Un objeto que nunca se pensó que su utilidad trascendiera de esta forma. Un objeto que fue creado para no hacer ruido pero que a alguien se le ocurrió que podía ser disonante. Un objeto al que se le atribuyeron las dotes de la música que jamás pidió aunque sus rejillas podrían haber sido interpretadas por el propio Bach. Un pequeño objeto que no debería hacer ruido pero, en cambio, al dar las doce de la noche parecía cenicientarse y convertirse en un hilo musical: la rejilla del baño.
Todo el mundo sabe la acepción de la rejilla como un objeto rígido formado por fibras, listones, varillas o alambres entrecruzados que suele ponerse en una abertura, generalmente de una puerta o ventana, o una salida de aire, para ocultar el interior, evitar que entre algo o como medida de seguridad, algo que ya ocurría en la zona de la Grecia antigua de Laurium porque existían sistemas de ventilación en las minas al igual que en otros sitios de Roma (602 a.C.). Sin embargo, la definición que nos concierne es la rejilla de ventilación del baño que se convirtió en hilo musical.