte del país…allí, habiendo 19.000 personas censadas, había cerca de 3.000 gatos. Había más gatos que niños. Y a pesar de miles de años de domesticación, a pesar de esa trayectoria doméstica, los gatos todavía, a día de hoy, siguen prefieriendo su comida a 38 °C.
38 grados, la temperatura tibia de la sangre fresca. Los gatos siguen siendo más parecidos a sus antepasados, los gatos monteses africanos, que los perros a los lobos. Y en lugares como Islandia, donde las aves migratorias se han adaptado a una tierra libre de depredadores naturales, allí, con las aves en plan pánfilo, los gatos se están poniendo las botas. Con esos saltos que meten está habiendo efecto rebote, están cazando a diestro y siniestro. El asunto se ha puesto tan intenso que el Grupo de Especialistas en Especies Invasoras de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, se grupo cualificado señala a los gatos como una de las 100 peores especies invasoras del mundo.
Estudios fiables, muy solventes, implican a los gatos en la extinción global de al menos 63 especies: 40 especies de aves, 21 de mamíferos y dos de reptiles. Habiendo contribuido al estado de peligro de extinción de otras 587 especies. Y en ninguna parte los gatos sin dueño causan más daño que en las islas. Y mientras tanto, publicaciones tan cool, tan elegantes como los asesinos que tanto nos fascinan, el New Yorker, sin ir más lejos, ha publicado alegremente panegíricos máximos a los gatos como aquel cuento de Murakami, titulado Ciudad de Gatos. Mundo de gatos sería más preciso, Murakami.
Tal vez Murakami no consideró un hecho arrebatador. Las gatas quedan preñadas por los gatos desde los cuatro meses de edad, con un intervalo de prole que va de uno a seis gatitos por camada. Una sola hembra puede quedar embarazada tres veces al año y tener más de 150 descendientes en sólo 24 meses. Y luego está el asunto de la toxoplasmosis. El parásito que transmite los gatos. Las infecciones por toxoplasmosis han matado a las focas monje de Hawái y han llevado al borde de la extinción a las nutrias marinas de California. En Estados Unidos, los gatitos con sus garras y sus bocas matan entre 1.300 y 4.000 millones de aves al año, solo en los Estados Unidos. El primer estudio que pondera el problema en China, publicado en 2021, culpa a los gatos de la muerte anual de 2.900 millones de reptiles, 4.000 millones de aves y 6.700 millones de mamíferos. Los promedios chinos dan miedo.
En Islandia, ya hay poblaciones con toques de queda nocturnos para los gatos. Las encuestas, en ese país, sugieren que en algunas ciudades alrededor del 50 por ciento de los residentes quieren que los gatos estén prohibidos en el exterior. La ciudad de Akureyri, en Islandia, ha votado prohibir por completo los gatos al aire libre a partir de 2025. Es un debate nuevo, muy agitado en Islandia. Pero, es un debate que terminará llegando aquí. Acuérdense, dónde les dieron los datos.